El alcalde que apadrinó a los voluntarios
Rafael Mouzo Lago (Corcubión, 1946) recuerda aún con angustia la pesadilla de viento, lluvia y chapapote que cambió su vida para siempre. El 13 de noviembre de 2002, cuando la barriga del Prestige empezó a escupir fuel frente a la Costa da Morte, este maestro llevaba más de 20 años como alcalde del Bloque Nacionalista Galego (BNG) en una apacible villa marinera llamada Corcubión. El caos y la tensión que derramó en tierra la marea negra no solo le costó el cargo sino que minó su delicada salud de diabético. “Acabé insulino dependiente por el descontrol de sueño y comida y perdí las elecciones por atender a los voluntarios y desatender al pueblo”, relata Mouzo 15 años después, tras superar dos infartos cerebrales y volver a la política, ahora como concejal.
Durante los primeros cinco días, presenció horrorizado cómo los marineros de Corcubión se tenían que enfrentar con sus propias manos a la lengua de chapapote que se acercaba a la costa. “Estábamos solos y la gente estaba muy cabreada. No había medios y la Xunta estaba en blanco”, explica el exalcalde. A este municipio llegaron después las primeras boyas que se colocaron en Galicia como barrera para intentar frenar el avance de la mancha de fuel. Y no tardaron tampoco en arribar los primeros voluntarios, una avalancha de “solidaridad” que impresionó a Mouzo y a la que dedicó todo su esfuerzo. “Había que alojarlos, darles de comer, buscarles medios… Se merecían toda la atención del mundo porque el material no llegaba y trabajaban en unas condiciones malísimas. A uno de ellos, que había venido de Ciudad Real, tuve que llevarlo a urgencias y acompañarlo allí toda la noche. Aún tengo contacto con él y con su familia”.
Cada Navidad el móvil de Mouzo se llena de mensajes de quienes hace 15 años se deslomaron en la Costa da Morte arrancando de las playas el pastoso y tóxico fuel del Prestige. “Se merecen un monumento. Quise hacérselo en Corcubión y contacté con un artista para que me mandara un boceto. Pero perdí las elecciones y al final nunca se hizo”, apunta sobre los comicios locales que se celebraron seis meses después del naufragio y en los que, paradójicamente, sí revalidaron el cargo alcaldes del PP de la comarca que defendían la contestada gestión de la crisis por parte de la Xunta y el Gobierno. Fue solo un espejismo para los populares y solo dos años después perdieron el poder tras 16 años de omnipotencia de Manuel Fraga.
Frente al errático rumbo por el que el Gobierno de José María Aznar decidió arrastrar al viejo petrolero durante seis días, una travesía mar adentro que provocó que el vertido emponzoñase 2.000 kilómetros de costa, hubo expertos que recomendaron meter al Prestige en la cerrada ría de Corcubión para reducir al mínimo el área contaminada.
A Mouzo, sin embargo, nadie le propuso esta opción, que no ve con malos ojos porque hubiera reducido las consecuencias de la catástrofe. “Hoy estamos desprotegidos igual que hace 15 años”, advierte. “No existe un protocolo de actuación y no estamos libres de que vuelva a ocurrir algo con alguno de los numerosos barcos que cada día pasan frente al cabo Fisterra”.
LOS ESCENARIOS DE LA TRAGEDIA: COÍDO DO CUÑO
Vista de la playa Coído do Cuño, en la localidad de Muxía (A Coruña), el 18 de enero de 2003. Más de un centenar de voluntarios trabajan, vestidos en su mayoría con monos de trabajo blancos, en la limpieza del fuel vertido por el petrolero ‘Prestige’. Ahora, 15 años después, la zona completamente limpia. Desplace el cursor de un lado a otro para comprobar el estado del paisaje hace 15 años y en la actualidad. Fotos: EFE / Miguel Riopa - Óscar Corral