Si pasas de los ‘selfies’ y quieres un retrato de verdad este es tu sitio
Visitamos Señor Archer, un estudio fotográfico en el que sólo se hacen retratos usando un procedimiento químico del siglo XIX: el ferrotipo.
En pleno auge del selfi algunos han comenzado a buscar caminos para huir de los retratos previsibles y ultrarápidos realizados con el teléfono. Uno de esos caminos lleva a Señor Archer, un estudio fotográfico en el que sólo se hacen retratos usando un procedimiento químico del siglo XIX: el ferrotipo.
Da tiempo de abstraerse durante los quince segundos en los que hay que permanecer inmóvil para plasmar nuestro rostro en una placa de metal impregnada con ...
En pleno auge del selfi algunos han comenzado a buscar caminos para huir de los retratos previsibles y ultrarápidos realizados con el teléfono. Uno de esos caminos lleva a Señor Archer, un estudio fotográfico en el que sólo se hacen retratos usando un procedimiento químico del siglo XIX: el ferrotipo.
Da tiempo de abstraerse durante los quince segundos en los que hay que permanecer inmóvil para plasmar nuestro rostro en una placa de metal impregnada con colodión húmedo. Ese ensimismamiento incluso se deja ver en la foto: la quietud no invita a sonreir.
Alberto Gamazo nos cuenta al visitar su estudio que una de las cosas que le han sorprendido desde que lo abrió hace un año es la variedad de sus clientes. Por Señor Archer pasan desde los predecibles modernos melancólicos hasta familias que huyen, como el propio Gamazo, de la banalización de la fotografía digital.
Estas fotos tienen como soporte una placa de metal y son completamente únicas. No hay un negativo que permita obtener copias de ellas. Aunque también se entrega una imagen digitalizada de la imagen. Ni la fotografía más artesanal es capaz de sustraerse a Instagram.
Gamazo, que también trabaja como fotoperiodista, comenzó a interesarse por estos procesos debido a la fobia que le provocó editar durante horas imágenes en ordenador. Una servidumbre que ha impuesto la fotografía digital debido al gran número de tomas que se realizan para lograr una buena foto. Eso le llevó a experimentar con técnicas antiguas en las que había que planificar con precisión la foto antes de pulsar el botón de disparo.
Descubrió varios estudios especializados en fotografía química fuera de España. Uno de los más emblemáticos era Photobooth, en San Francisco. En él los fotógrafos Michael Shindler y Vince Donovan realizaban ferrotipos con un procedimiento muy similar al de Doctor Archer. Paradójicamente aquel estudio murió de éxito, pues el intenso ritmo de trabajo impedía a estos fotógrafos hacer otra clase de proyectos más allá de los retratos.
“¡Quitarme la idea de la cabeza!”, ese era el pensamiento que Alberto Gamazo tenía cuando se ponía en contacto con los que están redescubriendo las viejas fórmulas de la fotografía basada en haluros de playa. Pero a los pocos meses de abrir Señor Archer se dio cuenta de que la aquella idea no era un disparate.
En cualquier caso su estudio es más que un simple negocio. En él imparte talleres a grupos reducidos de personas interesadas en aprender los secretos del ferrotipo. Uno de los rasgos más característicos de la estética de estas fotos es el aspecto oscuro que adquiere la piel de los retratados. Debido a la química que interviene en el proceso se captan longitudes de onda de la luz diferentes a las de las cámaras digitales. Por eso es necesario utilizar focos de gran potencia para iluminar al modelo.
Difícilmente algo tan complejo de realizar como es un ferrotipo puede ponerse de moda. Hay que tener en cuenta que para hacerlos en exteriores es necesario llevar consigo un laboratorio fotográfico. A pesar de ello hay una ola de fotógrafos a los que estas dificultades no les frenan.
El ejemplo más claro de que la estética decimonónica del ferrotipo engancha es que incluso existe una aplicación de fotografía para iPhone que imita esta técnica. Aunque el resultado de este simulacro digital no está del todo mal, está lejos de alcanzar lo que Gamazo puede hacer con su cámara de placas y un objetivo de Petzval de 1840.
Dos elementos que permiten lograr un enfoque selectivo de gran precisión sobre el rostro. Otra de las cualidades estéticas de este tipo de fotos. Entre los que se han aventurado a usar ferrotipos está la fotógrafa Victoria Will, que en la edición de este año del Festival de cine de Sundance realizó varios retratos de los que pasaron por allí con este proceso. Otros ejemplos son los retratos a patinadores de Nueva Yorkrealizados por Melissa Cacciola o los de músicos de blues que ha hecho Tim Duffy.
Pero si hay una fotógrafa que está entre las personas que han impulsado el resurgir de esta técnica esa es Sally Mann. La estética atemporal, y un tanto siniestra, del ferrotipo es perfecta en sus trabajos sobre campos de batalla, sus primeros planos de rostros o su serie de inquietantes cuerpos desnudos.
El ferrotipo viene a demostrar una vez más que el mundo de la fotografía es altamente imprevisible. Cuando más olvidada parece la química en la fotografía una técnica ideada antes de que la electricidad llegase a las ciudades resucita en plena era del selfi. Todo puede suceder.