Día Mundial Metropolitano: que la ciudad nos cuide
Hoy observamos un conflicto entre urbes periféricas, intermedias y lo rural. Sin embargo, la covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de replantear los sistemas de gobernanza y la importancia de sobrepasar estas diferencias
Para crear resiliencia urbana hay que desarrollar una respuesta sostenible a las emergencias sociales, económicas y climáticas que afectan a los espacios metropolitanos. No se puede responder a los desafíos del siglo XXI de forma fracturada. Las ciudades están en expansión y son cada vez más interdependientes con otros municipios, zonas rurales y regiones. Los límites administrativos de las ciudades son cada vez menos significativos y la coordinación entre diversas áreas y niveles de Gobierno es clave para garantizar el derecho al territorio. Con 1.800 millones de personas viviendo en espacios metropolitanos, estas urbes tienen la capacidad de garantizar el bienestar de las personas.
Los gobiernos son vistos como actores disruptivos, pero la realidad metropolitana existe, esté o no institucionalizada. Hoy en día observamos un conflicto entre ciudades periféricas, intermedias y lo rural. Sin embargo, la covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de replantear los sistemas de gobernanza y la importancia de sobrepasar estas diferencias. La acción pública debería centrarse en torno a cómo los espacios urbanos y rurales pueden incorporar una mirada metropolitana. Esta perspectiva tiene que basarse en una visión compartida del territorio que se adapte a las necesidades de cada lugar, en marcos legales y administrativos en sintonía a la realidad y, por supuesto, a la provisión de recursos financieros y capacitación de equipos técnicos que permitan frenar las desigualdades estructurales agravadas durante la pandemia.
El cuidado es un concepto esencial para crear resiliencia. Este desempeña un papel clave en asegurar que la transformación urbana promueve la salud de las personas y del planeta. Este pasa por garantizar espacios públicos accesibles, inclusivos, seguros y saludables para todas las personas e incorporar una perspectiva de género en presupuestos, planes y políticas públicas, y requiere una comprensión profunda de la experiencia de vida de las personas.
Las políticas públicas y los espacios urbanos no son neutrales. Que todavía hoy, la división desigual del trabajo entre mujeres y hombres siga promoviendo un modelo que no reconoce la contribución económica de ellas en la sociedad, así como la carga mental que implican las actividades de cuidado no remuneradas, el trabajo doméstico y las desigualdades socioeconómicas, evidencia que aún queda un largo camino por recorrer. La desigualdad de género es una cuestión de resiliencia, al igual que desafíos tan graves como la segregación social, la desigualdad económica y la falta de acceso a una vivienda digna, espacios públicos y verdes, servicios e infraestructuras, entre muchos otros.
La falta de hogares de calidad mina la cohesión social y la equidad económica
El Día Mundial Metropolitano de este año se centrará en la Resiliencia para todas las personas: creando metrópolis cuidadoras más allá de la covid-19, ya que es imposible crear comunidades prósperas sin poner a las personas en el centro. Cuando no se tiene en cuenta la diversidad de necesidades y experiencias de la ciudadanía, algunas políticas pueden crear todavía más desigualdad. Por eso, es clave tener una mejor comprensión de los beneficiarios y las implicaciones de dichas políticas a largo plazo. La gentrificación verde es el ejemplo más claro de esto, pues obliga a las comunidades de clase trabajadora a desplazarse lejos de los centros de actividad económica por el incremento de los precios de la vivienda tras la creación de nuevos espacios verdes.
Garantizar el alquiler de viviendas asequibles es la única forma de mitigar la gentrificación y el aislamiento de la clase trabajadora
Repensar cómo nuestros espacios gestionan la vivienda y la movilidad es primordial para la resiliencia social, económica y climática. Sin embargo, la vivienda se ha pasado por alto. Durante el confinamiento, el acceso a un balcón o a un parque era un lujo para muchas personas, por no mencionar que muchas otras estaban confinadas en espacios pequeños y otras ni siquiera tenían una vivienda en la que aislarse. La falta de hogares de calidad mina la cohesión social y la equidad económica.
Garantizar el alquiler de viviendas asequibles es la única forma de mitigar la gentrificación y el aislamiento de la clase trabajadora. Asimismo, conectar la vivienda y los espacios públicos con el transporte público y las estrategias de accesibilidad es clave para salvaguardar el derecho a la ciudad. Sin embargo, para garantizar la resiliencia social, el transporte no debe concebirse solo como una forma de ir de un punto a otro. Para ser justos, los sistemas de transporte deben incluir la movilidad de los cuidados y adaptarse a las necesidades de diferentes cuerpos y sensibilidades, sin dejar de ser asequibles y sostenibles.
La transformación de nuestras sociedades hacia una resiliencia urbana que cuida de las personas será feminista o no será porque, a veces, lo más innovador que pueden hacer los gobiernos es poner a las personas en el centro de las políticas públicas.
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