Las JONS y Hasél
No es casualidad que los brutales seguidores del rapero alcancen su apogeo militante en una ciudad donde hierve el sentimiento independentista
Los ojeadores de Vox no le pierden el ojo al rapero encarcelado, Pablo Hasél, que podría ser lo que ellos necesitan en esta etapa de crecimiento desmedido del partido fascista. Santiago Abascal se reserva el papel de José Antonio Primo de Rivera, aunque algo más tosco y menos leído que el fundador de La Falange, quien, al menos por las cita...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Los ojeadores de Vox no le pierden el ojo al rapero encarcelado, Pablo Hasél, que podría ser lo que ellos necesitan en esta etapa de crecimiento desmedido del partido fascista. Santiago Abascal se reserva el papel de José Antonio Primo de Rivera, aunque algo más tosco y menos leído que el fundador de La Falange, quien, al menos por las citas de sus discursos, había llegado hasta Rousseau, que no es poco.
Hasél es, por currículo y por su presente, un estupendo candidato a jefe de unas nuevas Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, las JONS, que alcanzaron una cierta notoriedad en los comienzos del fascismo español, hasta que se produjo el gran acierto de fundirlas con La Falange, dando origen a un partido de nombre casi eterno, FE de las JONS.
Las huestes de Onésimo no tenían otro ideario que una confusa, y a la vez muy simple, mezcla de conceptos obreristas y patrióticos. El recurso a la violencia era, en realidad, el núcleo de su ideario. Una violencia que se convertía, en la práctica, en la razón de ser de la organización.
Guardando las obligadas distancias, los seguidores de Hasél tienen mucho que ver con aquellas bandas de delincuentes que aterrorizaban los campos de Castilla la Vieja. Hoy provocan el pánico en las calles de Barcelona —no solo, pero si notablemente—, y en algunas otras ciudades. Pero su impulso solo se mantiene con vigor allí donde el patriotismo alcanza sus cotas más altas. No es casualidad que los brutales seguidores del rapero alcancen su apogeo militante en una ciudad donde hierve el sentimiento independentista. Movilizar a muchos cientos de escuadristas es más fácil allí donde hay una premovilización que donde no. ¿Qué tiene que ver el rechazo a España con el saqueo de tiendas de ropa deportiva y con la libertad de expresión? Poco, la verdad.
El movimiento que ha desencadenado la entrada en prisión de Hasél no tiene nada que ver con ningún debate sobre la libertad de expresión. Más bien, con la libertad de algunas tribus urbanas para hacer lo que les dé la gana, amparadas por el oportunismo de algunos políticos y por la preexistencia de un mensaje patriótico. Los parados gaditanos están más desesperados aún que los catalanes, pero, por suerte para los demás, no tienen inquietudes patrióticas.
Hasél ya ha creado sus JONS patrióticas y matonas. A ver quién se las compra.