«Era como un niño brillante e inteligente, pero emocionalmente inmaduro»: así era Karl Lagerfeld en palabras de los que mejor le conocían
El diseñador vuelve a ser protagonista de la Gala Met y de la próxima exposición del museo Metropolitan que homenajea su creatividad desbordante. En lo personal, su biógrafa Marie Ottavi analiza las incógnitas de una personalidad tan mediática como desconocida tras entrevistarse con decenas de sus más allegados.
Creó un personaje que trascendió al mundo de la moda y, con su coleta alta y sus mitones, se labró un puesto en la iconografía de la cultura popular. Muchos conocían al diseñador Karl Lagerfeld, aunque aún hoy la persona que se escondía tras unas opacas gafas sigue siendo un misterio para todos. Su creatividad y sus trabajos como diseñador en casas como Chloé, Fendi, Chanel o su firma homónima serán examinados en Karl Lagerfeld: una trayectoria estética, la exposición que inaugura el museo Metropolitan de Nueva York el lunes 1 de mayo con una espléndida gala. No es la primera vez...
Creó un personaje que trascendió al mundo de la moda y, con su coleta alta y sus mitones, se labró un puesto en la iconografía de la cultura popular. Muchos conocían al diseñador Karl Lagerfeld, aunque aún hoy la persona que se escondía tras unas opacas gafas sigue siendo un misterio para todos. Su creatividad y sus trabajos como diseñador en casas como Chloé, Fendi, Chanel o su firma homónima serán examinados en Karl Lagerfeld: una trayectoria estética, la exposición que inaugura el museo Metropolitan de Nueva York el lunes 1 de mayo con una espléndida gala. No es la primera vez que el alemán acapara los focos de la célebre escalinata del Met, porque ya en 2005 fue la estrella en la exhibición dedicada a la maison de la camelia. Y esta muestra no es la única cita que examinará su figura: Disney+ también trabaja en una producción sobre él, Kaiser Karl.
Pese a las exposiciones, series, documentales o libros, su persona continúa siendo un enigma. El hombre de las frases lapidarias, el que elevó Chanel a lo más alto del ecosistema del lujo (y lo mantuvo ahí durante tres décadas), se encargó de enredar la madeja de su propia vida. Hasta su fallecimiento, en París en 2019, rechazó cualquier propuesta para escribir una biografía, y sin embargo hablaba sin mesura en las entrevistas, dando forma a una historia en la que tejía sin rubor ficción y realidad.
Precisamente sobre esas contradicciones o sobre los misterios de su historia personal pasó tres años investigando la francesa Marie Ottavi. El resultado es Karl, una palpitante biografía que el año pasado publicaba en España la editorial Superflua. La escritora se entrevistó con el creativo en dos ocasiones en 2017, mientras preparaba un libro sobre el dandi Jacques de Bascher, pareja de Lagerfeld y amante de Yves Saint Laurent. El alemán terminó llorando en aquellos encuentros. “Me di cuenta de la excepcionalidad de estas conversaciones dos años después, cuando empecé la investigación para este libro”, dice en una videollamada desde París. La escritora ha podido formarse una visión completa de la personalidad del káiser tras recopilar toneladas de información y testimonios de cercanos a él, colaboradores, familiares o nombres tan conocidos como Claudia Schiffer, Tadao Ando, Bruno Pavlovsky, Carine Roitfeld, Paco Rabanne (al que entrevistó por correo), Alessandro Michele… o Carolina de Mónaco. “Supongo que era su mejor amiga, la más cercana. Él la quería y ella le llegó a conocer muy bien. Era de las pocas que llegaron a hacerlo”.
Todo era una fábula en la historia de Karl Lagerfeld. Contaba que su madre se había casado con un vestido de Vionnet, pero el diseño del que hablaba el creativo fue confeccionado muchos años después de la boda. Decía que no recibió educación católica, pero fue bautizado y tomó la primera comunión. Aunque seguramente su mentira más conocida fue la de su edad. Sobre esto, Ottavi apunta a que más que por coquetería, el oportuno cambio en el año de nacimiento (de 1933 a 1938) le sirvió para evitar preguntas incómodas sobre su infancia alemana o sobre la Segunda Guerra Mundial, que pasó bastante apaciblemente en un pueblo a 50 kilómetros al norte de Hamburgo. Era inteligente y arrogante, pero a la vez lleno de complejos. Sus manos, que tapó compulsivamente con su uniforme con mitones, las odiaba desde niño porque su madre —de la que heredó la lengua afilada— se metía con ellas.
“Creo que he llegado a conocerle bien”, confiesa Ottavi, “pero no sabría cómo definirle, es una pregunta difícil. Sigue siendo un misterio, pero eso es parte de su personalidad. Él era muy reservado, pese a ser tremendamente mediático. En Francia era toda una celebridad, estaba todo el día en prensa y televisión, pero siempre mantenía el control. Era muy controlador. Era clasista, pero también muy cercano y generoso con la gente que trabajaba con él. En ese sentido, en las distancias cortas, no era para nada un tirano ni uno de esos creativos locos a los que estamos acostumbrados a ver en moda en París. Era brillante, una persona muy culta, pero también pretencioso. Aun así, nunca te hacía parecer un estúpido cuando hablabas con él, esto es parte de su buena educación. Durante las entrevistas muchos fueron los que me comentaron este aspecto sobre su personalidad, que era muy educado y amable en el trato, un Karl muy distinto del que aparecía en la televisión. Esa era la primera imagen que yo tenía de él, alguien duro, frío, de un estilo muy alemán. Pero solo era un hombre solitario. Así lo había decidido él mismo. Imagino que estar solo era importante para su proceso de creación. Podía ser cruel y terminó muchas amistades de un momento para otro, sin compasión”.
Pocas de sus relaciones se mantuvieron a lo largo de los años, porque el mínimo desencuentro hacía que Lagerfeld las arrancara de raíz para nunca volver la vista atrás. “Estoy segura de que a veces se comportaba de forma tiránica, pero me pareció mucho más interesante cuando descubrí que también era respetuoso con su equipo, con el trabajo que hacía cada uno (desde las mujeres del atelier hasta el hombre que construía uno de sus escenarios en el Grand Palais). Fue una de las razones que me motivaron a escribir sobre él, porque la primera idea que todos tenemos es que este hombre era terrible, un misógino y todo eso, y quería contar que no siempre era así. Cuando las luces se apagaban era otra persona”.
Pese a la fachada fría, disfrutó con ganas de su éxito y de su dinero (por el que tributó en Mónaco durante varias décadas, lo que le llevó a tener problemas con la Hacienda francesa). “Siempre estaba muy ocupado y su vida era su trabajo, pero realmente le gustaba. Disfrutaba de la vida. En términos de afectos y sentimientos todo quedaba por detrás, sobre todo tras la muerte de Jacques de Bascher. Solía gastar muy alegremente cuando estaba entre amigos. No sé si llegó a ser completamente feliz, a mí me dijo que sí. La gente de su alrededor está dividida, algunos creen que sí, otros que no. Algunos dicen que estaba demasiado solo, pero yo creo que para él eso no era algo malo. Karl era una de esas personas que aman estar solas, que se encuentran mejor así porque a veces sencillamente no pueden aguantar a los demás. Pero por lo general yo diría que sí disfrutó de su vida”.
Inès de la Fressagne, una de esas amigas íntimas que de un día para otro Karl desechó de su vida, traza un retrato muy nítido: “Durante nuestra entrevista Inès no quiso discutir su pasado con él, pero sí me habló mucho de cómo era. Fue muy interesante porque le quiso y me habló de él con sus cualidades y faltas. Para ella Karl era muchas veces como un niño brillante e inteligente, pero emocionalmente inmaduro”.