Ray Loriga: “Enamorarse es un trabajo del alma y constante”
Recuperado de un tumor cerebral, el escritor lamenta el aluvión de “obras mediocres” de autores que “se encontraron a sí mismos durante la pandemia”
El escritor madrileño bautizado en sus inicios por la crítica como “estrella del rock” de las letras ha cumplido 54 años. Ray Loriga se encuentra “bien, sin euforia”, después de que le dijeran que o le operaban de un tumor cerebral del tamaño de una pelota de golf o moriría. En la UCI aprendió que es “uno más”. La única secuela aparente es la pérdida de visión en un ojo, motivo del parche que lleva desde entonces. El ...
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El escritor madrileño bautizado en sus inicios por la crítica como “estrella del rock” de las letras ha cumplido 54 años. Ray Loriga se encuentra “bien, sin euforia”, después de que le dijeran que o le operaban de un tumor cerebral del tamaño de una pelota de golf o moriría. En la UCI aprendió que es “uno más”. La única secuela aparente es la pérdida de visión en un ojo, motivo del parche que lleva desde entonces. El premio Alfaguara en 2017 por Rendición está en forma y ya trabaja en su nueva novela.
Pregunta. ¿Qué cree que habría pasado si nadie hubiese querido publicar Lo peor de todo, la primera novela de un chico de 25?
Respuesta. Que habría escrito otra. Lo habría seguido intentando.
P. ¿No había plan b? Por ejemplo, darle un disgusto a sus padres [ilustrador y actriz] diciendo que quería estudiar empresariales como su hermano.
R. No. Los escritores solo funcionan sin plan b. Es esto o nada.
P. ¿Qué ha cambiado y en qué se parece aún al autor de Lo peor de todo?
R. Creo, sinceramente, que soy el mismo imbécil con menos energía. He cambiado poco y he ido a peor. A cierta edad no se cambia, se empeora (ríe).
P. ¿Lo echa de menos?
R. Echo de menos la juventud, las ganas, la inocencia. No echo de menos la vanidad, la ansiedad...
P. Un cliché falso y uno que se acerque a la realidad sobre los escritores.
R. Uno que se acerca a la verdad es que cuando nos juntamos siempre estamos revisándonos, viendo quién es más en qué: el que más vende, el que tiene mejores críticas, el que está más de moda, el de más prestigio. En eso somos un poco tirando a miserables, pero tengo muy buenos amigos escritores con los que eso está superado. La imagen más cliché es que tenemos una cultura enorme, pero en verdad leemos sobre todo por pasión a la escritura. En lo demás, somos personas corrientes que pasean al perro y hacen fiestas de cumpleaños con niños. Menos glamur.
P. La literatura se explica a veces en grupo: la generación X, los poetas malditos… ¿Cree en esas etiquetas?
R. No. Porque además las he sufrido siempre. Los escritores somos islas. La crítica académica o incluso comercial tiene la obligación de crear unos parámetros, ver cómo se vende cada cosa, pero cada escritor es su pequeño mundo, para bien y para mal.
Cuando me operaron, lo que más me preocupaba era no volver a escribir. Mucho más que no volver a andar o a hablar
P. Doris Lessing decía que “escribir ayuda a comprender”. Usted que “escribir es mentir”. ¿Por qué escribe? ¿Hasta cuándo lo hará?
R. Hasta que me muera o pueda. Cuando me operaron, lo que más me preocupaba era no volver a escribir. Mucho más que no volver a andar o a hablar. Lo primero que hice en la UCI fue comprobar si eso me lo habían dejado. Escribo porque no tengo más remedio, porque me apasiona la literatura y cuando leo algo que me encanta me dan muchas ganas de parecerme a eso.
P. ¿Qué hace cuando no escribe? ¿Qué le interesa?
R. Cuando no escribo estoy casi todo el tiempo pensando en escribir. Luego me gusta lo típico: cine, fútbol, amigos, enamorarme, que lo estoy... Estar enamorado es un trabajo del alma y constante. Me gusta estar tranquilo. Cambio parcelas de felicidad por parcelas de tranquilidad, razón aquí.
P. ¿Hay alguna obra que no haya vuelto a leer por miedo a que ya no le guste tanto?
R. No. He hecho ese ejercicio, por ejemplo, he vuelto a leer ahora El guardián entre el centeno, un libro clave para la adolescencia, y me sigue pareciendo estupendo. Orlando, de Virginia Woolf, que leí la primera vez con 20 años, también me sigue pareciendo maravilloso. No estoy de acuerdo con esa teoría de ningunear libros que te gustaron. Sería como ningunear exnovias. Siempre encuentro las razones por las que amé.
P. ¿Y con el cine le ha pasado?
R. Tampoco. Sigo llorando con Rocky I. Cada vez que se echa a correr me sale una lágrima. Me siguen gustando Godard y las películas aburridísimas de Marguerite Duras. Soy bastante fiel a nada, pero esas sensaciones sí se me reproducen bastante inmediatamente.
P. ¿Algún autor al que prefiera no conocer para proteger una fantasía, como pasa con los locutores de radio?
R. Los locutores nos pillan en soledad, muchas veces en la cama y con esas voces melosas se mezclan fantasías raras. Los ves y no es lo mismo. Cuando conocí a autores que admiro no me decepcionaron. Separo mucho la escritura de la persona.
Las redes me parecen un mecanismo de venta sin sentido valioso. Sé que el mundo va por ahí y ya es indomable, pero yo solo quiero que me dejen tranquilo
P. Ryszard Kapuscinski decía que los cínicos no sirven para periodistas. ¿No es trasladable a la literatura?
R. Hay malas personas que han sido magníficos artistas. Generalmente hombres, por cierto, porque han tenido más oportunidades históricamente para ejercer el mal que las mujeres. Ser buena persona y ser buen escritor son oficios separados. A veces coinciden, pero no tienen por qué.
P. No usa redes sociales. ¿El silencio y la privacidad se han convertido en lujos de excéntricos?
R. Pero no hay que irse a una isla privada, que casi nadie en la Tierra puede hacerlo. Tiene más que ver con lo que hacían los místicos, un encierro en la cárcel interior. Puedes estar rodeado de gente y ruido pero solo y tranquilo. Soportar la marea del mundo es una cuestión de voluntad, de resistencia personal. Las redes me parecen un mecanismo de venta sin sentido valioso. Sé que el mundo va por ahí y ya es indomable, pero yo solo quiero que me dejen tranquilo.
P. Ordene por grado de interés estos trending topics: audios de Florentino, indultos a los presos del procés, caso Kitchen, Vox en general, Rociíto y su ex.
R. En último lugar lo de Rociíto. Es una situación horrible para muchas mujeres, pero la fama lo vulgariza. Lo de Kitchen es preocupante. Es muy grave que en una sociedad democrática se use dinero público para intereses políticos privados. En eso creo que estamos de acuerdo todos, también Pablo Casado. A Vox los vigilo con el rabillo del ojo porque el auge del fascismo no es causa de risa, sino de atención. Los indultos imagino que eran inevitables y ni me toca estar a favor ni en contra. Sé que a esto en Cataluña lo llaman ponerse de perfil, pero no soy político, ni trabajo en el Constitucional. Lo del Madrid me preocupa más porque es mi equipo. Floren, no son maneras (ríe). Pero estudié periodismo y creo que publicar conversaciones privadas rompe el código deontológico. Son comentarios personales, no chanchullos económicos que sí pueden tener un interés general.
P. ¿Le apetece volver al cine?
R. Por ahora no tengo la capacidad necesaria para volver a un rodaje. He hecho solo dos peliculas [La pistola de mi hermano y Teresa, el cuerpo de Cristo] y demandan mucho físicamente. La experiencia del cine fue muy bonita, como jugar con otros niños, porque los escritores están siempre como castigados en su cuarto mientras la gente está en la calle haciendo cosas. Esa naturaleza colaborativa del cine me encantó.
P. ¿Es buena musa la pandemia?
R. No creo en las musas. La pandemia lo único que ha conseguido es un vómito de obras mediocres, pesados tocando el ukelele en el balcón, lugares comunes. Puede que porque venía del hospital con otra enfermedad que no estaba de moda, pero cada vez que oigo “lo escribí en pandemia”, “me encontré a mí mismo”, pienso: “Haberte buscado antes”.