Una calle para una persona buena
Parece que la Junta de Distrito del madrileño barrio de San Blas ha aceptado recordar con una calle a Teresa Rosingana, fundadora de la Asociación Nazaret. ¿Se imaginan una ciudad que incluya en su callejero a las buenas personas, además de a reyes y generales?
Conocí a Teresa Rosingana hace casi 30 años. Entonces ya llevaba unos cuantos trabajando para sus vecinos en el barrio madrileño de San Blas, donde las cosas nunca han sido fáciles. Teresa era alguien que resolvía problemas. Sobre todo, tenía una capacidad sorprendente para convencer a quien podía resolverlos. No tuvo más tribu ni partido ni nacionalidad que los niños que soñaban con unas colonias veraniegas que les permitiesen poner un pie fuera del barrio; los abuelos que no tenían los recursos, la capacidad o las ganas para procurarse almuerzo y compañía diarios; las familias sin alimentos, castigadas por las crisis recurrentes; o los chavales obligados a crecer solos y sin apoyo escolar. Se desenvolvía con la misma naturalidad en los despachos de los concejales, en los puestos de Mercamadrid y en las chabolas de la Avenida de Guadalajara. Conocía la pobreza porque la había vivido en carne propia.
La Asociación, que creó con su marido y el jesuita Lorenzo Almellones, sigue adelante impulsada por sus hijos y por tantos amigos y amigas que hacen un trabajo insustituible y completamente voluntario
“Yo soy una espontánea, como los toreros. (…) Enseguida que me dicen cualquier cosita, me busco una puerta, y si no busco una ventana, y si no una rendija. (…) No sean indiferentes a cosas que puedan pasar a su alrededor”. Me ha emocionado escuchar el audio de nueve minutos que la Asociación Nazaret ha colgado en su web, y que captura a la perfección la Teresa que yo recuerdo: inquieta, humilde, peleona, llorona, cercana y con una fe sincera en el Dios que veía cada día en los vecinos de su barrio. Solo ha faltado la retahíla de tacos con los que cuajaba sus conversaciones y que tanto divertían a las damas a las que pedía dinero. Nos dejó el 8 de diciembre de 2016, el día de la Virgen de cuya mano siempre quiso subir al cielo. La Asociación, que creó con su marido y el jesuita Lorenzo Almellones, sigue adelante impulsada por sus hijos y por tantos amigos y amigas que hacen un trabajo insustituible y completamente voluntario (que pueden apoyar aquí).
Teresa Rosingana era una persona buena. Su bondad cambió el mundo que le rodeaba. Hoy los vecinos quieren que San Blas la recuerde con una calle (firmas de apoyo aquí), y parece que la Junta de Distrito está de acuerdo. Qué menos, pensarán ustedes, pero a mí todavía me cuesta creerlo. ¿Se imaginan una ciudad que recuerde en su callejero a las buenas personas, además de a reyes y generales? Hay que aprovechar este fogonazo de sentido común y aprobar la medida antes de las próximas elecciones de mayo, no sea que se les pase. A Teresa todo esto le hubiese incomodado un poco, pero lo más importante es otra cosa: la calle estará ahí para nosotros, para recordarnos que el amor es capaz de transformar el mundo. Que tengan muy feliz Navidad.
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