La tala se cierne sobre una de las primeras Reservas de la Biosfera del mundo
La madera extraída de la selva de la República Democrática del Congo se vende en Europa y Estados Unidos. La Unesco anuncia una auditoría de gestión para salvarla de la deforestación
- Planeta Futuro/EL PAÍS expone planes para abrir carreteras de evacuación de madera en una selva conectada a la Reserva del Hombre y la Biosfera de la Unesco de Yangambi, en la República Democrática del Congo. La zona es un reservorio de chimpancés, pangolines y afrormosia, un árbol amenazado muy preciado en mercados internacionales.
- La madera se exporta a la UE y también ha llegado a EE UU a través de los puertos españoles de Valencia y Algeciras. Europa es el principal donante mundial para la conservación de la selva del Congo.
- La UNESCO anuncia una auditoría institucional para mejorar la gobernanza de las tres Reservas del Hombre y la Biosfera del país. También revisará los límites de la reserva de Yangambi para proteger las zonas de alto valor de conservación.
En un recodo salvaje de la selva del Congo, unas cámaras trampa aguardan para captar imágenes de algunas de las especies más raras y carismáticas de África Central: chimpancés, pangolines gigantes, okapis... Todos ellos, aniquilados de las zonas circundantes.
El aislamiento de este rincón de jungla los ha protegido de la presión humana en un país con uno de los mayores índices de crecimiento demográfico del planeta. Pero si todo sigue como está previsto, la maquinaria pesada empezará a abrir carreteras de tala industrial en la zona a partir de 2024. Esto facilitará nuevas vías de acceso para la caza comercial, la producción de carbón vegetal y la agricultura de tala y quema, que es una de las principales causas de deforestación en la segunda mayor selva del planeta.
Este refugio ecológico del noreste de la República Democrática del Congo (RDC), conocido como bosque de Ngazi, está conectado a la Reserva Unesco del Hombre y la Biosfera de Yangambi, una de las primeras del mundo en ser reconocida con este título, que se otorga a “territorios cuyo objetivo es armonizar la conservación de la diversidad biológica y cultural y el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza”, en palabras del organismo. Es, por tanto, un lugar privilegiado para el estudio del clima y la biodiversidad. Sin embargo, la totalidad de Ngazi ha quedado dentro de una concesión de tala industrial.
La explotación pertenece a una empresa del grupo Norsudtimber de Lichtenstein, que recientemente convirtió gran parte de sus títulos madereros en concesiones de conservación para la venta de créditos de carbono. Según datos recabados por este medio, la subsidiaria Sodefor ha vendido madera en Estados Unidos a través de los puertos españoles de Valencia y Algeciras. También es uno de los tres grandes exportadores de afrormosia (Pericopsis elata) a Bélgica, principal puerta de entrada de esta especie amenazada a la Unión Europea (UE).
Europa es un mercado para la afrormosia congoleña, cuyo comercio será reexaminado a la luz de las irregularidades en las cuotas de exportación expuestas recientemente por este medio. También es el primer financiador mundial para la conservación de la selva del Congo y miembro del grupo de donantes que desembolsará 475 millones de euros para la causa en los próximos cinco años.
En un momento en el que la RDC se prepara para recibir estos y otros fondos, unos documentos oficiales examinados por Planeta Futuro/EL PAÍS ponen de manifiesto los planes para abrir carreteras de evacuación de madera en el bosque de Ngazi, un corredor de vida salvaje que el propio Gobierno de la RDC calificó como parte integrante de la Reserva del Hombre y la Biosfera de la UNESCO en Yangambi. Los datos geográficos también muestran cómo el Ministerio de Medio Ambiente congoleño autorizó a desplazar los límites de la concesión maderera, a pesar de la moratoria sobre nuevas operaciones de tala industrial en vigor desde hace dos décadas.
Cambios en los límites de la concesión
La primera alerta sobre el traslado de la concesión de tala figura en un proyecto de gestión de la Reserva de la Biosfera de Yangambi elaborado por la ONG WWF en 2011, el mismo año en el que se había aprobado el contrato de concesión 042/11. Quien lanzó la alerta es un experto forestal que poco después se convertiría en el Secretario General del Ministerio de Medio Ambiente de la RDC, y que mantiene un alto cargo hasta hoy.
El plan propuesto señalaba que el Ministerio había cedido a una empresa maderera una porción del norte de la reserva de Yangambi y la mayor parte de lo que el autor describe como reserva forestal de Ngazi, un bosque contiguo idóneo para la investigación científica. Por aquel entonces, la superposición equivalía a unas tres veces la extensión de París. “Tal acto refuerza la posición de ciertos actores locales, que se consideran con derecho a saquear sin vergüenza los recursos naturales de la reserva”, aseveraba el documento.
Solo tres años después, en 2014, la concesión 042/11 se vio forzada a reducir su tamaño para respetar la superficie máxima legalmente permitida de 300.000 hectáreas. Y entonces decidió desplazar sus límites hacia la Reserva de la Biosfera, engullendo totalmente el bosque de Ngazi. El Ministerio de Medio Ambiente lo autorizó.
“Para desplazar una concesión más allá de sus límites originales habría que redactar un nuevo contrato, pero ello iría contra la moratoria sobre nuevos títulos de tala industrial vigente desde hace 20 años”, argumenta un renombrado abogado congoleño, experto en la materia, que pidió proteger su identidad para salvaguardar su empleo. “Además, las comunidades tienen derechos ancestrales sobre sus bosques, por lo que el Gobierno no puede asignar tierras a un ente privado sin realizar una encuesta pública”.
Mapas equívocos
En 2015, un año después del cambio de los límites de la concesión 042/11, el Ministerio de Medio Ambiente y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publicaron el primer Plan General de Gestión de la Reserva de la Biosfera de Yangambi. En el mismo se basaron en el trabajo previo de la ONG WWF. “La reserva forestal de Ngazi [...] es una parte integrante de la Reserva de la Biosfera de Yangambi”, reitera el documento del Ministerio, refiriéndose una vez más a la idoneidad de Ngazi para la investigación científica.
El plan de manejo de la concesión 042/11, aprobado en 2018 con una validez de 25 años, cita el trabajo realizado por la UICN y WWF. Sin embargo, evita mencionar la cuestión de Ngazi y el solapamiento, aunque el tema figuraba en diversos informes desde hacía años.
El plan de la concesión, que costó más de 350.000 euros, fue elaborado por la empresa francesa FRM en el marco de un proyecto de gran envergadura que acabó en 2019. La iniciativa, financiada por la Agencia Francesa de Cooperación, quería promover la gestión forestal sostenible en el Congo.
“Cómo los consultores pudieron redactar un plan así y cómo el Ministerio de Medio Ambiente pudo aprobar tal arreglo, es un misterio para mí”, se pregunta un especialista en políticas forestales de la RDC, hablando bajo condición de anonimato debido a su trabajo con las autoridades.
Otro motivo de preocupación es el contorno de la Reserva de la Biosfera de Yangambi representado en el actual Atlas Forestal de la RDC, de 2018: no se basa en ningún mapa histórico. Además, hace que el solapamiento con los demás usos del suelo parezca irrelevante, sobre todo porque el Atlas utiliza un perímetro antiguo de la concesión 042/11, antes de que se desplazara hacia la Reserva. El Atlas fue elaborado por una organización sin ánimo de lucro a partir de los datos aportados por el Ministerio de Medio Ambiente congoleño, y con el apoyo financiero de Estados Unidos, Reino Unido y Noruega.
Desde entonces, el mapa se ha colado en sitios web tales como el del observatorio de la Comisión de Bosques de África Central (Comifac) y los planes de manejo de concesiones como la 042/11. Dichos planes abren la puerta a exportar árboles regulados por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES). Por ejemplo, la afrormosia, que pervive en el norte de la RDC tras haber desaparecido de diversos países de África Occidental y Central.
Los mapas citados no reflejan la realidad, pero siguen circulando.
Silencio del Gobierno
Este medio pidió una explicación a la maderera Sodefor, del grupo de capital portugués Norsudtimber, acerca de su posicionamiento. En sus respuestas, enviadas por correo electrónico, la compañía recomienda preguntar al Ministerio de Medio Ambiente de la RDC sobre los cambios en la localización de la concesión 042/11.
La empresa también fue preguntada por el Plan General de Gestión de la Reserva de la Biosfera de Yangambi, publicado por el Gobierno y UICN en 2015 y que describe el bosque de Ngazi como parte integral de la Reserva. Desde Sodefor afirman que no les constaba y que no se les suele incluir en la elaboración de este tipo de informes. “Pero estamos en contacto con las partes interesadas [...] para contribuir a la Reserva de la Biosfera de Yangambi y a sus objetivos en materia de biodiversidad”, afirman sin mencionar la cuestión de Ngazi.
El Ministerio de Medio Ambiente de la RDC no ha respondido a las preguntas enviadas por correo electrónico. La consultora francesa FRM, tampoco.
La postura de la Unesco
La directora en funciones del programa Reservas del Hombre y la Biosfera (MAB) de la Unesco, Noeline Raondry Rakotoarisoa, es una de las principales expertas mundiales en Reservas del Hombre y la Biosfera de África. En abril, participó en el lanzamiento en Kinshasa de un proyecto de 18 meses financiado por Bélgica que pretende potenciar el papel de Yangambi como centro de estudio del clima y la biodiversidad.
Este medio expuso a Raondry las cuestiones mencionadas y le preguntó por la postura de la Unesco: “El bosque de Ngazi es una importante reserva de biodiversidad que podría ayudar a repoblar las zonas circundantes, y debemos asegurarnos de que mantenga esta función”.
Ngazi es un corredor de vida salvaje que permite a los grandes mamíferos desplazarse por el territorio para alimentarse y aparearse, manteniendo así poblaciones viables y sanas. También actúa como zona de amortiguación, protegiendo el núcleo de la Reserva de Yangambi de la actividad humana.
Raondry explicó que se revisará la actual zonificación de la Reserva, llevada a cabo por WWF en 2011, con la participación de las comunidades locales. También hizo hincapié en la urgencia de volver a centrarse en las zonas de alto valor de conservación: “No tiene sentido proteger lugares que han sido completamente destruidos”.
Una parte de la estrategia también es seguir promoviendo las economías locales verdes, en colaboración con socios congoleños e internacionales.
Auditoría institucional en las Reservas de la Biosfera de la RDC
La representante de la Unesco también anunció que el proyecto impulsará una auditoría para determinar qué instituciones de la RDC son las más adecuadas para gestionar las tres Reservas del Hombre y la Biosfera del país, bajo la tutela del Ministerio de Medio Ambiente. Se espera que los consultores empiecen a trabajar en septiembre de 2022.
“Queremos posicionar las Reservas de la Biosfera como un ejemplo de ordenación del territorio y desarrollo sostenible”, dijo. Sobre todo, ahora que el Congo está a punto de aprobar una muy esperada ley de usos del suelo. Tal y como están las cosas, las concesiones de tala industrial se vienen solapado con dominios de caza e incluso ha habido planes para licitar explotaciones petrolíferas en parques nacionales.
En el caso de Yangambi, el plan de gestión de 2015 nunca ha llegado a aplicarse debido, sobre todo, a la escasa coordinación institucional y la mala gobernanza. Mientras tanto, una población en auge y con pocas alternativas económicas recurre cada vez más a la Reserva para sobrevivir.
Algunas personas recorren hasta 40 kilómetros para explotar los recursos naturales que alberga. Extraen oro, ahuecan árboles para fabricar canoas, queman parcelas de bosque para establecer campos de yuca efímeros y de bajo rendimiento. También cazan pequeños mamíferos para los mercados urbanos, donde la carne de animales silvestres se consume como un manjar y no como una necesidad dietética. Los mamíferos más grandes solo perviven en el bosque de Ngazi.
“Sin chubasqueros, sin medios de transporte, sin presupuesto, sin límites claros de la reserva; ¿qué podemos hacer?”, lamenta el ingeniero agrónomo y guardia forestal Tabine Assimbu. “Los lugareños también necesitan medios de subsistencia alternativos; si no, ¿qué pueden hacer?”.
Ciencia puntera
Machetes en mano, un grupo de científicos congoleños e internacionales se abre paso a través de la Reserva de Yangambi, utilizando los riachuelos como caminos naturales para adentrarse más rápidamente en la selva.
Varios de ellos están preparando una evaluación a gran escala de la biodiversidad. Otros se encaraman por una estructura metálica de 55 metros de altura, equivalente a un edificio de 20 pisos. Se trata de la primera torre de flujo de la Cuenca del Congo. Sus sofisticados instrumentos miden el intercambio de gases de efecto invernadero entre la atmósfera y el ecosistema, aportando valiosos datos sobre el papel climático de la selva del Congo, cuyos árboles almacenan un tercio más de carbono por hectárea que la Amazonía.
En la vecina Ngazi, científicos como Jonas Kambale están ocupados investigando especies que antes abundaban en Yangambi. “Este bosque es un refugio de vida silvestre”, dice. “Si queremos que la Reserva de la Biosfera de Yangambi sea viable, no podemos olvidar Ngazi”.
Este trabajo ha sido realizado con el apoyo del Rainforest Investigations Journalism Network del Centro Pulitzer.
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