'Juego de tronos': todos los hombres deben morir
Hasta el año que viene no tendremos más Juego de tronos. Esa es la mala noticia. Pero la buena es que todavía tenemos muy fresco el recuerdo de todo lo ocurrido en la cuarta entrega de la serie que ayer se despidió en Canal + Series con su décimo episodio. Ahora toca hacer balance y comentar todo lo ocurrido. Berta Ferrero, Guillermo Altares, Miguel Ángel Medina, Manuel Morales y Natalia Marcos cuentan sus impresiones de estos últimos diez capítulos. Ha sido una temporada en la que han pasado tantas cosas que seguro que se nos quedan muchas en el tintero. Por supuesto,esta entrada contiene spoilers de lo emitido en la serie.
Tyrion, Arya y diferentes maneras de crecer, por Berta Ferrero
Valar Morghulis. La plegaria de Arya se ha hecho por fin realidad. En el momento más oportuno la pequeña de los Stark ha pronunciado las palabras que guardaba como si fueran oro y que le han servido para conseguir un pasaje hacia Braavos. Una manera muy simbólica de acabar la cuarta temporada. Los Lannister, más débiles. Los Stark, más complejos.
La última temporada de Juego de tronos ha mantenido el ritmo, la emoción, la desazón y el desasosiego y ha vuelto a dejar a los seguidores de la serie con cara de desconcierto. Se esperaba una gran bomba final a modo de boda roja, y el público se queda con las innumerables bombitas que ha ido recibiendo durante los diez últimos capítulos. Una manera diferente de mantener la tensión por las nubes de lo que David Benioff y D. B. Weiss nos tenían acostumbrados, con un Tyrion enorme como principal objetivo de nuestras preocupaciones. Salvado y fugado el enano, la quinta temporada se nos antoja llena de venganzas (cómo no), sangre (por favor) y fuego (se va a enterar Daenerys de la Tormenta cómo se le suelten sus hijos encadenados).
Y entre tanta sed de venganza no parece que vaya a haber mucho hueco para el amor. Todas las parejas se han quedado sin su media naranja y Cersei... veremos cómo reacciona cuando se entere de que su Jaime ha soltado al hermano al que no eligió. Quizá cabría esperar que perdonara a Tyrion tras haberle librado del yugo de su padre, pero no hay que olvidar que la mujer lleva sus añitos con el rencor a cuestas por haber “matado” a su madre.
Lo peor de la temporada, el adiós a personajes tan carismáticos como Tywin Lannister, Oberyn Martell, Ygritte o el Perro. Aunque todos sabemos que eso mismo lo convierte a la vez en lo mejor de Juego de tronos. Nadie está a salvo en los siete reinos. Valar Dohaeris, responde a una crecida Arya el capitán del barco. Y en diez meses se nos abren a todos las puertas de Braavos.
Osadía narrativa, por Guillermo Altares
Una de las grandes y más desconcertantes virtudes de Juego de tronos, desde la primera temporada pero mucho más desde la Boda Roja, es que rompe por completo las reglas de la narración clásica: cualquier cosa le puede pasar a cualquiera en cualquier momento. La tradición prosigue en esta cuarta temporada, en la que mueren personajes despreciables, pero siempre prometedores, a los que echaremos de menos. Es como si Han Solo muriese a mitad de La guerra de las galaxias o Obélix se quedase sin Astérix en el tercer volumen. Esta brillante osadía narrativa le da más fuerza a la serie que todos los dragones, matanzas, batallas y despliegues de efectos especiales y es lo que le hace diferente a cualquier otra saga de espada y fantasía. La pregunta es si ese recurso se está agotando, si la quinta temporada seguirá siendo un espectáculo apasionante pero sobre todo imprevisible.
La cuarta temporada ha ofrecido momentos magníficos –el noveno capítulo con la batalla de la muralla de hielo, todo lo relacionado con el juicio de Tyrion Lannister o con la implacable Arya Stark–, pero otros han girado como peonzas en torno a los mismo argumentos y algunos empiezan a resultar sinceramente confusos para todos aquellos que no han estudiado los libros. Estos diez capítulos han sido en su conjunto un gran espectáculo, aunque han tenido sus momentos de bajón porque creo que Juego de tronos gana cuando se acerca a una tragedia isabelina y pierde cuando se deja llevar por una fantasía desmadrada. Un solo diálogo de Tyrion es más poderoso que todos los despliegues digitales de mamuts y gigantes. Al final, con el invierno más cerca que nunca, me lo he pasado muy bien cada lunes por la noche pero espero con menos pasión la quinta temporada de lo que esperé la cuarta.
Terremoto en la Casa de los Lannister, por Miguel Ángel Medina
Si la cuarta temporada de Juego de tronos arrancaba con la imagen del patriarca de los Lannister, Tywin, forjando una espada de acero valyrio –metáfora de su poder sin límites-, el último capítulo nos lleva a presenciar un terremoto en el seno de la familia que rige los destinos de Desembarco del Rey. Tywin, que cree saberlo todo, comprenderá que hay muchas cosas que desconoce sobre sus tres hijos. El linaje victorioso muta, al fin, en una gigantesca duda.
Mientras, Jon Snow avanza en soledad al encuentro de lo desconocido, más allá del Muro, llevando en su corazón la esencia de Ygritte. La tierra de los Salvajes, los gigantes y los Hombres libres oculta, además, otras sorpresas. Por su parte, Stannis Baratheon se acerca cada vez más a los límites de los Siete Reinos dispuesto a dar mucha batalla.
Daenerys Targaryen, que en los últimos capítulos ha ido perdiendo protagonismo, comprende al fin que una gran fuerza conlleva una gran responsabilidad. Su irrupción en el tablero principal lleva postergándose tanto tiempo que ahora parece menos relevante.
De fondo, cada uno de los jóvenes Stark supervivientes, herederos del Norte de Poniente, siguen sus solitarias travesías: Brandon se encamina al Cuervo de tres ojos [“no volverás a andar, pero volarás”], Arya aprende a caminar sola (Perro, te echaremos de menos) y Sansa descubre el tremendo poder de su juventud.
En suma, la cuarta temporada ha supuesto renovar muchas fichas del tablero y situar otras en las casillas más peligrosas. Se ha echado de menos, en cambio, alguno más de esos acontecimientos espectaculares a los que nos tiene malacostumbrados la serie. Pero vendrán, sin duda, en la quinta. Porque se acerca el invierno. Y nadie está a salvo.
Tan abierto como los votos de Sam, por Manuel Morales
La batalla del Muro ha sido probablemente lo más espectacular de esta temporada junto con la muerte durante su ceremonia de boda del detestable rey Joffrey, que nadie ha lamentado, la de Ygritte (Rose Leslie), que quién no habrá lamentado, y el juicio a Tyrion Lannister (Peter Dinklage). Por poner un pero a la última entrega de capítulos, todos sabemos que es una serie con crudas escenas de violencia y de sexo (¿esta temporada ha habido menos cama o a mí me lo parece?) pero hasta la sangre tiene un límite. ¿Era realmente necesario saltarle los sesos con las manos al príncipe Oberyn, incluido ese estallido de la cabeza con la masa encefálica esparcida entre el público que presenciaba el combate?
La otra duda que me dejan estos episodios es ¿por qué la Khaleesi, a pesar de ser una libertadora de oprimidos y rompedora de cadenas, no termina de ser la heroína deseada? Quizás porque llevar tres dragones como compañía no la hacen muy simpática –ya era hora de que los castigara, por cierto– y porque sus inmaculados son demasiado hieráticos.
Mientras tanto, personajes por los que nadie daba una estrella de cobre siguen ahí y protagonizan discursos humorísticos, como el de Sam (John Bradley-West) –muchacho torpe que apenas sabe empuñar la espada–, quien se marcó una particular interpretación sobre el significado de los votos de la guardia de la noche en lo que a sexo se refiere: “No podemos tomar esposa, no podemos tener hijos, pero todo esto no significa que no podamos tener relaciones”. Su amigo, Jon Snow, (Kit Harington) crece cada capítulo y lo que menos nos importa ya es quién trajo al mundo al bastardo de Invernalia, al que ha salvado de una muerte entre los salvajes el que menos se podía esperar, Stannis Baratheon. Este aspirante a rey quiere resurgir de la derrota de Aguasnegras. Ya veremos cuánto le dura su ejército.
Otro que sigue tirando del fino hilo de su vida es Tyrion Lannister, quien salvado por su hermano Jaime del ajusticiamiento que deseaba la hermana de ambos, Cersei, acaba cargándose en una letrina a su padre, Tywin, quien le había birlado a su amor, la prostituta Shae. Así que el lema “siempre pagamos nuestras deudas” los Lannister deberían cambiarlo por “nos pasamos todos los tabúes por el forro”. Las últimas escenas de la temporada han sido para Tyrion huyendo dentro de un baúl en un barco, como Paul Newman en Cortina rasgada, de Hitchcock; y Arya Stark, que tras dejar agonizando al Perro, otea el horizonte desde la proa de un bajel en pos del Norte, como Kate Winslet en Titanic. Ambos a un mar tan abierto como los votos del simpático Sam.
Aplausos, por Natalia Marcos
Igual que el año pasado daba las gracias por las series que nos hacen sentir y reaccionar así tras laboda roja, este año han sido varias las ocasiones en que he tenido que ponerme de pie y aplaudir al final de un capítulo de Juego de tronos. En la cuarta temporada ha pasado de todo. Los responsables de la serie ya habían anunciado que no habría un momento álgido, sino varios a lo largo de toda la temporada. Y así ha sido. Ha habido sorpresas, traiciones, reencuentros, sangre, mucha sangre, más sangre aún, bodas, envenenamientos, discursos para no olvidar, batallas épicas, muertes justas, muertes injustas... ¿Quién da más?
Para mí, la que acaba de terminar ha sido la mejor temporada de las que hemos visto y la quinta va a tener el listón muy alto. Ahora ya no vale cualquier cosa, esto tiene que ir a más o corre el riesgo de decepcionar. Entre tantos grandes momentos, me quedo con dos. Primero, uno sin sangre pero con un actor que da un golpe sobre la mesa para reivindicar su lugar en los premios. "¡Quiero mi Emmy y lo quiero ya!". El juicio a Tyrion Lannister y el discurso final del capítulo, con un Peter Dinklage totalmente entregado, ha sido uno de los momentos cumbre de la temporada y ha marcado todo lo que ha sucedido después.
El otro instante con el que me quedo es ese combate a muerte entre la Víbora y la Montaña. No he leído los libros, pero creo que en este caso daba igual haberlo hecho por la fuerza visual de la secuencia. Maldito George R.R. Martin, que introduces un personaje nuevo, haces que nos caiga bien y luego le haces eso... Obviamente, la batalla en el Muro fue grandiosa (esos gigantes, esas tomas...), la boda púrpura sirvió en cierta forma de venganza, un personaje tan anodino como Sansa ha despertado por fin, Arya ha seguido creciendo, y el último capítulo ha sido brillante (de hecho, es el único que la serie presenta al Emmy al mejor guion). Pero los aplausos y los "¡¡pero qué demonios!!" me los arrancaron esos dos momentos.
Casi no ha habido capítulo sin polémica, o al menos sin debate. Ni siquiera el último (que otras veces era un momento de transición) se ha librado de las discusiones en blogs y redes sociales, sobre todo por parte de quienes han leído los libros y esperaban que pasara algo que no ha ocurrido. Una petición: no nos digáis qué es, seguid sin contar nada, aunque cueste, y dejadnos disfrutar como hemos hecho hasta ahora. Seguiréis torturándonos con eso de "y lo que queda", y nosotros sufriremos sin saber. Pero cómo se disfruta de este sufrimiento. Que llegue ya la primavera de 2015.
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