Mortadelo, Ibáñez y mi abuela
Hay gente que ha hecho mucho mal a sus semejantes y gente que les ha hecho mucho bien. Francisco Ibáñez fue de estos últimos. Mi aplauso y mi gratitud al genio.
Al principio fue el tebeo. Estaban allí, en abundancia, y eran económicos. Asociados a la infancia y el humor, las autoridades educativas del régimen no parece que reparasen en la mirada crítica con la realidad de la época a que inducían algunas de aquellas publicaciones en apariencia inofensivas. Se ha querido pintar el franquismo como un páramo cultural, negando así el desempeño del mucho talento que había, bien que sometido a condiciones de censura y represión. ¿A cuántos niños el tebeo los avezó a esa actividad silenciosa y solitaria que es la lectura? Hubo quienes empezaron por Salgari o ...
Al principio fue el tebeo. Estaban allí, en abundancia, y eran económicos. Asociados a la infancia y el humor, las autoridades educativas del régimen no parece que reparasen en la mirada crítica con la realidad de la época a que inducían algunas de aquellas publicaciones en apariencia inofensivas. Se ha querido pintar el franquismo como un páramo cultural, negando así el desempeño del mucho talento que había, bien que sometido a condiciones de censura y represión. ¿A cuántos niños el tebeo los avezó a esa actividad silenciosa y solitaria que es la lectura? Hubo quienes empezaron por Salgari o por Enid Blyton, lo cual está muy bien. De algún puerto hay que zarpar. Otros llegamos al Capitán Trueno, a Mortadelo y Filemón, a Zipi y Zape, antes que al Mío Cid o a Lázaro de Tormes, impuestos en el colegio. Yo tenía una abuela originaria de Asteasu, pequeño pueblo del corazón de Guipúzcoa. Me daba un duro si la visitaba. “Vienes sólo por el duro”, me reñía. Y yo le daba la razón. Lo que ella nunca supo es que de su casa yo iba derecho a la papelería del barrio a comprarme con su duro el tebeo de la semana. También fue esa abuela severa la que me regaló mi primer tablero de ajedrez. Hay personas de nuestro entorno que, sin pretenderlo, dejan en nosotros una huella duradera. Evoco a mi abuela en relación con las viñetas de Francisco Ibáñez, fallecido el sábado pasado a los 87 años. Se ha dicho con acierto que sus inolvidables figuras son antihéroes. Sus historietas pasan, ¿dónde?, aquí, en nuestras calles y nuestras casas, y son de una violencia extraordinaria que no deja muertos, aunque sí chamuscados y maltrechos que siempre se recuperan. Son como nosotros: defectuosos, quizá un punto chapuceros, humanos. Hay gente que ha hecho mucho mal a sus semejantes y gente que les ha hecho mucho bien. Francisco Ibáñez fue de estos últimos. Mi aplauso y mi gratitud al genio.