Científicas invisibles
A finales del siglo XIX el observatorio astronómico más importante del mundo, el de la Universidad de Harvard (EE UU), inició un sistema de clasificación de las estrellas del firmamento que iba a revolucionar la astronomía. Ese trabajo lo hicieron mujeres, y lo hicieron porque eran baratas. Sus nombres: Anna Palmer, Williamina Fleming, Antonia Maury, Annie Cannon y Enrietta Leavitt. El observatorio contaba sólo con 400.000 dólares para hacer un trabajo inmenso, así que el director tuvo una genial idea: contratar a mujeres, que eran más baratas que los varones. Las que hacían una parte del trabajo, que requería complicadísimos cálculos, eran conocidas como "computadoras", y las que registraban los datos como "registradoras". Unas y otras recibían entre 25 y 35 centavos a la hora -salario equiparable al de un obrero medio-. Cannon desarrolló un sistema de clasificación de estrellas que fue adoptado como estándar por la Unión Astronómica Internacional. Leavitt descubrió las estrellas variables, un hallazgo tan importante que fue reconocido con una nominación al Nobel de Física en 1925. Pero Leavitt había muerto cuatro años antes.
La matemática Émilie du Châtelet ha pasado a la historia como la amante de Voltaire, pero trabajaban juntos en investigaciones de física y matemáticas
La actriz Hedy Lamarr inventó y patentó, en 1941, un sistema de comunicaciones secreto para impedir la detección del lanzamiento de torpedos
El nombre de Rosalind Fran-klyn, la experta en rayos X que con sus fotografías posibilitó a Watson y Crick descubrir la estructura de doble hélice del ADN -hallazgo por el que recibieron el Premio Nobel en 1962-, es más conocido porque en los últimos años ha sido reivindicado por otras científicas, pero su nombre no aparecía en las historias del descubrimiento del ADN no obstante su papel capital.
Son sólo dos casos de las muchas mujeres científicas que realizaron sus trabajos o descubrimientos a lo largo de los últimos veinte siglos y que, pese a su importancia, han permanecido "invisibles" para la historia de la ciencia.
Barreras férreas o sutiles
La invisibilidad, más allá de las múltiples barreras férreas o sutiles a lo largo de la historia, ha sido la mayor sorpresa con que se ha topado la periodista Victoria Toro, comisaria de la exposición La estirpe de Isis. Mujeres en la historia de la ciencia, que se exhibe en el Museo de la Ciencia de Valladolid hasta el 14 de julio, y que estará tres años itinerante por España. "Lo que más me ha llamado la atención de todo lo que he descubierto es que ha habido muchísimas mujeres en la historia que se han dedicado a la ciencia en todas las disciplinas: alquimistas, astrónomas, médicas, botánicas, paleontólo-gas, matemáticas, geólogas, y sin embargo son poquísimos los nombres que conocemos. La mayoría de sus trabajos se han atribuido a sus padres, hermanos, maridos, compañeros o amantes. Hasta la primera mitad del siglo XX sólo aparece citada en la historia de la ciencia Marie Curie. Durante siglos los historiadores de la ciencia ocultaron sistemáticamente esta presencia femenina".
El historiador José Manuel Sánchez Ron, en su libro Ciencia y poder, afirma que "entre 1650 y 1770, el 14% de los astrónomos eran mujeres". ¿Cuántas han pasado a la historia? ¿Quién ha oído hablar de Caroline Herschel, hermana del conocido astrónomo real inglés William Herschel, que descubrió Urano en 1781? William, que instruyó a Carolina en el estudio de las estrellas, le construyó un pequeño telescopio, al que llamaba "barredor de cometas", con el que pronto descubrió tres nuevas nebulosas. En 1786 se convirtió en la primera mujer que descubría un cometa, y el rey de Inglaterra acabo asignándola un salario como astrónoma real. ¿Y quién conoce a Jocelyn Bell, la astrónoma que descubrió los púlsares, en 1967, hallazgo por el que se dio el Nobel de Física a Anthony Hewish, que dirigía el observatorio en el que Bell hacía su doctorado?
Pero las astrónomas no son las únicas. La matemática Émilie du Châtelet ha pasado a la historia como la amante de Voltaire, pero trabajaban juntos en investigaciones de física y matemáticas. "Se presentaron por separado, con dos trabajos distintos, a un concurso de física en París, y fue mucho más brillante el trabajo de Châtelet que el de Voltaire", cuenta Toro. Por su parte, la "cazadora de fósiles" Mary Anning fue la primera persona que, a principios del siglo XIX, desenterró en Inglaterra un esqueleto completo de ictiosauro que puede verse en el Museo de Historia Natural de Londres.
Y pocos recuerdan hoy, en la época de los ordenadores, que Ada Augusta Lovelace, hija del poeta Lord Byron, fue la primera programadora de computadoras de la historia; o que Hedy Lamarr, la bella y glamourosa actriz que reinaba en el Hollywood de los años cuarenta del pasado siglo, inventó y patentó, en 1941, un sistema de comunicaciones secreto para impedir la detección del lanzamiento de torpedos.
Estas y otras científicas son protagonistas en paneles, fotografías, vídeos y vitrinas, donde se exponen algunos de sus inventos (la fibra kevlar, por ejemplo, que ahora llevan todos los coches de fórmula 1 y el último modelo del aerobús) de La estirpe de Isis, nombre de la diosa que dio a los pueblos del Nilo la escritura y la medicina. "Se trata de una muestra muy gráfica, que pretende precisamente eso, hacer visibles a estas mujeres, que los visitantes puedan ver científicas de todas las épocas. Lo que quería L'Oreal -que patrocina la exposición dentro del programa L'Oreal-Unesco For Women in Science- es que, sobre todo las jóvenes, vieran que las mujeres podían ser iguales que los hombres y que para ser científicas no se necesita ser un genio, que se puede tener familia y además dedicarse a la ciencia. El problema es que a las jóvenes les faltan referencias, y es más fácil decidirse a ser científica si se sabe que antes ha habido miles", señala Toro.
"La exposición es una bofetada al machismo", dice José Antonio Gil, director del Museo de la Ciencia de Valladolid, encantado con los 20.000 visitantes que han pasado por ella en sólo un mes. "Lo único que pretendemos es estimular la inteligencia emocional de la gente, sobre todo de los jóvenes, que salen impresionados, y eso es estupendo".
La provocación del rector
LARRY SUMMERS, rector de la Universidad de Harvard (EE UU), declaró hace unos meses que las mujeres no estaban capacitadas para las actividades científicas. Las diferencias biológicas entre sexos podían explicar, según él, por qué tan pocas mujeres accedían a carreras científicas o ingenierías. El rector levantó tal polvareda que se vio obligado a rectificar y manifestó que sólo se trataba de una "provocación". "Es vergonzoso que el rector de una de las grandes universidades estadounidenses diga eso. Pero lo más trágico es que en los cuatro años que lleva de rector el porcentaje de nuevos puestos ofrecidos a mujeres en Harvard ha caído de más del 30% a un 13%. No es que piense y diga que las mujeres no tienen capacidad para las ciencias, es que obviamente aplica discriminación en su medio. Existe un colectivo de varones de cierta edad que es impermeable a los cambios, aunque cada vez hay más hombres que empiezan a entender que todos perdemos con estas decisiones", dice la médica Flora de Pablo, investigadora del CSIC y presidenta de la Asociación de Investigadoras y Tecnólogas (AMIT).
En España hay, según datos optimistas, unas 30.000 investigadoras -aproximadamente un tercio del total de 90.000 investigadores existente-, y si nos fijamos en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde existen datos de los últimos 30 años, el área donde menos mujeres hay es Físicas (el 20%). "Es un área donde realmente entran muy pocas mujeres y las pocas que hay progresan muy lentamente. En ciencias de los materiales ya acceden más -una media del 33%-, pero tampoco llegan a puestos de relevancia, sólo hay un 6% en el nivel superior (profesora de investigación, equivalente a catedrática). Es cierto que en ingenierías todavía existen diferencias, sin embargo, en ingeniería informática abandonan mucho menos las chicas que los chicos, con lo que el tópico de que no es una carrera para mujeres falla... Y en determinadas escuelas, como arquitectura, se han roto los esquemas", asegura De Pablo.
Esta investigadora, que dirige un laboratorio en el CSIC, anima a las científicas a "hacerse visibles". "Por lo general somos un poco más reacias que los hombres a aparecer en los medios de comunicación, aunque también los medios son más reacios a consultar a mujeres...". De Pablo cuenta una anécdota que considera significativa. En Estados Unidos, cuando se hacen audiciones para grupos musicales, si los evaluadores están con los ojos tapados, e ignoran si el que toca es hombre o mujer, se selecciona del 30% al 50% más de mujeres... "Creo que si consiguiéramos derribar los estereotipos discriminatorios que existen, escritos en piedra en las mentes de muchos hombres que están en las cúpulas de decisión, lograríamos mucho. Confío en que la anunciada creación de una unidad de Mujer y Ciencia -aprobada en el BOE- se ponga en marcha cuanto antes".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.