En busca de recetas para acabar con el trabajo infantil tras la covid
Volver al colegio, ayudar a las familias más pobres, más políticas sociales y recogida exhaustiva de datos son propuestas de un grupo de expertos reunido por Unicef para frenar el aumento de la explotación laboral por la pandemia
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María, de 12 años, es una niña ugandesa que tritura piedra en una cantera de Uganda. Por este trabajo, que realiza siete horas, seis días a la semana, apenas gana 5.000 chelines por semana (1,39 dólares/1,16 euros). Y en ocasiones, puede que vuelva a casa con menos, ya que su sueldo depende de la satisfacción de su jefe, según haya picado o no a buen tamaño la roca. “Se sienten atrapados. Nos cuentan que necesitan el trabajo y el dinero, a pesar de que sea poco. Y en cualquier caso, siguen teniendo hambre, porque lo que ganan no es suficiente”, explica Jo Becker, directora de la división de Derechos del Niño de Human Rights Watch (HRW). El testimonio de esta pequeña está recogido en el informe Tengo que trabajar para comer, publicado el pasado 26 de mayo.
La pandemia ha trastocado el objetivo de acabar con el trabajo infantil que se habían fijado las organizaciones internacionales. Hasta antes de la crisis sanitaria, las perspectivas para erradicarlo eran halagüeñas, sin embargo en los últimos cinco años, el progreso se había estancado. La última alerta sonaba la semana pasada: más de 160 millones de niños están en situación de explotación laboral, según el estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Unicef Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir. La covid-19, según el mismo informe, amenaza con incluir en este abismo de esclavitud a otros nueve millones a finales del 2022.
Pero, ¿cómo se podría revertir el aumento del trabajo infantil tras la pandemia? Un grupo de expertos reunido en el webinar Leading Minds session on COVID-19 and Child Labour, promovido por la oficina de investigación de Unicef Innocenti, apuesta por recetas universales para vencer a un viejo conocido en una época excepcional: la vuelta de inmediato al colegio, ayudas económicas a las familias más vulnerables; un mayor desarrollo de las políticas sociales y la recogida exhaustiva de datos. Estas son algunas de las medidas prioritarias. Pero hay más. “Los gobiernos y los donantes deberían aumentar las asignaciones en efectivo a las familias para mantener a los niños fuera del trabajo infantil peligroso y explotador y proteger su educación y un nivel de vida adecuado para ellos”, pide Becker, de HRW.
Por regiones, es África Subsahariana la que ha disparado las cifras, ya que las continuas crisis, la pobreza extrema y la, muchas veces, inexistente protección social han obligado a las familias a tomar la decisión de mandar a sus hijos a trabajar. La covid-19, que ha dejado a una gran mayoría sin sustento, solo ha hecho empeorar esta situación. “Mientras no haya otros incentivos para mandar a los niños al colegio, los granjeros no querrán perder esa mano de obra”, asegura Mohammed Rafiq Khan, jefe de la división de la protección del niño de Unicef en Ghana. Este país, junto a Costa de Marfil, es una de las zonas donde más menores se emplean en el cultivo de cacao: uno de cada cinco niños trabajan, y tres lo hacen en el campo. “Y lo hacen exponiéndose a pesticidas y otros productos nocivos para su salud”, añade Rafiq Khan.
Ghana, junto a Costa de Marfil, es uno de los países donde más menores se emplean en el cultivo de cacao
En cuanto a la protección social por parte de los distintos gobiernos, no hay una sola respuesta, pero sí muchos matices. “No existe un único factor para solucionar el problema, sino que hay que responder de manera multidisciplinar. Por ejemplo, la innovación y la mejora en la productividad a la hora de recolectar el cacao en los campos de Ghana ayudaría a mejorar la protección de los niños”, contextualiza Rafiq Khan. “Son los estados los que deben tomar el liderazgo para que esta crisis económica mejore”, añade Virginia Messina, vicepresidenta sénior de promoción y comunicaciones del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC en sus siglas en inglés), otra invitada a la charla.
La débil situación económica en la que las familias se encuentran por la pandemia es otro factor más para el aumento del número de niños que han dejado la escuela, cerrada desde hace más de dos años en muchos lugares. “En Uganda las matrículas de los colegios son muy caras y son una gran barrera. Muchos hermanos mayores trabajan para poder pagar la educación de sus hermanos más pequeños”, asegura Becker.
Otro de los factores a tener en cuenta para luchar contra el trabajo infantil es la recogida de datos. Los avances en esta materia, reconocen los expertos, ha sido fundamental para identificar dónde y cuándo está ocurriendo. Así lo explica Eric Edmonds, profesor de Economía en Dartmouth College. “Hace 10 años solo podíamos saber si sus hijos trabajaban o no, pero con las herramientas de las que disponemos en 2021 podemos ser más concretos, lo que ayuda a afinar nuestra búsqueda. Ahora podemos preguntar: “¿Ayuda tu hijo a alimentar a los cerdos cada semana?, una actividad que culturalmente puede estar normalizada, pero que no deja de ser trabajo infantil”.
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