El Reino Unido reabre el debate sobre vacunar a los adolescentes: lo descarta por estimar “bajos” los beneficios
Expertos españoles se muestran partidarios de inmunizar a este grupo, como prevén hacer las comunidades, aunque apuntan que aún hay tiempo para adaptar la estrategia
El Reino Unido ha decidido por ahora no vacunar contra el coronavirus a los adolescentes de 12 a 17 años, siguiendo las conclusiones de un informe elaborado por el Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización (JCVI, en sus siglas en inglés) británico que considera que, con la evidencia existente, el balance riesgo-beneficio de hacerlo no es favorable.
El documento compara dos escenarios. El primero tiene en cuenta las consecuencias que supondrá para la salud de los menores no ...
El Reino Unido ha decidido por ahora no vacunar contra el coronavirus a los adolescentes de 12 a 17 años, siguiendo las conclusiones de un informe elaborado por el Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización (JCVI, en sus siglas en inglés) británico que considera que, con la evidencia existente, el balance riesgo-beneficio de hacerlo no es favorable.
El documento compara dos escenarios. El primero tiene en cuenta las consecuencias que supondrá para la salud de los menores no vacunarles y también las consecuencias que esto tendrá para el resto de la población por la mayor circulación del virus que propician las bolsas de población no inmunizadas. El segundo valora los previsibles efectos secundarios que tendría pincharles con vacunas ARN mensajero, ya que la de Pfizer-BioNTech es la única inmunización autorizada hasta la fecha en menores de edad.
La conclusión del informe es: “Los beneficios para la salud de esta población [si se les vacuna] son pequeños y los beneficios para la población en general son muy inciertos. En este momento, el JCVI opina que los beneficios de la vacunación universal en niños y jóvenes menores de 18 años no superan los riesgos potenciales”.
Con esta decisión, la sanidad británica toma una senda distinta a la del resto de países europeos y reabre el debate sobre si es necesario vacunar a un grupo que casi siempre cursa la infección de forma asintomática o muy leve, pero que puede contribuir a un incremento de la circulación del virus y facilitar que este alcance a otros grupos más vulnerables, además de incrementar las probabilidades de que surjan nuevas variantes más virulentas o menos sensibles a las vacunas.
La mayoría de los expertos consultados se muestran partidarios de vacunar a los adolescentes. Quique Bassat, epidemiólogo e investigador ICREA en el Instituto ISGlobal (Barcelona), afirma que “antes de la quinta ola podía tener algunas dudas, pero viendo la dimensión que ha cogido, las hospitalizaciones en este grupo y las secuelas que pueden dejar algunas infecciones también en menores, creo que es necesario hacerlo”, afirma
Federico Martinón-Torres, jefe de servicio de pediatría del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, comparte en cambio las líneas generales del estudio. “Es cierto que estos trabajos se hacen con la evidencia disponible en cada momento y no son directamente extrapolables. Pero sí sabemos que el beneficio que obtiene un joven al vacunarse es mucho menor que un adulto. También que son más los adultos que contagian a los menores que al revés. Por tanto, tenemos que mantener el foco en la vacunación de la población adulta y, llegado el momento, tomar la decisión con la evidencia disponible, que es lo que ha hecho el JCVI”, afirma.
El Ministerio de Sanidad explica que la octava actualización de la Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España prevé vacunar a los jóvenes de 12 a 19 años (casi cuatro millones de personas) a medida que avance la campaña y se complete la inmunización de las personas de mayor edad. Aunque con la actual situación epidemiológica algunas comunidades han acelerado la vacunación de grupos de edad cada vez más jóvenes, será previsiblemente en septiembre cuando se desarrolle el grueso de la vacunación de los adolescentes. Los expertos consideran que hasta entonces, momento que coincidirá con el inicio del curso escolar, habrá que estar atentos a las nuevas evidencias que surjan para adaptar la estrategia.
El procedimiento para adoptar cualquier cambio sería, recuerda Sanidad, el mismo seguido hasta la fecha: “Debería ser estudiado primero por la Ponencia de Vacunas y posteriormente pasar a su aprobación en la Comisión de Salud Pública, en la que están representadas todas las comunidades autónomas”.
Tanto en el Reino Unido como en España, sin embargo, hay excepciones. La sanidad británica sí vacunará a aquellos adolescentes inmunodeprimidos, con síndrome de Down y neurodiscapacidades graves, entre otros perfiles. También serán inmunizados aquellos que convivan con personas con problemas inmunitarios y se ofrecerá la posibilidad de adelantar los pinchazos a quienes estén a menos de tres meses de alcanzar la mayoría de edad. En España, la estrategia nacional también prevé vacunar a los adolescentes “con condiciones de muy alto riesgo, así como grandes dependientes”, entre otros. Hasta la fecha, algo más de 50.000 personas (el 1,4% del total) de 12 a 19 años han sido vacunadas en España.
En la parte que analiza los riesgos de vacunar a este grupo, el JCVI destaca que hay “informes emergentes del Reino Unido y otros países que recogen eventos adversos raros pero graves, que incluyen miocarditis (inflamación del músculo cardíaco) y pericarditis (inflamación de la membrana alrededor del corazón)”. “Los datos sobre la incidencia de estos eventos son actualmente limitados y los efectos sobre la salud a largo plazo aún no se comprenden bien”, apunta el trabajo.
En comparación, al evaluar la infección de los menores no vacunados, el JCVI señala: “En Inglaterra, entre febrero de 2020 y marzo de 2021, menos de 30 personas menores de 18 años fallecieron por covid, una tasa de mortalidad de dos muertes por millón. Durante la segunda ola de la pandemia en el Reino Unido, la tasa de hospitalización de niños y jóvenes fue de 100 a 400 casos por millón. La mayoría de los hospitalizados tenían graves problemas de salud subyacentes”.
Los expertos también analizan la prevalencia de covid persistente detectada en menores, pero considera el riesgo “muy bajo” y “similar a las secuelas de otras infecciones virales respiratorias en los niños”.
Riesgo reducido
Teniendo todo lo anterior en cuenta, el informe concluye que si deja sin vacunar a los menores, el riesgo para ellos es muy reducido. No vacunarles tampoco supondría un riesgo para el resto de la población, porque aunque algunos modelos apuntan a que hacerlo reduciría “las hospitalizaciones y muertes de adultos mayores, el alcance de tales beneficios se considera muy incierto porque en otoño de 2021 a todos los adultos se les deberían haber ofrecido dos dosis de la vacuna”.
Ángel Hernández Merino, del comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), considera que el Reino Unido está “asumiendo un riesgo importante, ya que si dejas a los adolescentes fuera de la campaña y los sumas a las personas que vayan a rechazar inmunizarse y a quienes por varias razones no puedan hacerlo, acabas con una parte importante de la población total sin vacunar”. “Yo creo que lo están dejando todo al devenir natural de la infección y esperando conseguir un mayor grado de la inmunidad a través de la infección de aquellos que tienen menor riesgo, pero esto es algo bastante arriesgado”, concluye.
Amos García, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), también se muestra a priori favorable a la vacunación de los adolescentes. “Si hay vacunas disponibles, y viendo la transmisión existente ahora mismo en este grupo, pienso que debe hacerse un esfuerzo para proteger a ese grupo y evitar que el incremento de la circulación del virus pueda alcanzar a otros grupos de edad”, defiende.
Los expertos no evitan el “debate ético” que supone la vacunación de los adolescentes, con un menor riesgo, mientras en otros países no hay dosis para los grupos prioritarios y más vulnerables. “Es evidente que si el número de dosis fuera rígido y se diera la disyuntiva de vacunar a los adolescentes aquí o a los mayores y sanitarios en un tercer país, es obvio que la opción a elegir sería la segunda. Por justicia y porque es necesario para reducir el riesgo de mutaciones”, afirma Amos García, en una posición que también comparte Federico Martinón-Torres.
Quique Bassat también asume esta postura, pero añade que “no es algo tan automático”. “La solución no debe pasar por que dejemos de vacunar a los nuestros, sino que se produzcan más vacunas y hacerlas llegar a todo el globo, algo que previsiblemente debe empezar a ser posible en no mucho tiempo”, afirma.