Un plan para librar del paludismo a 25 países en los próximos cinco años
La Organización Mundial de la Salud lanza la iniciativa E-2025 con motivo del Día Mundial de la Malaria, el próximo 25 de abril, para apoyar a aquellos territorios que están a punto de acabar con la enfermedad
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El mensaje de quienes entienden de malaria ha sido agridulce en los últimos años. El mundo ha vivido dos décadas de esplendor en cuanto a su reducción, con 7,6 millones de vidas salvadas y más de 1.500 millones de infecciones evitadas —según el último informe mundial sobre paludismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, pero, durante los últimos años, se vive un periodo de estancamiento que amenaza con desbaratar todo el trabajo realizado.
Sin embargo, con motivo del Día Mundial del Paludismo, el próximo 25 de abril, la OMS ha optado por insuflar ánimos actualizando el recuento de los países que han sido certificados como libres de la transmisión, que son ya 38 desde que se tienen datos, ocho de ellos en los últimos cinco años. “Queremos enviar un mensaje de esperanza. No importa cuál sea la carga que tengas en tu país, hay un camino que se puede recorrer. Y la etapa final de ese camino será su eliminación en todos los países de este planeta”, ha declarado en una rueda de prensa virtual celebrada este miércoles el doctor Pedro Alonso, director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS.
Ha habido un segundo anuncio también: el de la lista de países que están cerca de acabar con la malaria si siguen cumpliendo las pautas establecidas. Para acompañar y apoyar a estos últimos en el tramo final de su lucha, la OMS ha hecho pública la estrategia E-2025, el renovado plan de acción para borrar de la faz de la Tierra esta antiquísima enfermedad parasitaria, transmitida a través de la picadura de un mosquito y tratable, pero que pese a ello solo en 2019 afectó a 225 millones de personas y mató a 409.000, la mayoría niños entre cero y cinco años del África subsahariana, donde se concentra el 94% de casos.
El programa E-2025 que se pone en marcha ahora es heredero de uno anterior, el E-2020. Este fue lanzado en 2017 para apoyar a un grupo de 21 países en los que se vieron posibilidades reales de acabar con la afección. Se les brindó esa ayuda con orientación, apoyo técnico y la organización de foros internacionales en los que los actores implicados en esta batalla, fundamentalmente los responsables de los programas nacionales de cada país, intercambiaron ideas y experiencias.
Hoy, el informe Zeroing in on Malaria Elimination recapitula cómo han ido estos cinco últimos años, qué se ha aprendido, qué falta por hacer, qué se puede mejorar y, muy importante, lo conseguido: que de aquellos 21 países seleccionados, ocho hayan logrado registrar cero casos autóctonos de paludismo. Han sido Argelia, Belice, Cabo Verde, China, El Salvador, Paraguay, la República Islámica de Irán y Malasia, aunque este último parcialmente, pues aunque ha eliminado las principales especies de parásitos que lo causan ―el Plasmodium falciparum, el P. vivax, el P. ovale y el P. malariae―, el llamado P. knowlesi, cuyo reservorio habitual son los monos, sigue infectando a muchas personas.
Pero hay más noticias buenas: la OMS concedió a 11 países el certificado de eliminación del paludismo entre 2000 y 2021, que se otorga cuando pasan tres años consecutivos sin que registren casos autóctonos. Fueron Emiratos Árabes Unidos (2007), Marruecos (2010), Turkmenistán (2010), Armenia (2011), Sri Lanka (2016), Kirguistán (2016), Paraguay (2018), Uzbekistán (2018), Argelia (2019), Argentina (2019) y El Salvador (2021). Además, el número de los que han notificado menos de mil infecciones anuales ha aumentado más del doble: de 14 países en 2000 a 34 en 2019.
El informe de la OMS ha elegido un ejemplo de buenas prácticas en cada continente. En América, El Salvador, que en 1965 registraba la mayor carga de paludismo de la región, con unos 34.000 pacientes anuales. La última muerte acaeció en 1984, pero su Gobierno no ha dejado de luchar y por fin, en febrero de 2021, logró la certificación.
En África, Argelia, que en 1960 registraba 80.000 casos anuales. Quedó libre oficialmente en 2019 gracias a “un personal sanitario bien capacitado, una respuesta rápida a los brotes y la provisión de diagnósticos y tratamientos gratuitos para todas las personas dentro de sus fronteras, independientemente de su nacionalidad o condición jurídica”, según el informe de la OMS.
En África, el ejemplo destacado es el de Argelia, que en 1960 registraba 80.000 casos anuales. Quedó libre oficialmente en 2019
El ejemplo asiático es el de Sri Lanka: pasó de 2,8 millones de infectados en 1946 a 17 en 1963, pero las medidas se relajaron y en la década de los sesenta la situación volvió a tornarse peligrosa. El país ha pasado por una guerra civil, pero eso no ha impedido acabar con la enfermedad en 2016 gracias a la combinación de medidas de control, vigilancia y tratamiento, así como el uso de centros sanitarios móviles en zonas remotas de alta transmisión, lo que permitió que se pudieran diagnosticar y tratar pacientes muy rápido. También es destacable el caso de la India, uno de los países con mayor prevalencia; sin haber llegado a la meta, ha experimentado una reducción del 60% entre 2017 y 2019.
Otra de las buenas noticias compartidas hoy ha sido la reducción de hasta un 97% de infecciones y un 99% de la mortalidad en la subregión del Gran Mekong, que incluye a Camboya, Myanmar, Laos, Tailandia, Vietnam y la provincia china de Yunan. Esta zona se vigila de cerca porque aquí se detectó que la resistencia a los tratamientos de primera línea era elevada. En 2015 se creó una estrategia específica para contener la propagación de los parásitos farmacorresistentes e implementar medidas que permitieran la eliminación de todas las especies causantes del paludismo para 2030, y esta sigue en marcha después de que en noviembre de 2020 el comité de vigilancia de estos fármacos informara de que se ha logrado que las terapias de primera y segunda línea sigan siendo eficaces.
Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana, la República Popular Democrática de Corea, Santo Tomé y Príncipe, Tailandia y Vanuatu son los países incluidos en la estrategia E-2025 para eliminar la malaria
Tras analizar el trabajo de estos últimos años, la OMS atribuye estos hitos a una serie de factores que han sido comunes en todos los casos de éxito:
- Primero, un compromiso político robusto que ha trascendido al Gobierno de turno y se ha mantenido durante décadas, independientemente de quien estuviera en el poder.
- En segundo lugar, la financiación sostenida: acabar con la malaria cuesta dinero y los sucesivos gobiernos de estos países han cubierto costes, algo especialmente valioso en los últimos tiempos, pues los fondos que destinan tanto los países endémicos como los organismos internacionales están de capa caída. Según el último informe anual, se destinó un total de 3.000 millones de dólares (unos 2.500 millones de euros) en 2019, una cifra por debajo de los 5.600 millones requeridos en la estrategia mundial contra el paludismo. “Estamos invirtiendo alrededor de 3.400 millones de dólares al año. Parece mucho dinero y es mucho dinero, pero está muy por debajo de lo que se necesita para cumplir con los objetivos globales. Estamos 2.000 millones por debajo de donde deberíamos estar, mientras que debería haber un aumento continuo de aproximadamente ocho a nueve mil millones de dólares por año de aquí a 2030. Financieramente, es una gran preocupación”, ha asegurado el doctor Alonso.
- En tercer lugar, contar con sistemas de salud “que no han dejado a nadie atrás”, alaba la OMS, en línea con el eslogan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible —eliminar la malaria es uno de ellos, de hecho—. Esto quiere decir que en los países donde se ha acabado con el paludismo se brinda atención sanitaria de prevención y tratamiento a todo aquel en riesgo, sin importar su estatus legal en el país o su capacidad de pago.
- El cuarto punto importante ha sido fortalecer los sistemas de información, es decir, invertir recursos en sistemas de vigilancia capaces de generar datos fiables sobre el estado del control de la enfermedad.
- Por último, destacan la participación de la ciudadanía, con especial énfasis en el trabajo de los agentes de salud comunitarios que han cubierto cada rincón de sus países, por muy remotos, pobres e inaccesibles que estos fueran y que han salvado muchas vidas.
Este cóctel de acciones es el que puede ayudar a los que aún pelean contra la enfermedad. Quedan 17 de la lista inicial, que son Arabia Saudita, Belice, Botsuana, Bután, Cabo Verde, las islas Comoras, Costa Rica, Ecuador, Esuatini, Malasia, México, Nepal, la República de Corea, la República Islámica del Irán, Sudáfrica, Surinam y Timor Leste. Todos ellos han alcanzado cero casos autóctonos, pero no han solicitado oficialmente la certificación a la OMS. Otros ocho nuevos han sido incluidos por primera vez: Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana, la República Popular Democrática de Corea, Santo Tomé y Príncipe, Tailandia y Vanuatu.
Viejos y nuevos retos
Más allá de celebraciones, queda mucho trabajo por hacer, especialmente en África subsahariana, donde si bien es cierto que es donde se ha visto un progreso más extraordinario, también es el continente con mayor prevalencia. “Sobre todo en Nigeria y la República Democrática del Congo, dos naciones con poblaciones muy grandes que representan casi el 50% de toda la carga mundial de enfermedades”, ha apuntado Alonso. “África es, indiscutiblemente, nuestra principal preocupación. Allí es donde debemos mantener la atención; detener las muertes por malaria debe ser nuestra máxima prioridad”.
En cuanto al impacto de la covid-19 a esta lucha, la OMS ha explicado que ha habido problemas, en concreto la desviación de recursos humanos y financiación hacia la lucha contra el nuevo coronavirus, pero también las restricciones de movimiento y los confinamientos, que han provocado retraso en la entrega de herramientas de prevención, como las mosquiteras rociadas con antipalúdicos y también el hecho de que menos personas hayan acudido a los centros de salud. En Timor Leste, por ejemplo, que había notificado cero casos entre 2018 y 2019, se produjo un brote a mediados del año pasado. Y en Bután, el retraso en la entrega de las mosquiteras aumentó las cifras de enfermos. Según los resultados de una reciente encuesta realizada por la OMS, un tercio de los países de todo el mundo ha sufrido interrupciones, al menos parciales, en la prestación de servicios contra el paludismo durante la pandemia.
Pese a las dificultades, gracias a la colaboración de gobiernos y socios se distribuyeron más de 116 millones de mosquiteras, ha señalado en la rueda de prensa Melanie Renshaw, copresidenta de RBM Partnership, la mayor plataforma mundial para acabar con la malaria. “También más niños que nunca recibieron la profilaxis estacional, algo muy impresionante teniendo en cuenta que estábamos en medio de una pandemia. Y de manera similar, gran parte de la fumigación en interiores se llevó a cabo según lo planeado”.
La experta cree que se ha evitado ese peor escenario previsto en el que se doblarían las muertes, pero, cuando se presenten los datos de finales de 2020, se verá un aumento de las mismas como resultado de la pandemia “en gran parte debido a interrupciones del servicio. Y, por supuesto, todavía no estamos fuera de peligro”, ha alertado.
Y mientras, más de 650.000 niños vacunados
La Organización Mundial de la Salud informó este martes de que 650.000 niños han sido vacunados contra la malaria en Ghana, Kenia y Malawi, los tres países donde en abril de 2019 se inició un programa piloto de inmunización. “Ghana, Kenia y Malawi muestran que las plataformas de vacunación infantil existentes pueden administrar eficazmente la vacuna contra la malaria a los niños”, ha declarado Kate O’Brien, directora del Departamento de Inmunizaciones de la OMS. “Esta vacuna puede ser clave para que la prevención de la malaria sea más equitativa y para salvar más vidas”. Los conocimientos generados a partir de este programa piloto orientarán a la OMS sobre la posibilidad de realizar un uso más amplio de la vacuna en África subsahariana. Se espera que los órganos asesores mundiales se reúnan en octubre de 2021 para revisar los datos y decidir si aconsejan un uso más amplio de esta inmunización. La vacuna RTS, S es la primera y única hasta la fecha que ha demostrado reducir la malaria en los niños.
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