¡Esa Luz!

Bajo una bombilla de 40 vatios se escribieron novelas, cuentos y poemas muy encomiables, parejos con el hambre

Oficinas y viviendas iluminadas en la zona norte de Madrid.Luis Sevillano

Cuando en la guerra las sirenas anunciaban un inminente bombardeo, si era de noche, toda la ciudad debía quedar completamente a oscuras, ya que una sola ventana iluminada podía servir de referencia a los pilotos de la aviación enemiga. La orden era expeditiva. ¡Esa luz!, gritaba alguien muy airado por el hueco de la escalera si algún vecino de la comunidad se había olvidado de apagarla. Terminada la contienda ese grito tomó otro significado. ¡Esa luz!, era la orden, no tan dramática pero si taxativa, que ahora lanzaban nuestros padres si veían que uno salía de la habitación dejando la luz ence...

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Cuando en la guerra las sirenas anunciaban un inminente bombardeo, si era de noche, toda la ciudad debía quedar completamente a oscuras, ya que una sola ventana iluminada podía servir de referencia a los pilotos de la aviación enemiga. La orden era expeditiva. ¡Esa luz!, gritaba alguien muy airado por el hueco de la escalera si algún vecino de la comunidad se había olvidado de apagarla. Terminada la contienda ese grito tomó otro significado. ¡Esa luz!, era la orden, no tan dramática pero si taxativa, que ahora lanzaban nuestros padres si veían que uno salía de la habitación dejando la luz encendida. Se trataba de una humilde bombilla de 40 vatios. Eran los tiempos duros del pan negro. Pese a todo, bajo aquella luz mortecina, vigilada, racionada, nunca malgastada, aprendimos a leer los niños de posguerra y con un flexo rudimentario sobre los libros de texto estudiaron varias generaciones de españoles que luego serían ingenieros, científicos, técnicos y altos funcionarios del Estado. Bajo una bombilla de 40 vatios se escribieron novelas, cuentos y poemas muy encomiables, parejos con el hambre. ¡Esa luz! Aquella orden que nos daban nuestros padres es la misma que nos da ahora la Unión Europea. A estas alturas nadie ignora que estamos sufriendo los efectos de una guerra en la que el grito de ¡esa luz! es el aviso de que caminamos hacia un futuro muy negro que tal vez deberemos iluminarlo de nuevo con una bombilla de 40 vatios. Y mientras tanto, he aquí que el telescopio James Webb desde 1,5 millones de kilómetros con sus 18 espejos desplegados capta la luz infrarroja que emiten las galaxias más lejanas. Una de ellas nos llega desde el espacio más profundo del universo a 13.000 millones de años atrás en el tiempo. ¡Esa luz!, gritan ahora llenos de euforia los astrónomos, es la luz primigenia, que puede iluminar la oscuridad que nos espera.

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