Un crimen cometido en la España más recóndita: el auge del ‘thriller’ rural
El estreno de ‘Segunda muerte’ se suma a la tendencia de adaptar relatos policiales en pueblos para retratar su idiosincrasia y naturaleza
Se ha cometido un asesinato en la España vaciada. La escena del violento crimen desentona con la paradisiaca naturaleza del entorno. Al tener tan pocos habitantes el pueblo, los sospechosos se reducen a un grupo pequeño que causa zozobra y recelo entre los vecinos. Además, el aislamiento de la remota ciudad provoca que los moradores sean huraños y cerrados a cualquier persona o influencia que no sea de por allí. A medida que avanza la investigación se van destapando oscuros secretos que ocultan las personas de la comunidad detrás de una fachada que se esfuerzan para que se vea feliz. Este es e...
Se ha cometido un asesinato en la España vaciada. La escena del violento crimen desentona con la paradisiaca naturaleza del entorno. Al tener tan pocos habitantes el pueblo, los sospechosos se reducen a un grupo pequeño que causa zozobra y recelo entre los vecinos. Además, el aislamiento de la remota ciudad provoca que los moradores sean huraños y cerrados a cualquier persona o influencia que no sea de por allí. A medida que avanza la investigación se van destapando oscuros secretos que ocultan las personas de la comunidad detrás de una fachada que se esfuerzan para que se vea feliz. Este es el esquema argumental de Segunda muerte, la nueva serie de MovistarPlus+ estrenada el jueves pasado, pero también de otras series que en los últimos cinco años están trasladando los códigos del suspense al interior del país. Son thrillers en un entorno rural como El sabor de las margaritas, Matadero, La caza, Hierro, Rapa...
“Para ser universal hay que hablar de lo local. Eso nos permite crear un universo cerrado de personajes que son representativos de la sociedad. Una historia en EE UU no es la misma si estás en Los Ángeles, Nueva York o Texas. Cada una tiene sus particularidades que aportan mucho a la historia”, explica Agustín Martínez, creador de Segunda muerte y uno de los tres integrantes que conforman el seudónimo literario superventas Carmen Mola. Martínez es también la mente detrás de La caza (2019-2023), que en cada una de sus tres temporadas explora la identidad de una provincia: los Pirineos aragoneses en Monteperdido, la sierra mallorquina en Tramuntana y la frontera con Portugal en Guadiana. Ahora, con su nueva serie, se adentra en la vida pasiega de Liérganes en Cantabria. “Me estoy volviendo una especie de guía turístico con mis series”.
El sabor de las margaritas (2018-2020) anticipó el fenómeno del thriller rural. La serie, rodada en Boqueixón y Pedra, narra la desaparición de una adolescente que está ligada a una extensa trama criminal. Sus creadores se inspiraron en el caso Carioca, una operación iniciada en 2008 en Lugo que desveló una red de trata de mujeres en la que estaban implicados funcionarios y policías. Con un modesto presupuesto, la primera producción en gallego en Netflix consiguió colarse entre las 10 más vistas en habla no inglesa, allá en el 2019. “Galicia, cuando te vas a lo rural, sigue siendo muy conservadora y con secretismo. Las grandes capitales son lugares más globales, uno va al centro de París y Madrid y manejan unos códigos parecidos, pero basta que te alejes un poco para que encuentres la cultura auténtica local y la diferencia entre los países”, comenta Ghaleb Jaber Martínez, uno de sus creadores junto a Eligio Montero y Raquel Arias.
Galicia es también donde sucede Rapa (2022-2024), producción en la que una guardia civil y un profesor escritor de novelas negras resuelven el homicidio de la alcaldesa de Cedeira. Al igual que en El sabor de las margaritas, la apabullante naturaleza gallega acapara los planos abiertos. “Queremos utilizar el territorio no solo como un fondo visual, sino como un espacio que empapa a los personajes y determina la historia. Conseguimos que haya lluvia, niebla y sol en la serie”, opina Pepe Coira, escritor de la producción. Creó Rapa después del éxito de Hierro (2019-2022), otro ejemplo del género ambientado en la isla más occidental, alejada, de Canarias y cuya segunda temporada fue la más vista en la plataforma de MovistarPlus+.
Matadero (2019), un Fargo castizo que se desarrolla en un lugar recóndito de Castilla, tuvo una notable repercusión en audiencias, al menos en su arranque. Llegó a tener más de 3 millones de espectadores en una noche con un ‘share’ del 22% (cuota de pantalla en relación con el total de espectadores que están viendo la televisión en un momento determinado). “Yo creo que el rural contiene elementos arquetípicos muy poderosos y por eso funciona muy bien. En una serie urbana estás metido en pisos y un poco atrapado, el rural, en cambio, tiene un poco del western”, sostiene Daniel Martín Sáez, escritor de la serie. Dice que los campos despejados y agrestes de Zamora son la mejor versión hispana que encontró de Minnesota.
Para Martínez, el boom del thriller rural tiene que ver con los nuevos grandes presupuestos que las productoras y plataformas inyectaron en la época de oro de las series, desde la eclosión del streaming. “Yo soy guionista desde hace muchísimos años y recuerdo que en mis inicios era imposible rodar fuera de Madrid, desechaban cualquier otra historia que no fuera en la capital porque tenían la sensación de que era un lugar generalista y la idea de que los personajes no tuvieran acento. Poco a poco eso se ha ido abriendo y nos dimos cuenta de que el lugar donde uno ambienta lo que escribe afecta la historia”. Recuerda que Monteperdido fue concebida como una serie, pero primero tuvo que ser una novela porque nadie quería rodarla en una zona montañosa.
El guionista y escritor murciano identifica claramente en qué parte de España ocurren sus relatos, pero se protege con nombres de ciudades o pueblos ficticios. Ocurre lo mismo en Matadero con el pueblo inventado de Torrecillas o la imaginada Murias en El sabor de las margaritas. “Después tienes que ir a los ayuntamientos para que te echen una mano financieramente y te dicen ‘¿para ti qué escribes esas cosas horribles? vete de aquí”, bromea Jaber Martínez. Lo cierto es que los rodajes de estas producciones han llevado popularidad a estos pueblos y trabajo a sus habitantes como figurantes. “Son sitios muy pequeños y de repente aparecen 100 personas para desayunar y comer todos los días, para esos lugares siempre hay un beneficio, acabas dejando un pequeño aporte económico”, asegura Jordi Frades, uno de los directores de Matadero.
“Con todos los libros que hemos publicado con Carmen Mola me di cuenta de que a la gente le encanta que salga su pueblo, aunque sea para matar gente. Vas hablando con los lugareños y te proponen sitios donde podría aparecer un cadáver. En el thriller, siempre hay un retrato del territorio y eso gusta mucho”, declara Martínez. No fue el caso de Hierro, donde los lugareños estaban preocupados con la imagen que se iba a proyectar de la isla y, principalmente, lo que se iba a hacer con la Bajada, una celebración religiosa-folclórica que dura un mes, y es el clímax donde se resuelve el crimen en la serie . “Se hace cada cuatro años y es muy importante para ellos, es una tradición vital, la gente suele contar su vida por bajadas, ‘esto ocurrió hace tres bajadas’, pero al final se dieron cuenta de que miramos las cosas con respeto, que no es lo mismo que ser complacientes”, detalla Coira.
El uso de costumbres arraigadas para transmitir la identidad de los pueblos y ciudades en el thriller rural no es exclusivo de Hierro. En Segunda muerte, está presente la mitología cántabra, particularmente el ojáncano y en Rapa, la Rapa das bestas sirve para hacer una analogía de la difusa frontera entre lo rural y urbano en Cedeira, ubicada en la Serra da Capelada. “En un radio de pocos kilómetros tienes caballos salvajes y centros comerciales. Es muy habitual que la calle empiece en metrópoli y acabe en campo”, cuenta el director y guionista oriundo de Rábade, una pequeña localidad de Lugo.
El retrato de las diferentes localidades se extiende a la idiosincrasia y psicología de sus habitantes. Al ser un esbozo paródico y satírico, es más explícito en Matadero: junto a los callos, el omnipresente jamón o las banderas de España, aparece un espíritu nacionalista, taurino y mucho ‘cuñadismo’. “Hay gente que puede pensar que estamos haciendo apología o ironía, pero es la verdad pura, cuando visitaba los pueblos para el rodaje [una gran mayoría se rodó en Olmeda de las Fuentes, Madrid] me encontraba muchas cosas que salen en la serie, hay personajes extremos como en todo el mundo y que tienen una ideología de derechas como el personaje Tito Valverde. Conozco gente que tiene un retrato de Franco en algunos pueblos, no nos estamos mofando de nadie, es retratar nuestra realidad”, revela Jordi Frades.
Los vecinos de estos lugares son cerrados y no les gusta que alguien externo ― Rosa Vargas, que llega desde A Coruña en El sabor..., la agente Sara Campos que llega desde la capital a los Pirineos en La caza ― se inmiscuya en su vida privada. “La gente de este pueblo no son mucho de hablar. Nos gusta la tranquilidad y para los de arriba somos el culo del mundo”, se escucha en la serie de Netflix. Los moradores, vecinos de toda la vida, no escatiman en cubrirse las espaldas y la relación con los mandatarios es mucho más cercana. “Aquí nos conocemos todas”, recuerda la actriz Georgina Amorós como Sandra, en Segunda muerte.
Amorós se suma a la tendencia del thriller rural de escoger protagonistas mujeres. Nuevas o experimentadas con un carácter duro, desconfiadas de sus propios colegas en la Guardia Civil y con un compromiso que las lleva a cruzar los límites de lo legal. Testigos, como el espectador, de como un lugar tan hermoso puede ocultar algo tan truculento.
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