Anne McLaren, la madre de la fecundación in vitro
Su carrera científica de más de medio siglo incluyó investigación y descubrimientos sobresalientes, como los estudios que hicieron posible la reproducción asistida
Una experiencia de niña despertó en Anne McLaren su amor por la ciencia. A los siete años se presentó al casting de una película futurista, basada en un conocido libro de H.G. Wells. Actúo como una niña sonriente del futuro pero muy interesada también por el pasado de la Humanidad. En la escena su bisabuelo le hablaba del avance de la tecnología espacial, que había llevado a los ratones a la Luna…
Poco pensaba la pequeña Anne lo que marcaría aquella escena, como más tarde recon...
Una experiencia de niña despertó en Anne McLaren su amor por la ciencia. A los siete años se presentó al casting de una película futurista, basada en un conocido libro de H.G. Wells. Actúo como una niña sonriente del futuro pero muy interesada también por el pasado de la Humanidad. En la escena su bisabuelo le hablaba del avance de la tecnología espacial, que había llevado a los ratones a la Luna…
Poco pensaba la pequeña Anne lo que marcaría aquella escena, como más tarde reconoció, ya que se convirtió en la bióloga del desarrollo y de la embriología más famosa del siglo XX. Además, fue la primera científica en cultivar embriones de ratón fuera del útero y también experimentó con éxito cultivar huevos de ratón y desarrollarlos en embriones, lo que llevó a desarrollar la fertilización in vitro.
Pero la doctora McLaren fue mucho más, ya que asesoró al Gobierno británico sobre los códigos éticos que deberían seguirse en la aplicación de la nueva técnica reproductiva con humanos; trató siempre de acercar la ciencia a toda la sociedad; se preocupó por el papel de la mujer en los equipos científicos de investigación y también fue pionera en la solicitud de fondos estatales para el cuidado de los hijos de las madres trabajadoras.
Anne Laura Dorinthea McLaren, su nombre completo, nació en Londres tal día como hoy, 26 de abril, hace 94 años, en 1927. Anne era la cuarta de cinco hijos de Sir Henry Duncan McLaren, político e industrial además de segundo barón de Aberconway, y de Christabel Mary Melville MacNaghten, una destacada dama de los círculos sociales de Londres.
La pequeña Anne aprendió a leer a una edad temprana, incluso antes de comenzar la escuela infantil. A los siete años participó con éxito en un casting para un papel en la película de ciencia ficción Cosas por venir, basada en la novela de H.G. Wells Esquema de los tiempos futuros. Durante su breve escena con el actor Charles Carson, Anne recibe una lección de historia en una gran pantalla de vídeo en la que se muestra a los ratones volando a la Luna para escapar de la enfermedad, una hazaña que Anne más tarde casi completó a través de un proyecto con la NASA destinado a enviar ratones al espacio y que fue frustrado por el desastre del transbordador Challenger.
A pesar de sus altas capacidades desde niña, su breve exposición a la educación formal fue interrumpida por la Segunda Guerra Mundial. La familia dejó Londres en 1939 para vivir ese verano en la finca que tenían en Bodnant, al norte de Gales, de más de 30 hectáreas. Anne fue puesta bajo la tutela del sacerdote local, pero aprendió poco y pasó a organizar ella su propia educación.
Durante cinco años Anne McLaren ejerció una tutela por correspondencia, incapaz de abandonar la finca debido a que se había convertido en la cuidadora de los tres hijos pequeños de su hermana mayor, nacidos durante el servicio militar de su marido. De nuevo, anticipándose a su vida posterior, Anne construyó en secreto un gallinero donde comenzó a criar gallinas como contribución al sustento familiar y a experimentar con ellas.
En 1944 Anne regresó a la escuela privada en Cambridge. Allí aprendió biología, pero más tarde se decantaría inicialmente por estudiar literatura inglesa en la universidad. Ninguna mujer de su familia había asistido a la universidad, así que fue necesario el permiso de su madre para permitirle presentarse a los exámenes de ingreso. En ese momento se dio cuenta de que su preparación humanística no era tan buena como la científica, así que a los 17 años Anne se mudó al único lugar del país que ofrecía la posibilidad de ingresar a la Universidad de Ciencias, Oxford.
En Oxford estudió zoología y se convirtió en su hogar durante los siguientes ocho años. La universidad le abrió nuevas puertas y la llenó de entusiasmo al lado de grandes profesores como Peter Medawar, galardonado después con el premio Nobel por sus investigaciones sobre el sistema inmunitario humano. Anne estudió la genética de los conejos y los virus neurotrópicos. Obtuvo su doctorado en 1952 con un tema de estudio sobre los virus y contagio, que era de actualidad puesto que en aquellos días el virus de la polio hacía estragos entre la población del Reino Unido. Ese mismo año también se casó con su compañero Donald Michie.
En la década de los 50 Anne McLaren comenzó a centrarse en la biología del desarrollo, especializándose en los ratones. En 1958 publicó, junto a John Biggers, un artículo histórico en la revista Nature. Habían cultivado con éxito embriones de ratón in vitro, es decir, en equipos de laboratorio. Después, los embriones se habían transferido al útero de ratones hembra, donde se convirtieron en una camada saludable. Este experimento demostró que era posible mezclar espermatozoides y óvulos fuera del cuerpo de la madre y crear un embrión sano, que luego podría llegar a buen término.
Veinte años después de esos estudios y de la publicación del artículo, la fecundación in vitro (FIV) se utilizó con éxito en humanos por primera vez. En 1978 Louise Brown se convirtió en la primera persona en nacer después de haber sido concebida in vitro. Se hizo mundialmente famosa y pasó a ser conocida como la primera bebé probeta.
En esos años nacieron los tres hijos del matrimonio entre Michie y McLaren: Susan Fiona (1955), Jonathan (1957) y Caroline (1959), aunque la pareja acabó en un divorcio amigable el mismo año en que nació su tercera hija. La doctora Anne decidió entonces trasladarse a Edimburgo para trabajar en el Instituto de Genética Animal y continuar con sus investigaciones. Crió a sus hijos compaginando su carrera científica, y por ello también fue pionera en realizar peticiones de fondos a la administración estatal para el cuidado de los hijos de las madres trabajadoras.
Anne McLaren ya contaba con el reconocimiento y la admiración de sus compañeros científicos, de sus estudiantes y de la sociedad. Su trato sencillo y amable, su capacidad de trabajo y su entusiasmada pedagogía la convirtieron en muy popular en todos los ámbitos de la sociedad británica.
En 1974 dejó Edimburgo y se trasladó a la ciudad de sus raíces, Londres, para dirigir la recién creada Unidad de Desarrollo de Mamíferos del Consejo Médico de Investigación. Desde 1975 también perteneció a la Royal Society, en la que fue vicepresidenta entre 1992 y 1996, convirtiéndose también en la primera mujer elegida para la directiva en los más de 300 años de historia de la sociedad.
En Edimburgo permaneció hasta su jubilación en 1991, cuando Anne decidió marcharse a Cambridge y convertirse en la única investigadora científica en el Comité gubernamental Warnock, creado en 1982 para el desarrollo de políticas relacionadas con los avances de la tecnología de la fecundación in vitro y la embriología. Su participación fue esencial en la promulgación de la Ley de Fertilización Humana y Embriología de 1990, una legislación decisiva, aunque polémica, que limita el cultivo in vitro de embriones humanos a 14 días después de la creación del embrión.
Anne McLaren aumentó su presencia pública en los años 80 y 90 para explicar sus investigaciones en biología del desarrollo con sencillez y a la vez con rigor. A lo largo de su dilatada carrera científica de más de medio siglo hizo contribuciones pioneras en dos de los aspectos más importantes de la genética de la reproducción: la fertilización y el desarrollo embrionario en mamíferos y las implicaciones éticas de la investigación con embriones.
McLaren descubrió su pasión por el aprendizaje a una edad temprana y aspiró siempre a despertar ese mismo entusiasmo por la ciencia en los niños y en la sociedad en general. En 1994, la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, institución dedicada a la promoción de la ciencia entre el público en general (ahora Asociación Británica de la Ciencia), la eligió presidenta. A través de la organización y de sus actos, McLaren hizo partícipe al público de todo Reino Unido de las maravillas de la ciencia, la ingeniería y la tecnología con el objetivo de hacer estos temas más accesibles a todo el mundo.
En el año 2002, tras la muerte de la segunda esposa de su exmarido, Donald Michie, reanudaron su relación de amistad y empezaron a vivir juntos en una casa de Londres. McLaren, que publicó más de 300 artículos científicos hasta el final de sus días, estuvo siempre fascinada por la reproducción de los mamíferos y, en especial, por la forma en que el entorno contribuye a ciertos cambios en la constitución de los embriones.
El triste fallecimiento de Anne McLaren llegó en la tarde del 7 de julio de 2007. Viajaba junto a su exmarido de Cambridge a Londres cuando tuvieron un accidente de tráfico en la autopista M11 a las afueras de Londres. Los medios de comunicación ingleses hablaron del fallecimiento de dos de los mejores científicos del mundo en el siglo XX. Se habían conocido casi seis décadas antes, como estudiantes en Oxford, y habían acabado sus días juntos tras divorciarse en 1959.
La doctora Anne McLaren tenía 80 años y estaba en plenitud de facultades, divulgando la ciencia y animando a los jóvenes científicos, y especialmente a las mujeres, a seguir investigando. El mejor legado es que sus resultados e investigaciones experimentales todavía se utilizan hoy en día para ayudar a realizar nuevos descubrimientos en el campo de la embriología. En su recuerdo la Universidad de Cambridge creo el Fondo en Memoria de Anne McLaren para las mujeres científicas.
“¿Cuántas parejas se habrían quedado sin hijos si Anne McLaren no hubiera llevado el entendimiento científico al debate político?”, fue la pregunta clave que el científico Robin Lovell-Badge escribió en un artículo publicado en un periódico tras su muerte.