Pablo Ibar, ¿culpable o inocente?
HBO estrena el próximo viernes ‘El Estado contra Pablo Ibar’, una serie documental sobre el preso español que lleva 26 años en una cárcel de Florida, 16 de ellos en el corredor de la muerte
¿Asesinó Pablo Ibar a tres personas el 26 de junio de 1994? Puede que esa no sea la primera pregunta que quiera responder la serie de Olmo Figueredo El Estado contra Pablo Ibar, que HBO España estrena el próximo viernes, 4 de diciembre. Por aquellos hechos, el hispanoestadounidense (Fort Lauderdale, Florida, 48 años) lleva preso más de media vida, y entre los años 2000 y 2016 estuvo incluso condenado a muerte. Desde el 22 de mayo de 2019...
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¿Asesinó Pablo Ibar a tres personas el 26 de junio de 1994? Puede que esa no sea la primera pregunta que quiera responder la serie de Olmo Figueredo El Estado contra Pablo Ibar, que HBO España estrena el próximo viernes, 4 de diciembre. Por aquellos hechos, el hispanoestadounidense (Fort Lauderdale, Florida, 48 años) lleva preso más de media vida, y entre los años 2000 y 2016 estuvo incluso condenado a muerte. Desde el 22 de mayo de 2019, tras su tercer juicio, recibió la cadena perpetua. “Ha sido un viaje largo y movidito”, recuerda Figueredo, que firma los seis episodios de la serie —que encaja perfectamente en el apartado true crime— aunque en ella hayan trabajado otros realizadores, sobre un proyecto que arrancó en 2014 y que, entre otras novedades, cuenta con declaraciones de los familiares de las víctimas, una versión de la historia a la que pocas veces ha tenido acceso el público español.
El Estado contra Pablo Ibar nace de un detalle extraño que llamó la atención de Figueredo: “Me parecía rarísimo que por el mismo crimen uno de los acusados estuviera en la cárcel y el otro esperara ser ajusticiado”. El productor empezó entonces a, por un lado, recuperar documentales previos con entrevistas al padre del condenado, Cándido Ibar, un pelotari hermano del mítico Urtain, que intentó hacer fortuna con su deporte y otros negocios menos boyantes en Estados Unidos, y por otro inició sus propias filmaciones. “Me lo tomé como una labor de archivo, trabajando la historia como creía desde el principio que quería contarla. Y luego, llegado el tercer juicio, sí que tomé las riendas de la realización”.
¿Y cómo había que contar esa historia? “En presente, no en pasado. Y mostrando lo que se puede ver y enseñar, no jugando a adivinanzas, a elucubrar cosas que no se pueden mostrar en pantalla por falta de imágenes”, explica Figueredo. De ahí que no le importe tanto material de archivo, en pos “de que el espectador asista a los viajes temporales con el material audiovisual correspondiente”.
La historia de Pablo Ibar es “casi inabarcable”, confiesa el creador de la serie, y surge en una Florida regida por las pandillas y las drogas. Allí, en la madrugada del 26 de junio de 1994, dos personas asesinaron a Casimir Sucharski, dueño del club nocturno Casey’s Nickelodeon y de las bailarinas Sharon Anderson y Marie Rogers, en la casa de Sucharski en Miramar (Florida). Obseso de las grabaciones, Butch Casey, como era conocido en la noche de Florida el dueño del club, había instalado en su casa cámaras de videovigilancia, y ellas fueron testigos mudos de los golpes y los tiros recibidos durante 22 minutos por los tres asesinados. La policía encontró la cintas VHS —en blanco y negro, sin sonido y con la imagen en mal estado—, y de ellas sacaron un fotograma con el retrato de uno de los criminales. Esa imagen, retocada y nada clara, fue difundida por las comisarías del Estado. Tres semanas más tarde, cuando Ibar fue detenido por acompañar —él no llegó a entrar— a unos amigos a allanar una casa en busca de droga, dos detectives de la policía se dieron cuenta del parecido, y se sirvieron de aquel fotograma como gran prueba acusatoria: empezaba así el viaje de Ibar a los peores recovecos del sistema judicial estadounidense.
El documental no quiere olvidarse de que hubo un crimen y tres asesinados. “Creo que los medios de comunicación españoles, con contadas excepciones, se han portado muy mal con las víctimas”, apunta Figueredo. “Yo estuve en el tercer juicio, durante las ocho semanas, y vi cómo solo algunos periodistas estaban presentes, como tu compañero Pablo Guimón, en varias sesiones. Y me dolió ver cómo la prensa española se sentaba delante de Deborah Bowie [la hermana de Sharon Anderson] y le preguntaba: ‘Tú, ¿por qué quieres matar a Pablo? ¿Por qué tienes sed de venganza? ¿Qué morbo te mueve a asistir al juicio?’. Esas no son las cuestiones para una mujer que ha vivido durante años con estrés postraumático, que perdió a su hermana dos días antes de dar a luz. Creo que los familiares de las víctimas también tienen derecho a ser escuchadas. Por el bien de la historia”, reflexiona Figueredo, que entiende que algunas cosas pueden molestar a los Ibar. “Es que no hace falta la propaganda, no es necesario que enarbolemos la bandera de la inocencia de Pablo para estar en contra de la pena de muerte”. Ni, incide, “batallar en contra del sistema judicial estadounidense, que también posee sus garantías”. Aunque inmediatamente, el cineasta advierte. “Eso sí, necesitas mucho dinero. ¿Qué es al final el sueño americano? Que cualquier persona de clase baja puede ser presidente de ese país, aunque no cuentan que te costará unos 250 millones de dólares”.
A cambio, es un sistema transparente, que permitió a Figueredo meter cámaras en la sala de tribunales, tener cierta relación con el juez del tercer juicio, que le avisó de la lectura del veredicto, y que tras ella, le llamó a su despacho y le dijo: ”Qué mal, ¿no? Para ti ha sido un poco anticlimático”. Como resume Figueredo, “como productor ha sido un sufrimiento porque han sido seis años de gastos, como cineasta reconozco que hemos logrado plasmar todas las vicisitudes, pero hubiera sido imposible en España, porque en Florida el acceso es total, piensan en el show”.
El Estado contra Pablo Ibar recoge todos los dimes y diretes con las pruebas de ADN, los tejemanejes de la fiscalía, con testigos que cambian sus declaraciones, con abogados de nóminas hercúleas o fieles al acusado... “No es una serie sobre Pablo, que insiste en que es inocente, sino sobre toda la gente, empezando por su propia familia, que se ha visto arrastrada a este calvario”, comenta el realizador. De ahí que solo al final se siente ante la cámara Pablo Ibar. ¿Y Figueredo cree que es culpable o inocente? “Hay demasiados elementos que empujan a la duda. Reflexioné sobre ello, claro, aunque mi opinión no importa para la serie. Que el público decida”.