Una paz justa en Ucrania
La paz y la justicia son el camino más difícil en Ucrania pero la UE no debe renunciar a impulsarlo por todos los medios
Europa quiere la paz. Así lo refleja una amplia encuesta realizada por el European Center on Foreign Relations en 10 países europeos, España entre ellos. Casi cuatro meses de guerra han dado de sí todo lo peor que puede ofrecer una guerra europea: muertos a millares entre los ejércitos contendientes, bárbaros bombardeos sobre las ciudades que han dejado una estela insoportable de víctimas civiles, un país paralizado y semidestruido...
Europa quiere la paz. Así lo refleja una amplia encuesta realizada por el European Center on Foreign Relations en 10 países europeos, España entre ellos. Casi cuatro meses de guerra han dado de sí todo lo peor que puede ofrecer una guerra europea: muertos a millares entre los ejércitos contendientes, bárbaros bombardeos sobre las ciudades que han dejado una estela insoportable de víctimas civiles, un país paralizado y semidestruido, una cuarta parte de la población desplazada y atrocidades de todo tipo, asesinatos, torturas, violaciones y secuestros como no se habían visto en Europa desde las guerras balcánicas, perpetradas por unas milicias putinistas autorizadas al saqueo y al vandalismo.
El estancamiento al que ha llegado la guerra, con avances lentos pero tangibles por parte de Moscú, no alberga buenos augurios. Ucrania ha superado con un éxito sorprendente el momento inicial de la invasión, el más peligroso para su propia existencia como nación libre e independiente, pero ahora se enfrenta, con sus fuerzas debilitadas por las pérdidas humanas y una dependencia enorme del auxilio exterior en armamento y munición, a la guerra larga y de desgaste que le conviene a Putin. La estrategia del Kremlin radica en la utilización de las palancas de la economía global para debilitar los apoyos internacionales de los que ahora goza Kiev hasta conseguir una presión irresistible que obligue a Zelenski a negociar en desventaja.
Putin ha contado con el chantaje del gas y del petróleo desde el primer día, al que se ha añadido luego el de los cereales y los fertilizantes. A la presión sobre los países desarrollados que necesitan su energía se añade ahora la ejercida sobre los países del sur global que temen las hambrunas provocadas por la ruptura del suministro de alimentos. La capacidad del Kremlin para traducir estas necesidades en disrupciones políticas y diplomáticas, incluso en nuevos movimientos de población hacia Europa, está fuera de duda y alcanza incluso a países aliados tradicionalmente con Estados Unidos. Pero su palanca más peligrosa es la espiral inflacionista provocada por su guerra y especialmente los nubarrones sobre las economías avanzadas que anuncian una recesión en caso de que sean insuficientes las medidas tomadas por los bancos centrales.
La inflación suele derribar gobiernos, pero una recesión puede directamente no dejar títere con cabeza y alimentar sin control los movimientos euroescépticos y el descontento con el sistema liberal-democrático cuestionado por los nacional-populismos. Las primarias republicanas, pese a las sólidas pruebas del comportamiento golpista de Trump, se han guiado por la regla inflacionista que da alas a los extremos. Si la guerra dura hasta 2024, Europa puede perder un aliado en Washington.
Urge la paz, pero una paz justa en la que el agredido —Ucrania lo está siendo militarmente desde la madrugada del 24 de febrero— no se siente a negociar en condiciones de desventaja y el agresor rinda cuentas ante la justicia internacional. La derrota estratégica de Putin es ya un hecho, con Ucrania camino de su plena europeidad y Finlandia y Suecia pidiendo su integración en la OTAN. Ahora queda lo más difícil.
La derrota de Putin lleva dentro el peligro de su aislamiento geopolítico de Europa y una asociación más estrecha todavía con Xi Jinping. Una paz negociada que acepte sin más la cesión de territorio ucranio hoy masacrado por Putin resulta inasumible para Zelenski y para la legalidad internacional. Pero una paz que condene a Rusia exclusivamente a sanciones, indemnizaciones a las víctimas y rendición de cuentas ante tribunales internacionales por violaciones de derechos humanos será igualmente inasumible para Putin. El camino de la paz y de la justicia es siempre el más difícil: su propia naturaleza explica que deba ser recorrido con discreción y diplomacia pero la UE no puede renunciar, por su propia supervivencia, a impulsarlo con cualquier medio a su alcance.