Margaret Moth, la pionera cámara de guerra que encontró en la cobertura de la guerra “una nueva droga”
Estrenado en Sundance, el documental ‘Never Look Away’, dirigido por quien fuera la protagonista de ‘Xena: la princesa guerrera’, Lucy Lawless, intenta trazar un retrato de esta mujer
El 18 de abril de 1996 en plena Operación Uvas de la Ira, en su ofensiva contra Hezbolá, Israel lanzó un ataque múltiple que destruyó un campo de la ONU donde se refugiaba población civil. Por entonces, la mayoría de periodistas se habían ido hacia otros lugares por seguridad o buscando otras noticias. Todos, menos la camarógrafa neozelandesa Margaret Moth, que al ver las columnas de humo corrió hacia allí y grabó casi 40 minutos de horror. Casi 200 civiles murieron en ese lugar. Ella fue la primera y casi única en llegar y sus imágenes, emitidas por CNN, dieron la vuelta al mundo. Fueron una ...
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El 18 de abril de 1996 en plena Operación Uvas de la Ira, en su ofensiva contra Hezbolá, Israel lanzó un ataque múltiple que destruyó un campo de la ONU donde se refugiaba población civil. Por entonces, la mayoría de periodistas se habían ido hacia otros lugares por seguridad o buscando otras noticias. Todos, menos la camarógrafa neozelandesa Margaret Moth, que al ver las columnas de humo corrió hacia allí y grabó casi 40 minutos de horror. Casi 200 civiles murieron en ese lugar. Ella fue la primera y casi única en llegar y sus imágenes, emitidas por CNN, dieron la vuelta al mundo. Fueron una de las claves para que la comunidad internacional, con el presidente de Estados Unidos Bill Clinton al frente, pidiera el alto el fuego entonces, petición que se cumplió días después.
Margaret Moth fue la primera camarógrafa de guerra neozelandesa, una pionera en un sector dominado por los hombres. Y muchas menos mujeres había cubriendo guerras y conflictos a principios de los años noventa, cuando ella empezó a trabajar para CNN sobre el terreno, en la Guerra del Golfo. En aquel primer trabajo, Moth descubrió su auténtica identidad y motor. Según Joe Duran, heredero de los archivos de la camarógrafa con los que se ha realizado el documental Never Look Away, de Lucy Lawless (actriz, sobre todo, conocida por ser la protagonista de Xena, la princesa guerrera), también encontró en la cobertura de la guerra y conflictos “una nueva droga”.
Margaret nació en Nueva Zelanda y se crio en una familia de cuatro hermanos maltratados constantemente por sus padres. En cuanto pudo, se tiñó su pelo rubio de negro oscurísimo y se mudó a Estados Unidos. Se estableció en Texas y ahí, adquiriendo una estética y filosofía punk, se convirtió en “la reina de la noche”. Así la recuerda en el documental, estrenado en el festival de Sundance, Jeff Russi, para quien Moth fue su primera novia: él tenía 17; ella, 30. Moth ya trabajaba de camarógrafa para la televisión y se metió en la CNN en cuanto pudo con la aspiración de conocer mundo.
Todos los testimonios del documental la recuerdan viviendo al límite, en el presente, no contaba nada de su pasado traumático. Había llegado a ir a un juez para pedir que la dejaran ligarse las trompas para no tener hijos nunca. Moth no era su apellido real. Vivía en el hoy. Sin ataduras familiares, muchos amantes, sin compromisos. Una actitud que la ayudó cuando empezó a cubrir guerras. “Margaret mostraba una resiliencia casi alienígena, que no solo la mantenía siempre en movimiento, sino que la permitía caminar sobre fuego”, dice Lawless. “Usaba el trauma de su pasado como un arma secreta”. Su cámara se la colocaba en los hombros como un bazooka, recuerdan sus compañeros de trabajo. No parecía tener miedo a nada. Y esa falta de miedo y de compromisos personales la llevó a alargar demasiado sus viajes y horas de trabajo. “En la guerra, la rutina te mata”, dice Yaschinka, quien fuera su amante en esos conflictos durante años.
A Moth la rutina casi la mató. Fue en Sarajevo, en 1992, cubriendo la guerra en Bosnia, cuando un francotirador le disparó y perdió la mitad de la cara, su mandíbula. Tras una veintena de cirugías y meses de recuperación (en el hospital la visitaban Robert Redford o Jane Fonda), superó la depresión (“¿Parezco un monstruo?”) pensando en la vuelta a primera línea de guerra. Y ya no quería ir solo por la “adicción”, por esa satisfacción de su personalidad al límite, quería seguir mostrando el impacto de la violencia en inocentes y niños. “Hasta que le dispararon, creo que ella iba al frente por ella misma”, dijo Lawless en Sundance, “tras una infancia terrible, lo que buscaba era experiencias y sensaciones salvajes, pero después del accidente, creo que se convirtió en la mujer que siempre quiso ser, encontró su verdadero objetivo y camino en la vida”.
Comía mal, bebía mal, casi no podía hablar (porque le faltaba buena parte de la lengua, de la mandíbula…), estaba muy delgada, podría parecer que le faltaban fuerzas, pero se enfrentó a sus jefes y volvió al trabajo: Bosnia, Zaire, Ruanda, Ramalla, Líbano… Aguantó hasta el final (murió de cáncer en 2010). Sabía que su trabajo, en un mundo previo a los móviles, podía cambiar las cosas. Podía poner fin a la violencia por el mundo. Y de ahí el título del documental: No mires para otro lado. “No es solo la historia de Margaret”, dice su amigo Joe Duran, “es una historia de compromiso contra las atrocidades y horrores de la guerra, sobre la importancia de no mirar para otro lado, sobre una persona que dedicó su vida a no darle nunca la espalda a la verdad”.