Vídeo | “Quiero ser una pionera en mi familia”: un rito para pasar de niña a mujer sin mutilación genital
Cada año, unos cuatro millones de chicas son víctimas de esta práctica, condenada internacionalmente. Una iniciativa en Kenia salva a las chicas de la ablación sin alejarlas de las tradiciones de su tribu
Cuando Sirintai Sukuli se enteró del destino de una de sus parientes, supo que no quería acabar como ella. “Era solo una niña, pero se la llevaron para someterla a la mutilación genital. Estaba en cuarto curso de primaria. Después pensó que ya era una mujer, que podía casarse y dar a luz. Así que se quedó embarazada, pero como era tan joven, perdió al bebé. Lo pasó muy mal porque estaba en casa, no podía volver a la escuela y estaba casada con un hombre mayor”, recuerda.
Sukuli, de 17 años, describe este drama que le tocó de cerca manoseando su largo collar de cuentas, signo de belleza en la cultura masái. Para ella, hoy también comienza un nuevo capítulo de su vida: se convierte en mujer, pero al mismo tiempo va a cortar con una tradición que ha perjudicado y sigue perjudicando a millones de chicas. La joven acaba de terminar una tutoría de cinco días que incluye habilidades para la vida, educación y salud sexual y reproductiva y que forma parte del llamado Rito de iniciación alternativo, una nueva iniciativa dirigida por la propia comunidad, que mantiene los rituales tradicionales, pero deja totalmente de lado la mutilación genital femenina (MGF)
A pesar de que Kenia prohibió esta práctica en 2011, sigue afectando a mujeres y niñas, vulnerando sus derechos y suponiendo un grave riesgo para su bienestar. “La mutilación ha sido un reto porque está muy ligada a la cultura, y la comunidad masái valora mucho su cultura”, afirma Alex Salankat, director de proyectos de la ONG SAFE y activista masái contra esta práctica. “Llevamos más de 10 años intentando acabar con estas ablaciones, pero la lucha continúa. Aunque sí debemos reconocer que ha disminuido con los años gracias a la educación que se ha dado a la gente”, agrega.
En total, 140 niñas se graduaron en este rito de iniciación alternativo celebrado en la escuela primaria de Mararianda, en el condado de Narok (suroeste de Kenia), este 19 de agosto. La celebración, organizada por la ONG local The Maa Trust, reunió a jefes de la comunidad, líderes culturales y religiosos, morans (jóvenes considerados guerreros en la comunidad masái), padres y madres y profesores. Ataviadas con joyas tradicionales y vestidos de colores vibrantes, las niñas bailaron y recitaron poemas contra la mutilación genital y a favor de los derechos humanos. Desfilaron junto a mujeres adultas para simbolizar su mayoría de edad y fueron recibidas por los ancianos de la comunidad, custodios de la cultura, para recibir la bendición, con la promesa de que ninguna de ellas será sometida a la ablación. Al final de la ceremonia recibieron un certificado, como testimonio de que se habían librado de la MGF.
Puedo estudiar bien sin que me mutilen. Ahora tengo confianza para oponerme a esta práctica y nunca me someteré a ellaStacy Sintoyia, joven másai
“Elegí estar aquí porque quiero ser una pionera en mi familia, la primera que no se somete a la mutilación genital. Me siento feliz y orgullosa”, afirma Stacy Sintoyia, de 15 años, una de las graduadas. “Solo me traería problemas. Puedo estudiar bien sin que me mutilen. Ahora tengo confianza para oponerme a esta práctica y nunca me someteré a ella”, explica.
Madres, abandonadas y pobres
Según Unicef, unos cuatro millones de jóvenes sufren MGF cada año y unos 200 millones de niñas y mujeres actualmente vivas han sido sometidas a la mutilación genital, sobre todo en el África subsahariana y algunos países árabes, aunque también se practica en Estados de Asia, Europa oriental y América Latina. Desde hace 25 años, organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud, Unicef y el Fondo de Población de la ONU (UNFPA, por sus siglas en inglés) han puesto en marcha acciones para erradicar la mutilación genital femenina
Los datos de una encuesta reciente muestran que Kenia reduce la realización de esta práctica. En 2022, la tasa de prevalencia era del 15%, frente al 32% que se registraba en 2003. Sin embargo, la lucha contra la mutilación genital femenina está lejos de haber terminado.
Es muy lamentable. Ahora ya amenazan con la ablación a niñas de entre seis y 10 añosAlex Salankat, ONG SAFE
La tradición sigue teniendo adeptos a puerta cerrada y las niñas son en muchos casos sometidas a la ablación durante sus vacaciones escolares, cuando tienen tiempo para poder recuperarse. Algunas son llevadas a países vecinos. “Limitamos con Tanzania y la frontera es porosa. Te das cuenta de que se llevan a las niñas al otro lado para practicarles la ablación y luego vuelven a su comunidad”, explica Salankat.
Tradicionalmente, la ablación genital ha sido una de las ceremonias más importantes en la vida de una joven masái. El procedimiento se lleva a cabo principalmente en menores de 18 años, pero datos recientes sugieren que las niñas pueden ser sometidas a esta práctica a edades más tempranas. “Es muy lamentable. Ahora ya amenazan con la ablación a niñas de entre seis y 10 años”, afirma Salankat.
Cuando la niña se somete a esta práctica, se asume culturalmente que está preparada para el matrimonio. Al negárseles la posibilidad de acceder a la educación, las jóvenes se ven abocadas a una vida de pobreza, ya que carecen de oportunidades para mejorar su situación económica. “Algunas niñas acaban siendo madres solteras. Sus maridos las abandonaron, sus hijos son muy pequeños, no tienen comida ni pañales. Hay esposos que solo quieren dejarlas embarazadas para luego marcharse”, opina Oprah Nempiris, de 13 años, otra de las niñas que ha superado este rito alternativo y se ha librado de la ablación, mientras sujeta contra su pecho una shuka, una tela estampada normalmente en rojo que usa la comunidad masái en África Oriental.
“Nuestra comunidad cambia lentamente. Pero con el tiempo, cuando toda la comunidad lo acepte, todos avanzaremos en la misma dirección y ayudaremos a las niñas”, resume Salankat.
En esta ceremonia alternativa, las niñas que reciben la bendición de sus mayores bajo el sol abrasador de la escuela primaria de Mararianda son motores del cambio y tendrán la oportunidad de elegir un destino muy diferente al que les estaba reservado. “Debo servir de ejemplo a mis hermanos pequeños, esforzarme por trabajar duro y demostrarles que una niña que no ha sufrido la mutilación genital es capaz de hacerlo. Y de hacerlo bien”, asegura Sukuli.
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