Contra las cajas de autocobro: necesitamos atención al público

La proliferación de los sistemas de autoservicio en los comercios va en detrimento de la cercanía y la buena relación con los clientes

Un trabajador cobra a una clienta en un supermercado de Madrid.DAVID EXPÓSITO

Adrian Tomine firmó una portada emblemática de The New Yorker que reaparece de cuando en cuando en Twitter. En ella, una mujer recoge en la puerta de su casa un paquete que le entrega un repartidor de Amazon; justo al lado, un hombre abre la puerta de la librería que regenta. En 2018, Verne destacó que se había convertido en meme una década después de su publicación, pero hoy podemos verlo como algo más: el principio d...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Adrian Tomine firmó una portada emblemática de The New Yorker que reaparece de cuando en cuando en Twitter. En ella, una mujer recoge en la puerta de su casa un paquete que le entrega un repartidor de Amazon; justo al lado, un hombre abre la puerta de la librería que regenta. En 2018, Verne destacó que se había convertido en meme una década después de su publicación, pero hoy podemos verlo como algo más: el principio del fin del trato con los comerciantes. No he visto la imagen compartida en los últimos días, pero me he acordado de ella al leer críticas a la proliferación de cajas de autocobro en tiendas y supermercados.

Hace un par de semanas, murió un quiosquero del barrio de El Carmen, en Murcia. Su fallecimiento supuso una gran pérdida para sus clientes habituales, porque seguramente noten que cada vez existe menos cercanía en las tiendas. La periodista María González tuiteó: “Se me ha muerto el quiosquero y yo es que me muero de la pena porque qué gusto pararte a hablar de libros con alguien, qué gusto dar los buenos días, qué gusto pasear por un barrio lleno de caras conocidas y qué poco nos queda ya de todo esto”.

Charlar con quien te vende el periódico, preguntar qué tal va la mañana a quien te llena el depósito del coche o por la familia a quien te sirve en el bar no es más que ser humano con la persona que tenemos delante. Este trato humano cada vez va a menos: los bancos están cambiando sus oficinas para convertirlas en espacios abiertos con —dicen— atención personalizada, pero cuando alguien intenta hacer una gestión en caja obtiene una tajante respuesta: “Eso, en el cajero o en la web”. Lo mismo ocurre con supermercados y gasolineras. Las quejas sobre las cajas de autocobro se cuentan por cientos en las redes sociales: “Nada hará más por el anticapitalismo de nuestros padres que las cajas de autopago: ‘en el decathlon??? a mí no me verán’, ‘al ikea? ni de broma que ya no hay personas”, tuiteó la periodista y escritora Anna Pacheco.

Por suerte, los pequeños comercios, aun ahogados por las grandes superficies, siguen prestando la misma atención de siempre a quienes cruzan sus puertas con una sonrisa mientras ayudan a meter la compra en la bolsa y cuentan el cambio antes de despedirse de un cliente.

Algo así ha ideado —más bien recuperado— una cadena de supermercados de Holanda, que ha instalado en sus establecimientos “cajas lentas” en las que quien lo desee puede entretenerse y charlar con los cajeros. Sin prisas. Tuvo repercusión en las redes hace unos días, aunque la iniciativa ya lleva unos años en vigor: “Ayuda a mucha gente, especialmente a ancianos, a lidiar con la soledad”, reza un tuit de @maartenvda. “La medida ha tenido tanta acogida que han instalado cajas lentas en 200 tiendas”, añade. 200 tiendas, nada más y nada menos. Imaginémonos cuando sucedía en todas. Una locura.

Entre las reacciones a ese tuit están las de quienes lo consideran una bonita medida y las de quienes opinan que no es más que un parche que busca corregir un grave problema: el abandono de los mayores. “Tu sociedad ha fallado si un anciano tiene que ir al centro comercial a que le den conversación”, escribe @laiguanatuiter. La cuenta de la editorial Capitán Swing tuiteó varios mensajes con una medida que, en la era del autoservicio, puede resultar revolucionaria. Uno de ellos es: “Esperar voluntariamente en la cola del súper como pequeño sabotaje cotidiano al orden sistémico acelerado del turbocapitalismo”.

Lo que hoy necesitamos es humanidad, no autoservicio total en los comercios.

Sobre la firma

Más información

Archivado En