Poesía y luz en memoria de los miles de muertos por la covid-19 en Chile
El proyecto Mokita, que reflexiona sobre la muerte, convocó a los ciudadanos a realizar los ritos y honores que no han tenido los fallecidos por la pandemia
Cuando la noche de este martes el reloj marcó las ocho en Chile, con la oscuridad y el frío del pleno invierno en casi todo el territorio, ciudadanos de diferentes lugares del país prendieron una vela desde sus ventanas, guardaron un minuto de silencio y recitaron algún verso en memoria de los muertos que ha dejado la covid-19 desde el 21 de marzo pasado: 8.503 confirmados y 3.932 sospechosos. Fue la convocatoria que realizó el ...
Cuando la noche de este martes el reloj marcó las ocho en Chile, con la oscuridad y el frío del pleno invierno en casi todo el territorio, ciudadanos de diferentes lugares del país prendieron una vela desde sus ventanas, guardaron un minuto de silencio y recitaron algún verso en memoria de los muertos que ha dejado la covid-19 desde el 21 de marzo pasado: 8.503 confirmados y 3.932 sospechosos. Fue la convocatoria que realizó el Proyecto Mokita, una agrupación que busca naturalizar la muerte en las conversaciones de la vida, a cuatro meses del primer fallecimiento en Chile a causa de la pandemia. “Frías cifras y muchos análisis abundan, pero han faltado ritos y honores para estas personas que ya no nos acompañan, sobre todo momentos para compartir en comunidad, vivir el dolor y resistir la soledad”, señalaba la convocatoria a una actividad inédita que encontró a Santiago de Chile y a otras localidades del territorio en medio de la cuarentena.
Un fragmento de País de la ausencia, de la Nobel poeta chilena Gabriela Mistral, fue uno de los tantos versos que circularon por las redes sociales para que cualquiera lo hiciera suyo y lo leyera desde alguna iluminada ventana chilena: “…De las criaturas que yo vi morir; de lo que era mío y se fue de mí”. La ensayista Adriana Valdés, directora de la Academia Chilena de la Lengua y miembro del directorio del proyecto Mokita, fue la encargada de recolectar los extractos. Incluyó, además, a autores en habla castellana como San Juan de la Cruz, Enrique Lihn, Quevedo o César Vallejo. “Buscar los poemas me sacó muchas lágrimas y me hizo mucho bien, porque por Dios que tenía ganas de llorar. No me ha pasado nada… Me da pena no más, una pena terrible, cada una de las pérdidas de vidas humanas significativas y que no haya habido un momento colectivo de acordarse”, relata al teléfono desde su departamento en el municipio de Providencia, en la capital chilena.
En un mundo donde impera el espíritu mercantilista, señala Valdés –”que está como la prostituta de Babilonia del Apocalipsis”– la iniciativa del Proyecto Mokita “no beneficia económicamente a nadie, con un esfuerzo total y completamente voluntario”. “Va en contra de la transformación de los muertos en cifras y en inconvenientes en los rankings mundiales”, analiza una de las intelectuales más sólidas de la escena chilena. “Ha tenido una extraordinaria recepción. Nos han escrito desde Coyhaique, en el extremo sur del país, contando que se sumarán. Ya ha producido un gran bien”, indicaba la autora de obras como Composición de lugar (1996) a pocas horas de la intervención colectiva que se propagó en las redes con el hashtag #unminutodesilencio
La actividad fue difundida por la mañana en su reporte diario por el ministro de Salud, Enrique Paris, y luego a través de Twitter por la ministra de Cultura, Consuelo Valdés. La empujaron organizaciones como el Colegio Médico, de gran protagonismo en medio de la pandemia, mientras cientos de ciudadanos anónimos compartieron las fotografías de sus ventanas encendidas desde diferentes ciudades del país.
El proyecto lleva el nombre de la palabra Mokita, de la lengua indígena Kivila, de Nueva Guinea, que representa una verdad que todos conocen, pero que se ha acordado no mencionar. Fue fundado hace ya algunos años por el geriatra Jorge Browne y el ingeniero Matías Reeves con el objetivo de contribuir al debate desde la sociedad civil en torno a la comprensión de la muerte. Con la participación del médico Juan Pablo Beca, especialista en ética, entre otros, desde la agrupación están convencidos de que hablar de la muerte es hablar de la vida y que la conversación en torno a ella “se transformó en una tradición oral perdida”.
Inspirados en los Death Cafe londinenses, las reuniones que se realizan en torno a un café para aumentar el grado de conciencia a los temas relacionados con el fin de la vida, el Proyecto Mokita reúne a un pequeño grupo de gente diversa en torno a un vino chileno y a una pizza en un restaurante del municipio de Ñuñoa, en Santiago, donde se respeta el libre pensamiento, no existe ninguna verdad única ni credos absolutistas. “Se busca generar un clima cálido y evitar que la gente se vaya con un mensaje, sino solo con la experiencia de haber hablado de un tema muy difícil con otras personas”, explica Valdés. Sobre la primera reunión a la que asistió, recuerda: “Fue muy conmovedor, por una parte, y muy enriquecedor, por otra. Salimos todos muy contentos”.
Un ritual pendiente
Lo del homenaje a los miles de muertos por la covid-19 en Chile buscaba cumplir con un rito social pendiente para quienes perdieron la vida en soledad y, probablemente, fueron enterrados de la misma manera. “Le hace bien a los que quedan”, señala la escritora, que se entusiasmó de inmediato cuando el médico Brown le propuso la convocatoria. “Esto es maravilloso”, pensó Valdés, una respetada firma de la crítica literaria y teoría del arte de las últimas cuatro décadas. “Precisamente por las divisiones tremendas que hay en el país, encontrar al menos un terreno en el que tenemos una pena bastante común, que no nos opone, sino que nos une”.
Se trata de un gesto sencillo y posible: prender una vela en una ventana en cuarentena o iluminarla con lo que sea, incluso con la pantalla del teléfono móvil. Se pensó en la luz, porque siempre ha estado asociada a las almas, como las luciérnagas. En un minuto de silencio, porque para el duelo de todos, sean de las creencias que sean, el silencio es fundamental. En Proyecto Mokita quisieron que hubiese poesía, porque –aunque el silencio es muy bueno– “también es un nudo en la garganta”, indica la primera mujer en dirigir la Academia Chilena de la Lengua en sus 134 años de historia.
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