“Ana era la mejor hija que nadie pueda soñar”
Vecinos de la joven asesinada en Vigo asisten a una concurrida concentración contra el machismo
El municipio coruñés de Boqueixón (4.340 habitantes, limítrofe con Santiago) ha protagonizado este lunes por la mañana, ante la casa consistorial, una concentración silenciosa "contra el machismo" y la "violencia contra las mujeres". En la plaza se han juntado unas 300 personas, también varias aulas al completo del colegio y el instituto de O Forte, en el que estudió la vecina que han perdido. Todos aquí han sufrido una violenta sacudida con la muerte de Ana María Enjamio Carrillo, la hija mayor de José y Saladina, hermana de Diego, futbolista del CSD Arzúa y ex del Fabril, filial del Deportivo de A Coruña.
Ana, de 25 años y con un futuro espléndido por delante, apareció muerta el sábado a las seis de la mañana sobre un charco de sangre que alcanzaba casi todo el portal, junto a la puerta del ascensor del edificio en el que vivía en Vigo con una compañera de trabajo y una estudiante. Estaba cosida a puñaladas, una decena en el cuello y en el lado izquierdo del pecho.
La joven volvía de celebrar en el Hotel NH la cena prenavideña de la empresa auxiliar de Citroën en la que, recién licenciada en junio como ingeniera industrial, había logrado un puesto de trabajo. Un hombre de mediana edad y padre de dos niños, trabajador de la misma fábrica de cable con el que había mantenido una relación sentimental que ella ya había dado por concluida, fue detenido el domingo como presunto autor de su muerte. El sospechoso fue arrestado en el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, donde ayer por la mañana estaba siendo asistido por los cortes en brazos y piernas con los que presuntamente intentó suicidarse. El sábado había prestado declaración en comisaría y seguía en libertad porque había negado los hechos y no existían pruebas contra él.
Pero en el pueblo no se habla de otra cosa: "Que no salga en 15 años... que se pudra en la cárcel. O mejor, que nos lo dejen aquí, en el pueblo, un día para que podamos hacer justicia por nuestra mano los vecinos, en la plaza, como en la Edad Media". Boqueixón clama hundido en el dolor que comparte con "una familia querida y una madre y un padre trabajadores, sacrificados, grandes personas, que lucharon siempre por darles lo mejor a sus hijos". A Ana María, "buena estudiante", ya la tenían "encarrilada, con una carrera hecha y trabajando". A su hermano, algo más joven, "lo llevaban en coche por toda Galicia para que jugase sus partidos". Todos ellos y más familiares han asistido este lunes al acto ante el Ayuntamiento, que permanece con la bandera a media asta por los tres días de luto decretados.
"Saladina es una mujer que vale mucho, el alma de la casa, que hacía honor a su nombre porque siempre estaba contenta y era muy simpática", comenta Manolo, el vecino de la casa de al lado, en la aldea de Gastrar, que estos días se está haciendo cargo de alimentar y ordeñar las vacas de la explotación de los Enjamio. José, ahora un hombre consumido, hundido, era el que cuidaba al ganado y Saladina cultivaba grelos y otras verduras para comercializar. De esto último, sobre todo, vive la familia que ha quedado destrozada. Ahora no son capaces de salir a trabajar. Todos los vecinos les echan una mano y nadie sabe "cómo lo van a superar". "Ana era la mejor hija que nadie pueda soñar".
La familia no ha podido soportar la emoción durante los minutos de silencio y se ha desmoronado cuando los asistentes han roto en aplausos y el alcalde, Manuel Fernández Munín, se ha acercado a abrazar a todos. "Este es un Ayuntamiento en el que nos llevamos bien, y en la aldea de Ana, Gastrar, los vecinos son como una familia... No hay forma de entender cómo hay personas que puedan llegar a esto. Ves casos en los medios de comunicación, pero nunca piensas que te pueda pasar a ti", ha comentado el regidor popular al acabar el acto.
Saladina, José y Diego, desbordados de dolor, han sido los primeros en marchar. El resto de los vecinos, que esta mañana han apurado sus trabajos en las explotaciones para poder asistir, se han quedado un buen rato paralizados en este mediodía gélido, con el frío entrando por los pies. A Boqueixón le cuesta un mundo digerir la noticia.
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