¿Pierden su alma los partidos?
Cuando uno de los partidos vertebradores del sistema, como es el caso del PSOE, vende su alma, es el sistema mismo quien padece, incluso los adversarios
En un reciente editorial de EL PAÍS se formulaba la pertinente cuestión de si con estos agitados cuatro años de Trump el Partido Republicano de Estados Unidos había llegado a perder su alma. ¿Tienen alma los partidos políticos? La tienen. A veces, incluso, se dice que hasta tienen dos.
¿Qué significa que un partido tenga alma? Sin ahondar demasiado, viene a significar que en su trayectoria pasada, en la idea que se tiene de ellos, están dotados de unos pocos elementos que los identifican y si se despre...
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En un reciente editorial de EL PAÍS se formulaba la pertinente cuestión de si con estos agitados cuatro años de Trump el Partido Republicano de Estados Unidos había llegado a perder su alma. ¿Tienen alma los partidos políticos? La tienen. A veces, incluso, se dice que hasta tienen dos.
¿Qué significa que un partido tenga alma? Sin ahondar demasiado, viene a significar que en su trayectoria pasada, en la idea que se tiene de ellos, están dotados de unos pocos elementos que los identifican y si se desprenden de alguno ya pasan a ser otro partido aunque sigan con el mismo nombre. Estos procesos adoptan en cada país recorridos distintos.
En EE UU identificamos ahora a los republicanos con la derecha y a los demócratas con la izquierda, en esa simplificación —derecha/izquierda— cada día más inapropiada para describir la realidad política de forma inteligible. Pero sin ir muy lejos, a mediados de siglo pasado, el partido demócrata, al menos en el sur, era más racista que el partido republicano. Esperemos que el trumpismo sea un episodio pasajero. Ello sería bueno no sólo para los republicanos sino para la estabilidad del sistema político de EE UU que pivota alrededor de dos grandes partidos que hacen posible converger en un amplio centro.
En España también los partidos tienen alma, identificamos a cada uno de ellos por determinados rasgos básicos. Sin embargo, en los últimos años algunos han perdido su alma y otros han corrido el riesgo o están en trance de perderla. Pongamos algunos ejemplos. Es evidente que Izquierda Unida era algo muy distinto de lo que hoy es Podemos, era un partido de izquierdas, no un partido populista. Como tampoco el actual Junts de Puigdemont es el partido de Pujol y Roca Junyent. IU y Convergència han perdido su alma. Los mismos PP y Cs estuvieron en riesgo de perderla si no fuera porque Casado se desmarcó claramente de Vox en la última moción de censura y Arrimadas ha dado un giro al centro tras perseguir Rivera el liderazgo de la derecha.
¿Y el PSOE? Pienso que ha pasado la fase de riesgo y, al no rectificar tras su coalición de gobierno con Podemos, está en trance de perder su alma socialdemócrata que le identificó desde Felipe González. Si ello tuviera lugar las repercusiones en el sistema político español serían de calado y el desequilibrio político supondría un cambio de régimen. Cuando uno de los partidos vertebradores del sistema, como es el caso del PSOE, vende su alma, es el sistema mismo quien padece, incluso los adversarios. Es muy probable que esto sea lo que pretenden Podemos y los partidos secesionistas, el famoso estribillo de “acabar con el régimen del 78”.