“Debemos mantener las mascarillas en sitios como teatros o transporte público”
El presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos alerta de la “enorme crisis” en la que está sumida la atención primaria y de la “progresiva deriva hacia la privada, tanto de los pacientes como de los médicos”
Tomás Cobo, un santanderino de 59 años, es presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos desde febrero. Tomó posesión oficialmente a principios de octubre en la primera junta directiva paritaria que ha tenido la institución en su historia. En la semana en la que se celebra el primer día de la profesión médica (el sábado), hace un repaso a los principales retos y problemas de los médicos en España: la precariedad, la crisis de la atención primaria, la pandemia, el aborto, la eutanasia.
Pregunta. En su discurso de toma de posesión reclamaba un gran pacto por la sa...
Tomás Cobo, un santanderino de 59 años, es presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos desde febrero. Tomó posesión oficialmente a principios de octubre en la primera junta directiva paritaria que ha tenido la institución en su historia. En la semana en la que se celebra el primer día de la profesión médica (el sábado), hace un repaso a los principales retos y problemas de los médicos en España: la precariedad, la crisis de la atención primaria, la pandemia, el aborto, la eutanasia.
Pregunta. En su discurso de toma de posesión reclamaba un gran pacto por la sanidad. ¿En qué debe consistir?
Respuesta. Llevamos 20 documentos en los últimos 10 años. Se tienen que poner de acuerdo todas las fuerzas políticas para que se marque una estrategia, se lo hemos contado mil veces, queremos que se pase a la acción y se haga ejecutivo. Es necesario un pacto a largo plazo que no dependa de quién esté en cada momento en la Administración.
P. ¿Con qué objetivos?
R. El primero, hacer caso y escuchar a los profesionales sanitarios. Urge especialmente en el ámbito de la atención primaria, que está sumida en una enorme crisis. Tiene una gran desconexión con la hospitalaria. Y tenemos un problema estructural en nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS) que son los salarios, muy inferiores a los europeos. Existe una precariedad laboral que afecta al 50% de médicos, con contratos a veces de días. La formación continuada debe de ser otro de los grandes ejes de ese acuerdo. El pacto por la sanidad tiene que defender el modelo que tenemos: universal, público y gratuito. ¿Nos lo creemos? Si la respuesta es sí vamos a ver qué plan marcamos para sostenerlo, porque de otra forma va a haber progresivamente una deriva hacia la privada, tanto de los pacientes, que se agotan de las listas de espera, como de los médicos. Y sería una catástrofe para la justicia social: el que más pasta tenga se irá.
P. ¿Está olvidada la atención primaria?
R. Empezando por la precariedad profesional. No puedes pretender que un médico con ese título tan bonito de familia y comunitaria no tenga tiempo ni para conocer la familia ni a la comunidad.
P. ¿Le penaliza a la primaria que no es tan vistosa como los hospitales?
R. Absolutamente. Una de las cosas que hemos hecho mal es que en las facultades de medicina se enseña la excelencia, el robot. La primaria tiene que incrustarse en la facultad y darle la importancia que tiene, que es extrema. Si lo que quieres es ser médico y cuidar de la salud de los demás, una especialidad holística es primaria. Y en las facultades no se enseña eso.
P. En su discurso también habló de las diferencias “poco entendibles” de los 17 sistemas sanitarios.
R. Hay carteras y servicios que son diferentes en unas comunidades y otras. Los que más dinero tienen pueden ofrecer algo más. El techo de gasto que lo ponga cada uno donde quiera, pero la base tiene que ser común. La Administración central a través de la agencia estatal de salud pública podría servir de colchón para este tipo de medidas o baremos. Hay propuestas o planes de las administraciones que quizá no sean eficientes, pero que están condicionados a presiones políticas, si esto lo estudia y analiza una agencia estatal para concluir si esto realmente produce un beneficio para la salud, muchas medidas sanitarias podrían salir de esa presión puramente política.
P. ¿Ha estado muy politizada la gestión de la pandemia?
R. No teníamos carta de navegación. Pasamos una fase que en medicina llamamos minuto de oro. Ahí hubo unas semanas de desconcierto. Pero por politización no me refería a eso. Cada vez que cambia el Gobierno en una comunidad en los hospitales hay un cambio de gerente, de administración. Otra vez hay que explicarle al director médico y al gerente lo mismo. Eso es tremendamente frustrante. Hay que poner directivos profesionalizados, con proyectos independientes de las elecciones.
P. ¿Estamos saliendo de la pandemia?
R. Ojo. Ha venido para quedarse. Hemos pasado de la fase de defensa a la de ataque con la vacunación. Pero se están infantilizando demasiado los mensajes a los ciudadanos. Que las vacunas suplanten a tres medidas que creo que han llegado para quedarse (mascarillas, distancia y lavado de manos) es contraproducente. Las mascarillas en sitios como transportes públicos o teatros deben seguir llevándose. Habrá que ver si se va atenuando o vamos a una variante dura y volvemos a las mismas. La vacuna ha servido para defendernos de la morbilidad, pero ni siquiera está claro que nos esterilice, aún debemos ser muy prudentes.
P. En el futuro se prevé una escasez de médicos, ¿cómo se soluciona?
R. Tiene que haber una previsión a largo plazo. Se ha ampliado la oferta de MIR, pero debería haber sido una previsión de hace años. Pero tenemos una bolsa de 7.500 médicos formados en universidades españolas que no han tenido acceso al MIR y están en un limbo. Pueden trabajar en clínicas privadas, pero no en el Sistema Nacional de Salud. Tenemos que aumentar las plazas para comenzar a buscar soluciones óptimas.
P. Los decanos alertan de que en cinco años se jubilarán la mitad de los médicos que enseñan y no hay relevo.
R. Hay veterinarios dando clases de anatomía. ¿Por qué? Porque tienen tiempo. Los médicos, cuando terminamos, tenemos que hacer la especialidad, la lucha para conseguir la plaza y cuando llegas a poder optar a un puesto en la facultad te piden no sé cuántos artículos publicados. Pero es que no he tenido tiempo. Eso lo hemos hecho mal, porque hay muchos médicos que estarían encantados de dar clases y no tienen las publicaciones necesarias. En lugar de hacer el doctorado estabas operando.
P. ¿Cómo es posible que una mujer que decide abortar por una malformación fetal tenga que acudir a una clínica privada porque en su hospital no la atienden?
R. Si es una prestación del Sistema Nacional de Salud (SNS) se tienen que organizar las vías más adecuadas para que se atienda. Pero el aborto tiene más connotaciones, como la intimidad: en sitios pequeños se conoce todo el mundo, se tiene que gestionar con discreción y de la manera más amable posible.
P. ¿Es necesario revisar la objeción de conciencia en el aborto, tal y como plantea el Ministerio de Igualdad?
R. La objeción de conciencia hay que cogerla con mucho cuidado. Es puramente individual, pero trasciende a la gestión clínica; hay que buscar la vía. En los últimos 20 años nos hemos quitado el problema de encima y lo hemos derivado a un entorno externo. Si no buscas soluciones cada uno hará lo que quiera. Si en un hospital no se puede abortar, quien lo debe solucionar es un gestor, no cada médico.
P. ¿Debería haber una lista de objetores?
R. Registro puede haber, es legal y lo ha dicho el Tribunal Constitucional. Es un derecho de la Administración a tenerlo. Y a partir de ahí el gestor será el que tiene que organizar con el jefe de servicio para que esto se pueda atender y no lleguemos a situaciones patéticas.
P. ¿Cómo afronta la profesión la eutanasia?
R. Estamos en lo mismo. Con una diferencia: en la eutanasia entras de pie y sales en horizontal, con lo que tiene mucho más peligro que se privatice. Esto debería quedarse dentro del SNS. Y habrá que gestionarlo. Es cierto que desde el código de deontología la eutanasia no es un acto médico. Los médicos no participamos en la muerte de nadie, sino en la vida. Pero hay un hilo muy fino entre la analgesia, la sedación terminal y la eutanasia. Tenemos que hacer una acción grande acerca del testimonio vital, que es esencial: decir qué queremos cuando estamos con plena conciencia.
P. Ya hay una ley que regula eso.
R. Hay un reglamento que tenemos que ver cómo se desarrolla en las comunidades autónomas. Desde la profesión, que dice que la eutanasia no es un acto médico, tenemos que favorecer las voluntades previas. Y explicar diferencias entre encarnizamiento terapéutico, que ese sí que no es deontológico, la analgesia y sedación terminal. La pena de esta ley es que se ha puesto el título de “eutanasia y suicidio asistido”, que van a ser pocos, muy pocos.
P. No es un acto médico, pero la eutanasia la van a practicar en principio los médicos.
R. Acto médico no es, otra cosa es que sea legal. No se podrá denunciar al médico si la hace. Lo que no se considera es que sea ético. Pero volvemos a este hilo tan fino entre una cosa y la otra.
P. Hay casos en los que sí está muy claro. ¿Debe ser un médico el que la practique?
R. No necesariamente. El médico será el que tiene que prescribir la medicación. A ver cómo se desarrolla. Cada caso es diferente. En el caso del pobre señor que le dio la medicación a su mujer... qué tragedia. ¿Y si esa señora hubiera estado bien atendida desde el punto de vista sociosanitario? ¿Si hubiera estado atendida todo el día por la ley de dependencia?
P. Hay ciertos sectores que contraponen los cuidados paliativos y la eutanasia.
R. No son incompatibles. Los cuidados paliativos hay que reforzarlos al máximo. Están cero implantados. Por eso hemos empezado una ley por el tejado. Hay escasa formación médica continuada. Tenemos que hacer un esfuerzo abrumador y mucha pedagogía.