Por fin, el Parlamento

El inicio de la XV Legislatura reconduce hacia las instituciones la polarización política pero no la elimina

El rey Felipe VI pronuncia el discurso de apertura de la XV Legislatura de las Cortes Generales,este miércoles en el Congreso de los Diputados.Claudio Álvarez

Comparada con otras, la democracia española no ha desarrollado en estas cuatro décadas una liturgia muy sofisticada. La carencia de precedentes y tradiciones laicas aporta agilidad a una democracia moderna, pero también supone que haya pocas ocasiones en las que los ciudadanos pueden apreciar la continuidad del Estado de derecho y la solidez de las instituciones por encima de las personas que las ocupan. El discurso del Rey ante las Cortes para la apertura solemne de cada legislatura es uno de esos momentos, y el que tuvo lugar este miércoles proporcionó un buen retrato de la desconexión que existe entre el vocerío político y la realidad institucional.

Felipe VI inauguró el nuevo Parlamento con un discurso en el que puede reconocerse una inmensa mayoría de los españoles: recordó el pluralismo de nuestro sistema político y su búsqueda de la libertad y de la igualdad, reivindicó la Constitución como una herramienta de futuro y pidió orientar la política a los jóvenes, para legarles “una España sólida y unida”. Cualquier interpretación partidista de la figura del Rey quedó desautorizada.

La XV Legislatura comienza sin que algunos partidos hayan concedido a los ciudadanos apenas unas horas de tregua en la estrategia de trincheras en la que se mueven desde la campaña de las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Vox ha llegado hasta el extremo de atizar el acoso en las calles contra las sedes del PSOE. Los decibelios aumentarán según avance la tramitación, promulgación y probable disputa judicial de la proposición de ley de amnistía para los encausados por el procés independentista que el PSOE impulsa a cambio de los votos de Junts y ERC en la investidura de Pedro Sánchez. El PP, convencido de que muchos españoles rechazan esta concesión, está decidido, legítimamente, a cabalgar esa ola de opinión, pero está obligado a atenerse a los límites de la verdad y el decoro, evitando argumentos como golpe de Estado, humillación o traición a la patria propias de un populismo peligroso. Es necesario combatir la idea de que la polarización es una maldición inevitable. Al contrario, es una decisión política que se toma conscientemente. Son, lamentablemente, tiempos para recordar lo obvio: las leyes las hace el Parlamento, todas las mayorías son igual de legítimas y lo que es legal lo deciden, finalmente, los jueces.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, recordó este miércoles una serie de normas de eminente carácter social salidas de esa Cámara —desde la ley del divorcio hasta la de la eutanasia de 2021 pasando por la del matrimonio igualitario o la supresión del servicio militar obligatorio— y pidió “no distorsionar la realidad”. Que el PP lo entendiera como “una provocación” es un mal síntoma que escenificó con los brazos cruzados para no aplaudir a la tercera autoridad del Estado en presencia de los Reyes.

La política vuelve desde hoy al Congreso y al Senado. Nadie espera calma a corto plazo, pero sí que los procedimientos parlamentarios rebajen las polémicas artificiales. Será bueno también para los partidos nacionalistas e independentistas, cuya ausencia en la sesión de este miércoles resultó una nimiedad que insiste en una inmadura y pueril concepción de la política. La monarquía parlamentaria es en España parte de la misma Constitución que les reconoce su derecho a defender lo que quieran desde el escaño. Este miércoles era el día de poner en valor las instituciones que garantizan el conjunto de reglas compartidas dentro de las cuales es legítima, habrá tiempo de comprobarlo, la discrepancia más profunda.

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