Resistencia sindical en EE UU

Amazon y Starbucks redoblan sus ataques para impedir la movilización sindical de sus trabajadores

Christian Smalls, quien consiguió organizar un comité de empresa en un almacén de Amazon en Staten Island, tras la vitación el pasado 1 de abril.ANDREA RENAULT (AFP)

Los tímidos brotes de sindicalismo que vive Estados Unidos se han encontrado con la resistencia activa de las grandes empresas para que no cunda el ejemplo. En abril, un grupo de trabajadores de un centro de distribución de Amazon en Staten Island, Nueva York, consiguieron sobreponerse a las pr...

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Los tímidos brotes de sindicalismo que vive Estados Unidos se han encontrado con la resistencia activa de las grandes empresas para que no cunda el ejemplo. En abril, un grupo de trabajadores de un centro de distribución de Amazon en Staten Island, Nueva York, consiguieron sobreponerse a las presiones de la compañía y montar el primer comité de empresa en el seno del gigante electrónico. La victoria se convirtió en un símbolo nacional pero, unas semanas después, Amazon despidió a media docena de jefes de ese centro de trabajo por no haber sabido abortar el nacimiento del sindicato. Otro gigante, Starbucks, ha sido demandado por represalias contra un movimiento sindical que afecta ya a decenas de sus cafeterías.

Apenas el 10,3% de los trabajadores en EE UU (unos 14 millones de personas) están afiliados a algún sindicato. En el sector privado es el 6,1%. Las cifras no han dejado de bajar en las últimas cuatro décadas, pero a principios de abril la Oficina de Relaciones Laborales aseguró que en los seis meses anteriores las peticiones para formar comités de empresa habían crecido un 57%.

La novedad más interesante de esta incipiente primavera sindical está sobre todo en el bum tecnológico que en los últimos 25 años ha transformado la economía y la sociedad en EE UU y en todo el mundo. La actual revolución se ha construido sobre la ausencia total de capacidad negociadora de los trabajadores en los niveles más mecánicos, desarmados frente a los algoritmos que exigen la eficiencia matemática que garantiza los objetivos. Los líderes multimillonarios de este cambio de época, como Jeff Bezos o Elon Musk, son los hombres más ricos del mundo y al mismo tiempo feroces activistas contra la organización de los trabajadores. El ejemplo de Amazon es paradigmático: ingresa 386.000 millones de dólares al año (2020) y vale más de 2.000 millones en Bolsa. Al principio de la pandemia, sus trabajadores y repartidores se jugaron literalmente la vida para cubrir con sus envíos las necesidades de una población encerrada en casa. Sin embargo, los trabajadores en las tareas más básicas de la empresa en EE UU denuncian condiciones de explotación.

La efervescencia sindical coincide con la presidencia de un demócrata de vieja escuela, Joe Biden, que en parte labró su personaje como el hombre en Washington de los sindicatos del metal del noreste industrial. Biden ha recibido en la Casa Blanca al líder sindical de la planta de Amazon y exige ahora a empresas adjudicatarias de la Administración federal tener acuerdos con los sindicatos. A Biden le gusta repetir que “Wall Street no construyó Estados Unidos. La clase media es la que construyó Estados Unidos. Y la clase media la construyeron los sindicatos”. La generación de trabajadores que aspiran a ser clase media en la nueva economía tecnológica necesita ese mismo instrumento de negociación.

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