Marc Zoro: “Sería imposible escuchar en la Premier League el sonido de un mono contra un africano. La situación es distinta en Italia o España”
El exfutbolista marfileño que paró un partido en 2005 tras recibir insultos racistas celebra los avances logrados en muchos países, pero pide cero transigencia para este tipo de ataques, mientras intenta profesionalizar el fútbol africano
En noviembre de 2005, durante un partido de la primera división italiana, el defensa Marc Zoro (Costa de Marfil, 1983) estaba sufriendo la enésima ofensa racista de su carrera. Su equipo de entonces, el ACR Messina, se enfrentaba al Inter de Milán. Cada vez que Zoro tocaba el balón, un nutrido grupo de aficionados del equipo lombardo vociferaba sonidos simiescos. Era el pan de cada día, el peaje tácito por ser jugador negro en aquella época.
Pero esa tarde algo cambió para siempre. Zoro agarró el balón e hizo ademán de abandonar el campo si la infamia no cesaba. Fue la primera vez que un jugador africano se plantaba ante el racismo del graderío en una gran liga europea. Con ese basta tan elocuente, Zoro empezó a destejer una red de oprobio, silencio cómplice y permisividad que estaba socavando la decencia del fútbol.
El exjugador —22 veces internacional con Costa de Marfil— recibe a este diario en su despacho de Abiyán, la gran urbe marfileña. Hoy es empresario y presidente de la Unión de Futbolistas Profesionales del país. Entre otras batallas, Zoro aspira a dignificar el fútbol nacional, que el próximo enero acogerá la Copa de África, el gran torneo de selecciones del continente.
Pregunta. ¿Cómo recuerda aquel momento? ¿Fue más un impulso de dignidad personal o un acto consciente de lucha antirracista?
Respuesta. Llegó tras una decisión meditada. Poco antes había ocurrido un episodio muy grave con Ferdinand Coly [ex-jugador senegalés] en Verona. Y me dije que, a la primera ocasión que tuviera, me lanzaría a la piscina para intentar atraer la atención de la opinión pública sobre un fenómeno que iba a más. Pienso que la mayoría de la gente guarda buen recuerdo de lo que hice. He ayudado a que otros jugadores víctimas de racismo hayan tenido y tengan la valentía de parar un partido.
P. No debió de ser fácil en aquel momento. Se daba por hecho que los jugadores negros tenían que aguantarse y seguir jugando.
R. Cuando uno toma una decisión, ha de asumir los riesgos que conlleva. Fui de frente, preparado a que pasara lo que tuviera que pasar. Y lo cierto es que, desde entonces, he recibido aprecio y admiración. No solo de los jugadores africanos, sino de todos, y también de millones de aficionados que ya no callan ante manifestaciones de racismo. El impacto del fútbol es enorme. Miles de personas acuden al estadio, millones ven los partidos por televisión. Me enorgullece haber sido el primero que dijo basta. Poco después lo hizo [Samuel] Eto’o. Las cosas empezaron a cambiar.
P. ¿Todas las reacciones fueron positivas?
R. En su gran mayoría, sí. El gesto generó mucho ruido mediático. Grandes jugadores como Lilian Thuram —que hoy ha hecho de la lucha contra el racismo su causa personal— me felicitaron y mostraron su apoyo. Pero es cierto que algunos políticos italianos [Zoro asegura no recordar sus nombres] presionaron para que guardara silencio, para que no hiciera más ruido, porque estaba manchando la imagen del país.
P. ¿Experimentó también racismo de compañeros de equipo o en las estructuras de los clubes en los que jugó?
R. En absoluto. En el vestuario impera un espíritu de fraternidad, de comunidad, de vivir y trabajar juntos. Y en los clubes, nunca sentí que se me tratara diferente o me dieran peores condiciones en los contratos por ser africano. Quizá algún dirigente o entrenador tuviera ideas racistas, pero nunca las mostraron en su trato conmigo.
P. ¿Se toleran hoy menos los comportamientos racistas de aficionados en el fútbol europeo?
R. Observo un cambio importante. Aunque es verdad que, cuando se parte de cero, los progresos resultan más obvios. Hay que seguir avanzando. Sobre todo hemos de aprender a ser más drásticos a la hora de tomar medidas ejemplares.
P. ¿Ha seguido el caso Vinicius? Ha sufrido insultos racistas en varios campos de España. Y todavía hay gente que lo justifica porque, dicen, es un provocador que cosecha lo que siembra.
R. ¿Es un provocador porque regatea? ¿O porque hace cosas diferentes en el campo? Y aunque fuera realmente un provocador... Quizá el público tenga en cierto sentido derecho a tomarla con él, pero nunca por la vía del racismo.
P. En las grandes ligas europeas, ¿son la italiana y la española donde más abunda el racismo entre los aficionados? ¿Dónde más se tolera a nivel institucional?
R. En Inglaterra ya casi no se habla de estos temas porque prácticamente no existen. Quizá haya gente racista, pero no lo muestra en un campo de fútbol. Fueron muy duros en su momento y han logrado cambiar la cultura. Actualmente, sería imposible escuchar en la Premier League el sonido de un mono dirigido a un jugador africano. Por desgracia, la situación es distinta en Italia o España. Allí aún no han entendido totalmente que es inaceptable ir a ver un espectáculo y mostrarse racista con sus protagonistas.
Hay muchas formas de tratar de desestabilizar al rival sin caer en el racismo
P. Hay aficionados que insultan a los jugadores negros del equipo rival y, poco después, están celebrando con pasión los goles de los jugadores negros de su equipo.
R. A veces es difícil entender a la gente, saber qué quiere, qué busca realmente. En aquel partido en el que yo me rebelé, había tres jugadores negros en el Inter, el equipo rival. ¿Los aficionados racistas no se daban cuenta de que sus insultos hacia mí también eran una falta de respeto hacia sus propios jugadores?
P. Algunos encuentran en esa contradicción una especie de justificación para el racismo en las gradas. Ya conoce el argumento: no es realmente racismo, es solo un juego para desestabilizar al contrario.
R. Si quieres desestabilizar, silbas, gritas “no vales para nada” o “eres pésimo”. Pero no haces “uh, uh, uh”. Hay muchas formas de tratar de desestabilizar al rival sin caer en el racismo.
P. También están aquellos que tratan de minimizar el problema, como si se pudiera negociar cuánto racismo estamos dispuestos a soportar en el fútbol.
R. Pero esa minoría, ¿por qué lo hace? Porque dejamos que lo haga. Si a la primera de cambio cerramos el estadio durante unos partidos o sancionamos a los clubes, le aseguro que la mayoría que hoy calla impedirá a esa minoría que siga desplegando sus mensajes racistas en las gradas. Si sigue ocurriendo y nadie hace nada, es culpa de todos.
P. ¿Tolerancia cero entonces?
R. Dejemos de encontrar excusas, dejemos de categorizar el racismo. Hay que censurarlo en su pequeñez y en su grandeza. En el pasado, en el presente y en el futuro. Dentro y fuera del estadio. El fútbol es un regalo que nos permite vivir juntos. Y en ese vivir juntos no hay lugar para las actitudes racistas.
P. Usted promueve la puesta en valor del fútbol africano. La evolución en las últimas décadas ha sido enorme. Antes se valoraba, sobre todo, la fuerza física de los jugadores africanos. Hoy se habla también de cualidades técnicas y estrategia.
R. Hace 20 o 25 años no había muchos jugadores africanos en Europa. Hoy hay muchísimos. También tenemos muchos entrenadores africanos que se han formado en Europa y están aplicando lo aprendido en los equipos y selecciones africanas. La mejora táctica y técnica resulta evidente. Y el resto del mundo lo nota. Antes, lo normal era que una selección europea ganara 5-0 a una africana. Hoy eso ya no existe. Hemos visto a Marruecos llegar a semifinales en el último mundial de Qatar. Allí hubo cinco selecciones africanas. En el próximo mundial de 2026 habrá al menos nueve.
Antes, lo normal era que una selección europea ganara 5-0 a una africana. Hoy eso ya no existeMarc Zoro
P. Su asociación busca profesionalizar la liga marfileña. ¿Cuál es el siguiente paso en el fútbol africano?
R. Hay mucho que hacer: mejorar los salarios, las instalaciones... Algunos países como Senegal o Marruecos están tomando la delantera a nivel continental, sobre todo en su apuesta por el fútbol de base y las canteras.
P. Usted no esconde que esos aires de renovación, también encarnados por su excompañero de selección Didier Drogba, chocan a veces con inercias algo podridas.
R. Por desgracia, aquí en Costa de Marfil hay mucha gente a la que no le gusta el fútbol, pero a la que le encanta el dinero que este genera. Esto ha dado lugar a una organización mafiosa que gangrena nuestro fútbol. Hay demasiado amiguismo y demasiadas prácticas dudosas en las que también participan los presidentes de los clubes. Nosotros tratamos de convencerles de que una mayor profesionalización será en beneficio de todos.
P. ¿Un pronóstico para la Copa de África?
R. Mi deseo, claro, es que mi país gane el campeonato. ¿Por qué no? Y si no es Costa de Marfil, apostaría por Senegal, Marruecos o Sudáfrica.
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