‘Solos’: jugar a la edad de oro del monólogo televisivo
En la nueva serie de Amazon Prime Video, un reparto apabullante habla mirando directamente a cámara, con cada estrella confinada en su propio capítulo
Las plataformas digitales están empujando el monólogo a una nueva era de esplendor. La comedia más aclamada de los últimos años, Fleabag (BBC en coproducción con Amazon Prime Video), partió de un soliloquio teatral y sus dos temporadas (2016 y 2019) son, en esencia, una prolongación de ese concepto mismo: una gran vida interior es...
Las plataformas digitales están empujando el monólogo a una nueva era de esplendor. La comedia más aclamada de los últimos años, Fleabag (BBC en coproducción con Amazon Prime Video), partió de un soliloquio teatral y sus dos temporadas (2016 y 2019) son, en esencia, una prolongación de ese concepto mismo: una gran vida interior escenificada mirando directamente la cuarta pared. Uno de los mayores hitos históricos de Netflix fuera de la ficción fue Nanette (2018), un monólogo dramático donde la cómica australiana Hannah Gadsby revelaba sus traumas y vinculaba dolorosamente muchos de ellos a los excesos de la sociedad patriarcal. El estadounidense Bo Burnham ha logrado también hacerse un nombre gracias a los tres programas de humor intelectual en solitario que ha distribuido la misma plataforma. Todo esto, cuando el género era prácticamente inédito en otros formatos de televisión. En un mundo de consumo audio cada vez más personalizado, el texto que apela directamente al espectador está más de moda que nunca en las últimas décadas.
Solos, una nueva serie de Amazon Prime Video, juega a ser el máximo exponente de este fenómeno, espoleada además por la única estética permitida por la pandemia, la de las caras aisladas que llenan una pantalla desde una habitación lejana. En sus siete capítulos, un reparto aplastante, donde figuran ganadores del Oscar como Anne Hathaway, Helen Mirren, Morgan Freeman y estrellas en auge como Uzo Aduba (Orange Is The New Back), Dan Stevens (Downton Abbey) o Anthony Mackie (Vengadores: Endgame), le habla directamente a la cámara desde la soledad de sus propios capítulos. Algunos están en sitios irreconocibles, como naves espaciales; otros, en lugares más mundanos (una habitación de hotel), pero con un giro intrigante (su protagonista no la reconoce ni sabe a quién le está hablando). Según avanzan los capítulos —y, con ellos, los recuerdos y confesiones de sus personajes— se percibe que algo les une a todos, una trama de ciencia ficción que desemboca en un último giro final. Es como si Samuel Beckett hubiese escrito un capítulo de Black Mirror.
El autor de la obra, en realidad, es David Weil, actor y productor que viene de crear, también para Amazon Prime Video, la serie Hunters (2020), con Al Pacino como judío convertido en su vejez en cazador de nazis. En esta ocasión, además de apoyarse en actores de primer nivel como suele hacer, ha fichado también a directores de una talla parecida. Dos de los capítulos más reseñables, por ejemplo, están firmados por Sam Taylor-Johnson, la conocida videoartista británica que dirigió Nowhere Boy (2009), vídeos musicales para los Pet Shop Boys y, sobre todo, David, esa videoinstalación para la National Gallery con David Beckham durmiendo en un hotel de Madrid que, a partir de 2004, ha ido dando la vuelta al mundo (en España estuvo en el Museo Thyssen).
“El formato de la serie era una manera excelente de retomar contacto después de lo más duro del confinamiento, pero también un modo de expresar artísticamente lo que habíamos vivido en ella”, rememora la directora, al teléfono desde Los Ángeles, donde vive ahora y donde ejerce de fotógrafa para revistas de moda. “En el rodaje, la idea era tener sets muy reducidos, de cuatro o cinco personas además de los intérpretes. Muchos de los técnicos trabajaron por remoto. El ensayo se hacía por la mañana, el rodaje en sí por la tarde. Por supuesto, el ensayo también se filmaba, para aprovechar todo lo posible”.
Taylor-Johnson dirige el capítulo protagonizado por Helen Mirren. La intérprete británica se pone en la piel de una jubilada tan solitaria que se ha apuntado a un curioso programa espacial: subirse a un transbordador que explora el espacio sin intención de volver a la Tierra. Podrá pasar el fin de sus días contribuyendo a ampliar el conocimiento de la especie humana (algo habitual en la serie: en la trama de Anne Hathaway hay un conato de viaje temporal). La mujer, Peg, empieza a conversar con la inteligencia artificial de la nave, con quien acaba compartiendo recuerdos, un acto clave en la serie. En este caso, incluye el emocionarse al rememorar la existencia de TikTok, una aplicación que ella usaba de niña para “hacer pequeños bailes un poco tontos”: estamos en el futuro, o sea, que nuestro presente algún día suscitará la nostalgia que despiertan ahora los años setenta u ochenta. “La evolución de la tecnología como medidor del paso del tiempo es algo que hacemos más y más, cuando, sorprendentemente más rápido avanza y menos fiable es para nuestra percepción”, aclara Taylor-Johnson.
El único día que Taylor-Johnson tuvo para preparar su escena con Mirren fue, también, el mayor reto de dirección que ha tenido en su vida. “Soy una cineasta más acostumbrada a trabajar con imágenes”, confiesa. “De ahí lo apasionante de la oportunidad, poder acercar la cámara al rostro de alguien como Helen y recoger todos esos matices que va regalando. Fue difícil cortar cada plano. Lo fácil era quedarse embobada mirándola”.
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