¿Para cuándo una clasificación de la equidad universitaria?

Los lectores opinan sobre el último ‘ranking’ de Shanghái, la supuesta moderación de Alberto Núñez Feijóo, los incendios forestales, y los encuentros fortuitos que alegran el día

Una profesora imparte clase en la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid.David Expósito

Todos los años por estas fechas se dan a conocer los resultados de la clasificación de Shanghái que enumera “las mejores universidades del mundo”. Haciéndose eco del citado estudio, EL PAÍS suele publicar artículos como el del pasado lunes titulado: “Las universidades europeas y españolas retroceden en el ranking de Shanghái”. Son frecuentes también artículos que dan voz a gurús de la...

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Todos los años por estas fechas se dan a conocer los resultados de la clasificación de Shanghái que enumera “las mejores universidades del mundo”. Haciéndose eco del citado estudio, EL PAÍS suele publicar artículos como el del pasado lunes titulado: “Las universidades europeas y españolas retroceden en el ranking de Shanghái”. Son frecuentes también artículos que dan voz a gurús de las universidades estadounidenses más destacadas, habitualmente aportando consejos a las modestas universidades españolas sobre el camino a seguir. Sin embargo, las universidades europeas y muy especialmente las españolas destacan por su equidad y por el fomento de la igualdad de oportunidades. Promueven una formación de excelencia y accesible que ayuda a paliar las diferencias sociales y deriva en un país no especialmente puntero, pero sí razonablemente justo, lo que no es el caso de las universidades de EE UU y China, más favorecidas en la clasificación. Me pregunto cuándo pondremos el foco en la equidad educativa.

Andrés Díaz Lantada. Madrid

No concuerda

Cría fama y échate a dormir, dicen. Como Alberto Núñez Feijóo, que siempre deja caer, aunque sin levantar la voz, algún término o expresión estridente. Y así, con sus formas moderadas, suelta aquello de que el Gobierno “se forra” con nuestros impuestos; Pedro Sánchez “no tiene corazón” si no nos los baja, o “nos ha metido un pufo” de 6.000 euros a cada español. Y, últimamente, las medidas de ahorro energético son “autoritarias” o, incluso, “totalitarias”. Si el mensaje es sencillo y directo, lo captamos antes y mejor, no cabe duda. Pero cuando se exagera pasa de sencillo a simple y de directo a fácil, y se le ve el juego.

Luis de Luxán Meléndez. Llanes (Asturias).

Huele a quemado en Valencia

Esta noche Valencia huele a quemado. Ha llegado el humo seco de los pinos. Como gritos de desesperación de una montaña que nunca tuvo voz ni voto y que ahora arde a fuego vivo. ¿Nos daremos cuenta de que el problema existe cuando, además de por la televisión, los incendios entran por las ventanas de nuestras casas? Necesitamos más que apagar los escaparates y cambiar la temperatura del aire acondicionado. Este es el verano más tranquilo y frío del resto de nuestras vidas.

Ana Díaz Vidal. Valencia

Aviones de papel en el metro

Ayer, en el metro, un anciano comenzó a doblar las esquinas de un recibo lleno de números que no suman, y entre miradas de desdén y finales de rutina lanzó el avión con gesto melancólico. Por un segundo, su sonrisa y el vuelo del avión han sido conjuntos, y el vaivén del vagón del metro acompañaba ese instante que en él seguro recordaba al niño de su interior. No he podido evitar mirarle con una sonrisa tímida. Me ha devuelto el gesto y ha hecho trizas su avioncito de papel. Supongo que uno vive para los instantes en los que un avión es empujado por la inercia del metro de Madrid. Ojalá no hubiese acabado. Supongo que me ha alegrado el día. Espero que a él también. Espero que siga haciendo muchos más avioncitos de papel y que resuene una risa infantil en su cabeza mientras vuelen.

Estrella Avis. Madrid

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