Una mujer muere cada dos minutos por complicaciones durante el embarazo y el parto
La lucha contra la mortalidad materna se ha estancado desde 2015. Al ritmo actual, la humanidad tardará 55 años en lograr el objetivo fijado de reducir el número de muertes a menos de 70 fallecidas por cada 100.000 nacidos vivos, según la ONU
Nyanhial dio a luz en una barca. “Un miembro de nuestro personal me dijo que una mujer de su familia llevaba un día de parto y no sabía qué hacer”, rememora Hakim Abdulahi Ali, del equipo de Médicos sin Fronteras en Sudán del Sur. En una hora, sanitarios de la ONG llegaron en lancha a Pachuey, donde recogieron a la mujer para trasladarla al hospital de la ONG en Ulang, en el estado del Alto Nilo. El viaje de 50 minutos de vuelta al centro médico parecía eterno. No dio tiempo llegar, los sanitarios atendieron el parto en la embarcación. “Por fin, oímos el primer llanto del pequeño. La madre se apresuró a coger al bebé. Estaba muy contenta”, relata Abdulahi Ali. El conductor llamó a la base: “Tenemos un nuevo pasajero a bordo”.
El parto de Nyanhial tuvo un final feliz porque estaba asistida por profesionales y no se produjeron complicaciones añadidas a las de dar a luz en una comunidad remota de un país en la que la mayoría de los partos se producen en las casas sin atención cualificada y miles de ellas mueren por ello. Sudán del Sur era, en 2020, el peor país del mundo para ser madre y no fallecer en el proceso, con 1.223 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos.
En el mundo, 287.000 mujeres perdieron la vida por complicaciones durante la gestación y el parto, solo en 2020. Fueron 800 cada día, una cada dos minutos. El dato es un tercio inferior al registrado dos décadas antes, cuando 446.000 fallecieron por el embarazo o durante el alumbramiento, según el último informe de la ONU que mide el progreso de la lucha contra la mortalidad materna en 185 países desde el año 2000 hasta 2020. “La mayoría son evitables”, sentencia Lu Wei Pearson, directora asociada de salud materna e infantil de Unicef.
En el mundo, 287.000 mujeres perdieron la vida por complicaciones durante la gestación y el parto en 2020. “La mayoría son evitables”, sentencia Lu Wei Pearson, directora asociada de salud materna e infantil de Unicef
Para comparar datos entre países, la ONU calcula las muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos en los mismos. En 2020, de media en el mundo, fallecieron 223. La cifra es un 34% menor a la del año 2000 (339), pero el grueso de este progreso se logró hasta 2015, en lo que los autores llaman “la era de los Objetivos del Milenio”. Desde entonces, tras la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los avances se han estancado, e incluso se han producido “notables retrocesos”. Justo en esa fecha, la humanidad se propuso reducir a menos de 70 las mujeres fallecidas durante el embarazo o el alumbramiento para 2030. Pero “al ritmo actual de progreso, alcanzar esta meta tomará 55 años”, subraya el estudio.
“Durante la era de los ODM (200-2015), hubo una reducción significativa en 130 países”, revela el informe. Solo en cinco se produjo un “incremento significativo”. En los cinco primeros años de los ODS (2016-2020), se produjo un progreso notable en apenas 31 países, un estancamiento en 133 y hubo un “importante incremento” en 17, siete de ellos en la región de América Latina y el Caribe.
En opinión de Lu Wei Pearson, de Unicef, este estancamiento se debe a que la reducción es más difícil cuanto más cerca se está de la meta. “Con los ODM, antes teníamos ocho objetivos, ahora hay 17 ODS, la agenda es más amplia y abarca muchos temas, lo que significa que hay más prioridades que compiten entre sí por la atención y los recursos”, analiza. Y la lucha contra la mortalidad materna no está entre las primeras preocupaciones. “Si un avión cae, saldrá en las noticias del mundo. Las muertes maternas suman más de 1.000 aeronaves, pero son invisibles porque afectan sobre todo a personas pobres”, sentencia. “Es muy pronto para apartar nuestra mirada de este problema. Querría que cada una de las muertes maternas fueran contadas por las familias en las redes sociales para conocer todas las historias y empujarnos a evitar las próximas”.
La complejidad para atajar este problema, admite la experta, es otro obstáculo.“Se requieren sistemas de salud funcionales y personal cualificado, pero también mejorar el transporte, reducir los matrimonios y embarazos infantiles... los derechos de las mujeres en general”, comenta. Y solo un conocimiento detallado de las causas país por país puede conducir a tomar decisiones para abordarlo. “Todavía un 20% de las mujeres dan a luz fuera de una instalación sanitaria. ¿Es porque no tenían transporte, porque no hay un centro de salud en su zona, por falta de profesionales o materiales?”. Solo la respuesta detallada a estas cuestiones sacarán a la luz las verdaderas causas del por qué la mortalidad materna es alta en un determinado lugar, continúa Wei. “Y así ver qué se puede hacer”.
“Las crisis humanitarias emergentes, las situaciones de conflicto, posconflicto y catástrofe entorpecen considerablemente la provisión de salud y bienestar, indispensable para lograr los objetivos de reducción de la mortalidad materna”, apunta el informe conjunto de la OMS, Unicef, UNFPA y otras agencias de la ONU. “Es urgente que la salud y la supervivencia maternas sigan ocupando un lugar destacado en la agenda mundial de salud y desarrollo. La inmensa mayoría de las muertes maternas son evitables; los conocimientos clínicos y la tecnología necesarios para prevenirlas existen desde hace mucho tiempo. Sin embargo, estas soluciones a menudo no están disponibles, no son accesibles o no se aplican, sobre todo en entornos con pocos recursos o en subpoblaciones en mayor riesgo debido a determinantes sociales”, agregan.
África subsahariana, epicentro de la mortalidad materna
África subsahariana fue la región con más muertes maternas (el 70% del total) en 2020. También ostenta la mayor ratio de muertes maternas en el mismo año, con 545 por cada 100.000 nacidos vivos. Tres países al sur del Sáhara presentan las peores estadísticas: Sudán del Sur (1.223), Chad (1.063) y Nigeria (1.047). En el otro lado de la balanza está Bielorrusía, con solo una fallecida, siempre en términos relativos a la misma cantidad de alumbramientos. En España se registraron tres.
Es en esta zona del mundo donde se tienen que redoblar los esfuerzos para regresar a la senda del progreso, considera Wei, de Unicef. Desde Koinadugu, en el norte de Sierra Leona, habla Hussein Amin, responsable de proyectos de Médicos del Mundo en el país. “Este es uno de los países más pobres del mundo, el 182 de 189 en el Índice de Desarrollo Humano. Aquí la esperanza de vida es de 56 años”, contextualiza. “Antes del ébola, en 2015, teníamos dos sanitarios por cada 1.000 habitantes. Después, había 1,4 profesionales, doctores y enfermeras, para 10.000″, explica la falta de personal cualificado para todo lo que atañe a la atención de la salud, incluida la reproductiva. “Muchos murieron y otros se fueron en busca de oportunidades, así que en las aldeas solo hay enfermeras, matronas y agentes de salud comunitarios. Y eso si tienes suerte”.
África subsahariana fue la región con más muertes maternas en 2020: el 70% del total
Si una mujer se pone de parto en una zona remota de Sierra Leona, lo más probable es que dé a luz en su vivienda, pero acudir a un centro de salud tampoco es garantía de un parto asistido. “¿Encontrarán personal cualificado? Puede. Es una cuestión de suerte”, insiste. Los datos han mejorado en este país en el corazón de África, pasando de 1.682 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos en 2000, a 443 en 2020. Pero la cifra es muy elevada. “Estamos olvidados a pesar de tener una de las ratios más elevadas del mundo”, lamenta Amin. “Las ONG que trabajamos aquí intentamos mejorar la formación del personal sanitario y proveer de equipamiento básico como camas de parto, pero hace falta más atención internacional y fondos para reducir la mortalidad materna; son muy pocos”, reclama. “Perder a una mujer es perder a una familia. Ellas son las que cuidan de los niños, y si trabajaban, ya no podrán aportar sus ingresos, aumentando la pobreza. Afecta a la economía del país”.
Clara Pérez Velasco, responsable de salud materna de MSF en Ulang, en Sudán del Sur, regresó del país africano el pasado enero; y describe una situación parecida: falta de sanitarios cualificados, pobreza extrema y aldeas remotas inaccesibles durante buena parte del año por las inundaciones. Un contexto difícil agravado por el conflicto. “Algunas comunidades están a ocho horas en canoa del hospital que MSF tiene en Ulang. Y son caras, no todo el mundo tiene una”, dice. La ONG tiene un barco para traslados, pero no puede navegar de noche por seguridad.
Recuerda la matrona que durante una visita a una de las comunidades para repartir enseres básicos como cubos y sartenes, vieron a una mujer encinta que tenía mucho dolor. “La llevamos al hospital y se quedó ingresada hasta que dio a luz a gemelos”, rememora. La mujer ya había perdido a un hijo durante su anterior embarazo, también de gemelos. Y ella había sufrido una grave hemorragia durante el parto. Esta vez, tuvo un desenlace distinto. Una casualidad cambió la historia. Pero cuando la llevaron de vuelta a la aldea, Pérez descubrió que, un día antes, una mujer había fallecido por una hemorragia tras dar a luz en su casa. “En países en conflicto o extremadamente pobres, estos problemas siguen siendo un reto”, reflexiona. En Sudán del Sur, asegura, el principal desafío es el acceso a los servicios sanitarios.
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