Andrés Cervantes, oncólogo: “Los medicamentos innovadores para el cáncer tienen costes similares, independientemente de su beneficio”

El presidente de la Sociedad Europea de Oncología Médica repasa los últimos avances contra el cáncer presentados en su congreso anual, celebrado en Madrid

Andrés Cervantes, presidente de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO)Álvaro García

Durante los últimos cuatro días, unos 35.000 oncólogos de todo el mundo se han reunido en Madrid para conocer los últimos avances en el tratamiento del cáncer. La Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO, de sus siglas en inglés) ha organizado su congreso anual, en el que se han anunciado los progresos que muestran algunos de los caminos más fructíferos en la lucha contra estas enfermedades. Andrés Cervantes (Cartagena, 66 años), jefe del servicio de Oncología Médica en el Hospital Clínico Universitario de Valencia y presidente de ESMO, men...

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Durante los últimos cuatro días, unos 35.000 oncólogos de todo el mundo se han reunido en Madrid para conocer los últimos avances en el tratamiento del cáncer. La Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO, de sus siglas en inglés) ha organizado su congreso anual, en el que se han anunciado los progresos que muestran algunos de los caminos más fructíferos en la lucha contra estas enfermedades. Andrés Cervantes (Cartagena, 66 años), jefe del servicio de Oncología Médica en el Hospital Clínico Universitario de Valencia y presidente de ESMO, menciona los “medicamentos que abordan una alteración molecular llamada RET, que ocurre en alrededor del 2% de los pacientes con cáncer de pulmón y en la mayoría de un tipo de cáncer de tiroides”. El oncólogo prosigue explicando que, aunque estas enfermedades estén en dos órganos que no tienen nada que ver, debido a que tienen esa anomalía molecular, “se han desarrollado terapias dirigidas que, en cáncer de tiroides, duplican la supervivencia frente a otras terapias dirigidas más convencionales, y en cáncer de pulmón son muy superiores a la quimioterapia”, señala.

Este tipo de terapias diseñadas contra alteraciones moleculares, que requieren un acceso a biomarcadores que no siempre están disponibles, son una de las últimas tendencias en oncología. Otra son los fármacos conjugados, que combinan un anticuerpo dirigible unido a un quimioterápico y permiten liberar este último medicamento, eficaz, pero muy tóxico, en el lugar donde hace más daño al tumor y menos a la persona. Este tipo de medicamento, combinado con una inmunoterapia, ha logrado doblar la supervivencia, de 17 meses a más de 30 en cáncer de vejiga. “Eso no significa estrictamente que los pacientes vayan a vivir el doble. Significa también que hay muchos que no van a recaer y que muchos se pueden curar, porque hay que hacer más seguimiento. Es un cambio radical en la enfermedad”, explica Cervantes, que destaca de las presentaciones del congreso el buen momento en que se encuentra la oncología y la gran cantidad de innovaciones y de adaptaciones de viejas ideas a nuevos problemas para dar nuevas soluciones.

Pregunta. ¿Esta innovación tan acelerada puede hacer más difícil que los mejores tratamientos lleguen a todo el mundo? ¿Es posible combinar innovación y equidad?

Respuesta. La medicina personalizada tiene dos efectos. Tratas a los que tienes que tratar y no tratas a los que no tienes que tratar. Desde el punto de vista financiero, antes se hacían mejorías limitadas sobre la población general y el tratamiento se aplicaba a todos los pacientes. Así, fármacos de diseño personalizado fracasarían en la población general. Sin embargo, están teniendo éxito en pacientes con unos biomarcadores positivos. Los biomarcadores ayudan a seleccionar para que el tratamiento sea más eficiente. Esto, claro, puede limitar el acceso. ESMO ha hecho una revisión de la situación en 45 países y la disponibilidad de técnicas de secuenciación masiva para la detección de anomalías moleculares a las que dirigir tratamientos dista mucho de ser de acceso universal, es un problema que tenemos que analizar. Tenemos que priorizar las innovaciones con mayores beneficio. En ESMO hemos creado un instrumento para, cada vez que la Agencia Europea del Medicamento aprueba un fármaco, calcular una puntuación de beneficio, y estamos en negociaciones con la OMS para que todos los que tengan la máxima puntuación sean declarados medicamentos esenciales y se facilite el acceso al paciente.

P. Según esa escala que menciona, ¿hay fármacos que no aportan lo que se paga por ellos?

R. Una de las cosas que ESMO detectó cuando hizo esta escala es que todos los medicamentos que provenían de la innovación tenían costes similares, independientes del valor, del beneficio para la sociedad, mejorando la supervivencia, disminuyendo los afectos tóxicos o mejorando la calidad de vida de la gente. Creo que esto, en el propio desarrollo de los medicamentos, se tiene que considerar. No sería tampoco un problema levantar el listón. Porque cuando no hay medicamentos para una enfermedad, cualquier cosa que tenga un pequeño efecto genera esperanza, pero a lo mejor no genera el valor que uno esperaría. Quizá haya que levantar el listón para que los que pasen den un beneficio mayor.

P. Otro tema que se ha tratado en el congreso y que se lleva tiempo estudiando es el efecto de la contaminación ambiental en el cáncer. ¿Es posible equilibrar el esfuerzo que se dedica a la búsqueda de tratamientos, muy superior, y el que se destina al estudio y la prevención?

R. La enfermedad es un fracaso de la prevención, que va a tomar más importancia. El año pasado, en ESMO, se comentó que la contaminación atmosférica influye en la promoción del cáncer de pulmón. Este año, hemos visto que la exposición a compuestos en puestos de trabajo que suelen ocupar mujeres puede incrementar el riesgo de cáncer, y parece que tiene que ver con el contacto y la inhalación de microplásticos, que pueden ser una de las causas evitables de cáncer. Hacen falta más estudios para tener más conocimiento y que vaya orientado a tomar medidas para proteger a la población. De entrada, parece una medida racional crear espacios libres de humo o de tráfico.

El oncólogo destaca el buen momento que vive la investigación contra el cáncerÁlvaro García

P. En el tema de la prevención, ¿hasta dónde puede llegar el Estado? Sabemos que consumir tabaco o alcohol incrementa el riesgo de tener cáncer. ¿Nos deberían obligar, con medidas drásticas, a hacer cosas que reduzcan los riesgos para la salud, como se hizo en la pandemia?

R. Todo tiene aspectos psicológicos y de comportamiento. Hay que entender bien cómo se adquiere el hábito del tabaquismo, cuáles son los factores que intervienen en el desarrollo de la obesidad, por qué la gente no hace actividad física. Tenemos que entender estos factores, porque esto no es un problema de ordenar. Cada individuo tiene su libertad, pero creo que si esto se enseñara y se promoviera tendría un efecto sobre la salud de la ciudadanía.

P. Gran parte de los avances en tratamientos contra el cáncer están financiados por la industria farmacéutica, que, además de buscar beneficios para los pacientes, tienen que responder ante sus accionistas. ¿Qué puede aportar la investigación académica en este entorno?

R. Tiene una parte fundamental en la innovación y en el desarrollo científico. Yo creo que nuestro país es un modelo en el desarrollo de CAR-T [un tipo de tratamientos contra tumores de la sangre que en su versión comercial pueden costar 300.000 euros y en la académica 50.000] que compiten en calidad con modelos comerciales. Eso tiene una repercusión muy positiva. También hay estudios académicos que plantean cuestiones que para la industria pueden no ser relevantes, pero que cambian la práctica en una enfermedad. Aquí se ha presentado un estudio de cáncer de cuello de útero que muestra que añadir quimioterapia previa a la quimioradioterapia mejora la supervivencia y la curabilidad de los pacientes con cáncer de cuello uterino localmente avanzado. Ese ensayo lo han desarrollado instituciones académicas del Reino Unido y han participado hospitales de México, porque en Latinoamérica esa enfermedad es muy prevalente, y es un estudio donde no hay implicación de la industria. Los fármacos que se han empleado perdieron la patente hace más de 10 años y, sin embargo, ese esfuerzo tiene una repercusión en la sociedad.

P. Con la enorme cantidad de datos que se requiere para diagnosticar hoy el cáncer, los subtipos de la enfermedad, los marcadores para determinadas alteraciones genéticas, las características de los pacientes… ¿Qué papel puede desempeñar la inteligencia artificial?

R. La posibilidad de enseñar a una máquina a interpretar el aspecto que tiene una célula o un tumor, los modelos para analizar imágenes de un TAC o de las patologías de las biopsias y después correlacionar con anomalías moleculares, tiene mucho interés y puede ser una herramienta para facilitar la equidad en el acceso a técnicas moleculares. Pienso que la inteligencia artificial nos va a ayudar a ser mejores médicos, porque nos podremos dedicar más a la interacción con el paciente y gestionar la complejidad que hoy tienen las técnicas de diagnóstico molecular de una forma más eficiente.

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