Kikí D’Akí: “Se nos acusó de pijos cuando solo huíamos de la tristeza”
Han pasado cuatro décadas y varias discográficas. Hablamos con María José Serrano para desmontar algunos mitos y deshacer algunos entuertos en torno a la cantante: “Nuestro mensaje era frívolo, pero no sencillo, y luego se ha entendido muy mal”
En un verso de aquellos años, el poeta Luis Antonio de Villena lamenta que su adolescencia fuera “una edad de libros y de escasos placeres”. Sin embargo, las juventudes que siguieron a aquellas adolescencias grises de los setenta, si atendemos al relato que nos ha llegado, consistieron justo en lo contrario: años de fanzines y de abundantes placeres, de prensa marginal, de publicidad improvisada por uno mismo tras un patrocinio generoso e imprudente, de exposiciones y conciertos y de un estado confuso que empezaba a dar señales de distensión; fueron años de recuperación de las vanguardi...
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En un verso de aquellos años, el poeta Luis Antonio de Villena lamenta que su adolescencia fuera “una edad de libros y de escasos placeres”. Sin embargo, las juventudes que siguieron a aquellas adolescencias grises de los setenta, si atendemos al relato que nos ha llegado, consistieron justo en lo contrario: años de fanzines y de abundantes placeres, de prensa marginal, de publicidad improvisada por uno mismo tras un patrocinio generoso e imprudente, de exposiciones y conciertos y de un estado confuso que empezaba a dar señales de distensión; fueron años de recuperación de las vanguardias y de nuevas olas musicales. Al menos eso es lo que tantas veces nos han contado sobre los ochenta —en Madrid y en otras grandes ciudades españolas— y, a pesar de las imprecisiones y las omisiones que implica cualquier reconstrucción, algo tendrá de veraz cuando tantos testimonios coinciden y tantas obras de entonces se han convertido en clásicos. Basta, además, con comparar documentos como aquellas fotografías que Ramón Masats disparó durante los años sesenta, llenas de una tristeza clerical, con las que hicieron, a veces en las mismas localizaciones, García Alix o Ouka Leele 20 años después: muestran dos universos completamente distintos y, afortunadamente, en las segundas ya no se intuye la sombra del dictador, omnipresente en las primeras.
En aquel revuelo pop de pintores, fotógrafos, críticos de arte (que era una manera menos solemne de decir “filósofos”), músicos, escritores y cineastas que introdujo la primera posmodernidad en España (esa que valoraba las referencias cruzadas entre disciplinas o entre lo académico y lo popular y que no rechazaba ni los pastiches ni las actitudes frívolas) se movía María José Serrano, más conocida como Kikí D’Akí. Para buena parte del público, Kikí es la cantante de El futuro, un tema compuesto por Fernando Márquez, el Zurdo, que siempre aparece al final de esas discusiones tan innecesarias como divertidas sobre la mejor o más significativa canción de una época. Cuando ya se han agotado los argumentos a favor de Chica de ayer (Nacha Pop), Nada más (Mamá), Para ti (Paraíso: también el Zurdo) o Déjame (Los Secretos), alguien menciona El futuro y, seguramente, llega el consenso: esa es la buena. Para algunos menos, Kikí es una de esas joyas escondidas y un poco malditas —malditismo sin sordidez, en este caso— que la música independiente española ofrece de tanto en tanto. “Fue uno de los pocos antecedentes formales de parte del indie que vino después: Le Mans, Family, La Buena Vida…”, comenta Andrea Buenavista, cantautora, que, en ese mismo sentido indica: “Kikí traza la línea más clara entre la década de los ochenta y la de los noventa”.
Pero la de “secreto a voces” y la de “artista de culto”, no son etiquetas con las que se conviva fácilmente y Serrano necesitó algunos años para reconciliarse con una carrera que, por lo demás, llega más allá —a través de cuatro décadas y varias discográficas— de lo que se suele recordar. Hemos hablado con ella para desmontar algunos mitos y deshacer algunos entuertos en torno a Kikí D’Akí.
La Nueva Ola: mucho ensayo, poco dinero
“A mí no me gusta hablar ni del Rollo, ni de la Movida, yo soy de la Nueva Ola, que da otra sensación de apertura”, comienza Serrano, que recuerda así el movimiento (casi un grupo de amigos que compartía intereses y espacios) del que formó parte hace ahora 40 años: “Se juntaron varios mundos. En la Nueva Ola había muchas familias y también las había dedicadas a lo audiovisual o a la pintura. Miluca de Las Chinas estaba con Luis Gómez Escolar [compositor], yo estaba entonces con Juan Manuel Bonet [poeta y crítico de arte], Montse era la novia de Luis de Radio Futura. Los novios contaban y cada uno traía su propio mundo”.
Esos mundos entrecruzados (y también los de personajes como Enrique Sierra, Alaska o Herminio Molero) dieron lugar a una escena que también contó con manifiestos no oficiales. Corazones Automáticos, un colectivo formado por Montse Cuní (bajista en Las Chinas), los hermanos Luis y Santiago Auserón (pronto serían Radio Futura) y Caty François (escritora), solía criticar en sus textos “el rollo macabeo del rock progresivo” e indicó el camino a seguir cuando se posicionaron contra “la insoportable asfixia de estar entre gentes encerradas en sus formas de conciencia”. “Cada cosa hay que verla en su momento y entonces el panorama era muy triste y estaba muy politizado —cuenta Serrano—. Hay que entender que todo esto surge como una reacción: lo que apetecía era disfrutar, el color, una música que no fuese social, que no dijera qué pensar”. ¿Y qué concede a quienes, de un tiempo a esta parte, señalan que aquello fue demasiado frívolo? “Nuestro mensaje era frívolo, pero no sencillo, y luego se ha entendido muy mal. Se nos acusa de niños pijos cuando nosotros solo tiramos por la calle de en medio porque veníamos de algo un poco siniestro por los dos lados”.
Cuando se forman Las Chinas (alrededor de 1980, antes de Kikí), todo el mundo se rinde ante el primer “grupo de chicas” de aquel movimiento. El Zurdo, que no las conocía personalmente, escribió que desprendían un “aura de madurez y serenidad” y comparó la voz de Serrano con la de Nico o la de Gloria van Aerssen de las Vainica Doble. “A mí me gustaban mucho cantantes tipo María del Mar Bonet o Mercedes Sosa —explica la vocalista—. También Los Surf, un grupo francés de Madagascar que hacía versiones de Phil Spector o el Tú serás mi baby, en español. Además, escuchaba Blondie, Brian Ferry, todos los grupos ingleses nuevaoleros, Elvis Costello… ese era mi bagaje”. El primer y único single de Las Chinas salió en 1981 con RCA y contenía El hombre salvaje y Amor en frío, y los conciertos y las actuaciones en televisión llegaron enseguida. “Éramos muy trabajadoras, nos lo currábamos mogollón —señala quien fuera líder de aquella banda contra el mito del grupo que se desentiende de su sonido—. Eso de que en la Movida no se ensayaba y no se sabía tocar es una tontería porque, precisamente, como no sabíamos, trabajábamos más; todas las tardes. Quien diga que algo como una canción o un cuadro es una chorrada, que pruebe a ver si le sale”.
Tras sufrir el robo de su equipo, Las Chinas financiaron su nuevo material mediante una subasta de arte en la que participaron Costus, Manolo Quejido o Mariscal. En cualquier caso, poco después se separaron y es entonces cuando Serrano recurre al Zurdo para poder seguir cantando: “A mí lo que me importaba era tener buenas melodías y buenas letras, y Fernando ya estaba haciendo canciones buenísimas con La Mode. Le llamé, simplemente porque era el que más me gustaba, y respondió muy bien, escribiendo un montón de canciones”. Las primeras que se grabaron fueron Accidente y La ciudad y tú (1983) para Rara Avis, el sello que había montado Miluca. Pero poco después, y con el productor Yayo Aparicio, se graban tres temas más y se edita en Nuevos Medios el Mini LP que también contiene El Futuro y Unidad de destino y que se ha convertido en uno de los vinilos más deseados por los coleccionistas de pop español.
“Aquel fue mi primer contacto con Kikí D’Akí —declara el músico Antonio Galvañ, Parade, cuyo último disco es Mares poco profundos—. Me pareció entonces (y me sigue pareciendo) un artefacto emocional perfecto. Canciones pop livianas, con hermosos arreglos tecnopop y letras muy sustanciosas. El modelo de lo que 10 años después intentaría conseguir con mi proyecto”. Mario Gil (miembro de La Mode, Un pingüino en mi ascensor y Aviador Dro) también quedó deslumbrado por aquel disco: “Coincidíamos mucho en fiestas, exposiciones y conciertos. Y cada vez la animaba a montar un repertorio para defender esas canciones y las nuevas que le había compuesto su novio, Sergio López de Haro”. Enseguida se formó una banda en cuyo núcleo estaban Sergio, María José y Mario, que se subió a los escenarios entre 1984 y 1989. “Recorrimos todas las salas pequeñas que había en Madrid —apunta Gil, que ejercía de teclista—. Gracias a eso nos consolidamos y comenzamos a sonar muy bien. Arropábamos la voz de Marijose con dos guitarras perfectamente entrelazadas y mis sintetizadores daban cierta estabilidad a la base sonora. Aprendí a acompañarla con una segunda voz en falsete que se acoplaba con su voz y aquella combinación de voz femenina de medio rango y voz masculina aguda me gustaba mucho. Todo nos iba bien, pero pocas compañías discográficas querían sacar un disco con ese repertorio”.
“Eran temas preciosos. Como muestra se pueden escuchar Quiero verte llorar o Es tan fácil —indica Serrano, que todavía no termina de entender las barreras que encontraron entonces para lanzar un nuevo disco que, finalmente, no salió—. Las cosas se torcieron y no hubo manera. Aquello me dejó un poco tocada y tardé años en recuperarme, aunque a estas alturas me da igual”. Entonces, ¿de verdad ya no está dolida? “A mí me hubiera gustado tener más repercusión —responde la cantante—, pero yo ya estoy totalmente conforme con lo que ha sido mi carrera. Estoy muy orgullosa de todo lo que he hecho porque sacar un disco es poner una pica en Flandes: era muy difícil y es muy difícil”.
Un nuevo repertorio escogido
“Hasta el 2004 —20 años después del famoso Mini-LP— no volvimos a sacar nada”, continúa Serrano. Entretanto, vida privada, alguna aparición esporádica sobre un escenario, por ejemplo, junto a Paco Clavel, y su profesión en las bibliotecas públicas de Madrid. Aquel año salió Mi colección, con temas tanto del Zurdo (los últimos) como de López de Haro, ya como marido y colaborador más estable, y comenzó un nuevo periodo en la discográfica Siesta (hogar de otros clásicos de nuestro pop como Pauline en la Playa o Fran Nixon). Poco después, en 2006, Kikí D’Akí lanza Villa Flir, con una producción polémica a cargo de Guille Milkiway que, sin embargo, a ella le encanta: “Hay quien se queja de esos arreglos tan barrocos, tan a lo Guille, pero a mí lo que hizo en Si hace sol o Corazón cansado me parece maravilloso”, zanja.
Del siguiente disco, No mires atrás, se ocupó Parade, quien todavía recuerda la ilusión que le hizo que, hacia 2007, María José y Sergio se pusieran en contacto con él para que les produjera y arreglara ese tercer álbum para Siesta. “Son canciones —valora el murciano— de una sencillez compleja, tímida. No te das cuenta de lo buenas que son hasta que te atraviesan el cerebro y no dejas de cantarlas. Fue el comienzo de una amistad que permanece hasta hoy”. Se abrió entonces otro paréntesis que terminó con la publicación de un single para Munster en 2014 y de un LP de versiones, Breve encuentro, en 2018, dentro de la misma casa. Breve encuentro es el más orgánico de sus trabajos (apenas voz la voz de Serrano y la guitarra de López de Haro) y presenta, casi como un repaso de las coordenadas que interesan a Kikí, versiones, entre otras, de Bernardo Bonezzi, Françoise Hardy o Charlie Mysterio (otro icono minoritario).
A Serrano, el cuadragésimo aniversario de El futuro y los cinco años desde ese último disco no le parecen excusa suficiente para pensar en nuevos lanzamientos: “Yo lo que estoy deseando es hacer conciertos. Me gustaría que se conociera un poco más lo que ya he grabado. Para qué voy a grabar más si ya tengo unas canciones estupendas que nadie conoce”. Otro de los motivos por los que quiere hacer directos es porque “lleva toda la vida cuidándose para poder cantar”. “Ninguna de Las Chinas tonteamos con las drogas duras, y no por falta de oportunidades —confiesa—. Pero si te quieres dedicar a esto tienes que preocuparte por tu voz y yo hasta dejé de fumar”.
De sus temas más conocidos, hoy Kikí D’Akí se queda con Unidad de destino (“quien no entienda que es una broma es porque es bobo”) aunque sabe que El futuro es la que más ha conectado con las nuevas generaciones (por ejemplo, Rebe, joven musa del pop de dormitorio, la llevó a su terreno en 2018). Hace poco que María José Serrano, la bibliotecaria, se jubiló, y hace mucho más desde que está completamente satisfecha con su carrera como Kikí D’Akí. Eso sí: no le hubiera importado haber tenido algo más de éxito o haber podido vivir de la música. “No entiendo a quienes penalizan a los pocos que triunfan o a quienes pretenden que sigas en el underground toda la vida. Conmigo estarán encantados”, concluye riendo.