Volver al pacto nuclear con Irán

La reanudación de la negociación indirecta entre Washington y Teherán es una noticia positiva

El presidente de Irán, Hasan Rohaní.IRAN PRESIDENTIAL OFFICE / HANDO (EFE)

La reanudación de las conversaciones sobre el programa atómico de Irán con la participación de Estados Unidos es una noticia muy positiva. Incluso aunque, por el momento, iraníes y estadounidenses no estén presentes a la vez en la misma sala, la reunión en sí misma es un primer paso imprescindible para recuperar el acuerdo nuclear que Washington abandonó durante el mandato de Donald Trump...

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La reanudación de las conversaciones sobre el programa atómico de Irán con la participación de Estados Unidos es una noticia muy positiva. Incluso aunque, por el momento, iraníes y estadounidenses no estén presentes a la vez en la misma sala, la reunión en sí misma es un primer paso imprescindible para recuperar el acuerdo nuclear que Washington abandonó durante el mandato de Donald Trump.

Pero no conviene caer en el optimismo. La tarea de volver a encarrilar la situación es ardua, porque las circunstancias han variado de manera significativa desde que en 2015 Irán y las grandes potencias firmaran el histórico acuerdo nuclear. Aquel tratado —que levantaba las sanciones a Teherán a cambio de que este limitara sus ambiciones nucleares— siempre tuvo detractores en las élites políticas tanto de EE UU como de Irán. Y aunque ahora el presidente Joe Biden intenta revertir el paso atrás dado por Trump, en Teherán también han cambiado las tornas, pero justo en la dirección contraria.

La espantada de Trump no solo reforzó a los ultraconservadores iraníes opuestos a cualquier negociación, sino que dejó sin argumentos a los sectores más moderados o pragmáticos del régimen de los ayatolás. De ahí las repetidas declaraciones estos días tanto del presidente, Hasan Rohaní, como de su ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif —quienes fueron los artífices del acuerdo del lado iraní—, de que no hay nada que negociar, sino que basta con que Washington cumpla su parte para que ellos reviertan las violaciones del acuerdo con las que, desde entonces, ha respondido Teherán.

Ahora, además, se dan circunstancias que van más allá de la especificidad del tratado en sí. Irán afronta una elección presidencial en junio, y aunque está lejos de ser un sistema democrático, también vive su dosis de lucha política interna. Los ultraconservadores, que confían en ganar en parte por la baza que les dio el fiasco del pacto, quieren evitar un triunfo diplomático de sus rivales moderados ahora en el poder. Del lado estadounidense, el objetivo —y la demanda de sus aliados, tanto Israel como las monarquías árabes— es ampliar el pacto tanto temporalmente como en su alcance. Quienes en la región se opusieron a la firma de 2015 siguen temiendo que los fondos desbloqueados permitan a Irán reforzar su programa de misiles y el apoyo a diferentes grupos paramilitares.

El camino, pues, es difícil. Pero el pacto ofrece una mejor vía de control de las ambiciones nucleares que la situación actual, con menos herramientas de inspección, y un Teherán entregado al apoyo que le brindan China, sobre todo, y Rusia. Es preciso, pues, reanudar esa senda, aceptando que quizá la única vía sea dar pequeños pasos con los que revertir el actual deterioro del tratado. La UE hará bien en trabajar en ese sentido.

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