Un talibán en el plató y el apuro de una periodista
Beheshta Arghand entrevistó a cara descubierta, con el pelo asomando bajo el velo, a un portavoz de la milicia que encerró a las mujeres en hogares y burkas. La televisión privada afgana intenta sobrevivir
Los mismos talibanes que prohibieron a los afganos la televisión —y el cine, y la música, del baile ni hablamos—ahora convocan a las cámaras de todo el mundo para hacer creer que son otros, que no hay que tenerles miedo, que no van a tomar represalias contra nadie. Los mismos talibanes que tirotearon a Malala y arrojaron ácido a niñas en las escuelas dicen hoy que respetarán los derechos de la mujer ...
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Los mismos talibanes que prohibieron a los afganos la televisión —y el cine, y la música, del baile ni hablamos—ahora convocan a las cámaras de todo el mundo para hacer creer que son otros, que no hay que tenerles miedo, que no van a tomar represalias contra nadie. Los mismos talibanes que tirotearon a Malala y arrojaron ácido a niñas en las escuelas dicen hoy que respetarán los derechos de la mujer “dentro de la ley islámica”, inquietante acotación para quienes solo creen sagrada la ley que hacen ellos.
Un portavoz de esos talibanes que encerraron a las mujeres en hogares y burkas entre 1996 y 2001, Mawlawi Abdulhaq Hemad, acudió el martes al plató del canal afgano TOLOnews. La periodista Beheshta Arghand se vio ante el delicado reto de entrevistarlo. Lo hizo a cara descubierta, con el pelo asomando bajo el velo y a un par de metros, sea por decoro o por el protocolo covid. “Aún me sorprende que la gente esté asustada de los talibanes”, soltó el representante del grupo que organizaba ejecuciones masivas en plazas y estadios como único espectáculo autorizado.
La cadena TOLO, fundada en 2004, presume de ser la primera de Afganistán con presentadoras. Su fundador, Saad Mohseni, un afganoaustraliano residente en Dubái, trata de seguir adelante, pero no como si nada. Ha retirado de la programación a las cantantes y bailarinas, pero mantiene las telenovelas, que quizás también disgusten a los fanáticos.
Los talibanes que hasta anteayer atentaban contra periodistas dicen que no cerrarán medios privados mientras no actúen contra el interés nacional, o sea, el suyo. Escribe Thomas L. Friedman en The New York Times que los barbudos no pueden comportarse hoy como antes de 2001 porque la población que no conoció su yugo —la media de edad es de 18 años— vive pegada al teléfono inteligente y a las redes, que son ventanas al mundo. Ojalá tenga razón y las pantallas amansen a los bárbaros. O sirvan para la resistencia.
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