La historia de Nadia y el viejo capo

El poema de una niña fallecida en una masacre ordenada por Matteo Messina inspiró la operación de los Carabinieri

Imagen de video de los Carabineros de Matteo Messina Denaro, el lunes antes de su detención, en Palermo, Sicilia.Carabinieri (AP)

La noche del 26 de mayo de 1993, Nadia Nencioni tenía 9 años y una hermana, Caterina, de apenas 50 días. Sus padres, Fabrizio y Angela, se encargaban del cuidado de la Academia dei Georgofili, fundada en 1753 en el centro de Florencia, y vivían allí, justo al lado de la Galería de los Uffizi. A Nadia le gustaba la poesía, y unos días antes había escrito un poema que tituló Il tramonto (La puesta de sol) sobre un dibujo en el que se veía un sol a punto de irse a dormir. Se puede leer en Twitter que, el pasado lunes, cuando ...

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La noche del 26 de mayo de 1993, Nadia Nencioni tenía 9 años y una hermana, Caterina, de apenas 50 días. Sus padres, Fabrizio y Angela, se encargaban del cuidado de la Academia dei Georgofili, fundada en 1753 en el centro de Florencia, y vivían allí, justo al lado de la Galería de los Uffizi. A Nadia le gustaba la poesía, y unos días antes había escrito un poema que tituló Il tramonto (La puesta de sol) sobre un dibujo en el que se veía un sol a punto de irse a dormir. Se puede leer en Twitter que, el pasado lunes, cuando los agentes de los Carabinieri condujeron a Matteo Messina Denaro al centro de operaciones para interrogarlo, allí estaba colgada la fotocopia del cuaderno escolar en el que Nadia había escrito su poema. “Se va la tarde / se acerca el atardecer / un momento maravilloso / se va el sol (a la cama) / ya es de noche y todo se acaba”. Aquella madrugada de hace 30 años, un coche bomba cargado con 250 kilos de explosivos destruyó el viejo edificio, provocó la muerte de Nadia y de toda su familia, la de un vecino llamado Dario Capolicchio y también hirió a otras 48 personas. El atentado, una verdadera masacre, fue ordenado por Messina Denaro, ya entonces jefe de la Cosa Nostra, y por eso fue condenado en rebeldía a la pena de cadena perpetua. Y también por eso —durante los largos días, meses, años, que duró la búsqueda— los agentes tuvieron siempre a la vista el poema de Nadia, y decidieron bautizar la operación de captura con su título en inglés: Sunset.

Tal vez sea solo un detalle, apenas unas líneas a pie de página de una jornada histórica, pero es uno de esos gestos de humanidad, de amor por las pequeñas cosas, que son la verdadera esencia de Italia, tan indolente a veces, tan cínica otras —es una obra maestra del género el tuit de Silvio Berlusconi en el que felicita por la detención a una magistratura que tantas veces atacó, y además por un golpe a una organización en la que siempre tuvo grandes amigos—. No es de extrañar, en cualquier caso, que tratándose de Italia y de Twitter el misterio y la sospecha no se hayan hecho esperar. ¿Se ha tratado de un éxito policial en toda regla o quizá de un acuerdo entre el viejo y enfermo mafioso y las autoridades? Pero ni siquiera esto se sale del guion de una película tantas veces rodada: la del fugitivo convertido en leyenda por su capacidad de convertirse en un fantasma, detenido apenas a unos metros de donde nació, con una apariencia que ha ido cambiando por el paso del tiempo o por las operaciones, y que cuando por fin es capturado resulta siempre un vecino ejemplar. “¿¡Qué quieren que les diga!?”, responde a los periodistas un paisano en un vídeo de Twitter, “era amable, decía buenos días, buenas noches...”. La táctica de mimetizarse con un entorno familiar —donde es más fácil rodearse de un entorno de ciegos y mudos por conveniencia o por miedo— parece patentada por los jefes de la mafia de Sicilia, pero también la nuestra la adoptó a veces. Cuando la policía francesa detuvo en 2004 a Mikel Albizu, más conocido como Mikel Antza, el periódico me envió a Salies-de-Béarn, una pequeña localidad en que el jefe de ETA y su esposa, Soledad Iparraguirre, Anboto, vivían desde hacía cuatro años con su hijo en una mansión situada a una hora en coche de la frontera con España. Lo que más me llamó entonces la atención —y también ahora— es que el terrorista más esquivo, el fugitivo por antonomasia, se sentía mucho más seguro en su casa que muchas de sus víctimas.

De ahí la importancia del detalle de los Carabinieri. El objetivo último no es detener al viejo capo —ya habrá otro que se apresure a sustituirle—, sino de hacer justicia a Nadia. Pase el tiempo que pase, cueste lo que cueste.

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