No habrá mil días iguales
Desde la concepción hasta que cumple dos años, una persona sufre las mayores transformaciones de su vida. Consulta los hitos mes a mes en este gráfico interactivo.
Cada madre tiene una historia de los primeros días de vida de sus hijos. Esta historia a veces es hermosa y otras traumática, pero en todos los casos es importante y definitiva para el futuro del nuevo ser humano. Nunca volverán a pasar tantas cosas ni tan rápido como en los primeros mil días que pasan en este mundo. Y algunos de estos acontecimientos marcarán para siempre la salud y la fortaleza del adulto que ese bebé terminará siendo.
“Esos primeros mil días suponen una ventana de oportunidad para conseguir beneficios a largo plazo”, explica José Manuel Moreno, que forma parte del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría. “El cuerpo nunca volverá a crecer tan rápido: En el primer año de vida se crecen 20 centímetros, el peso del cuerpo se triplica, el cerebro crece en los primeros seis meses más que en ningún otro momento de la vida. Es una etapa de construcción”. Según este experto, la programación metabólica se define en los dos primeros años de la vida y aunque algo se podrá corregir después, otros muchos aspectos del desarrollo quedarán definidos y no tendrán punto de retorno. “Es el momento más fértil del desarrollo y el aprendizaje de una persona”, asegura.
“El esfuerzo de los primeros mil días de un ser humano que incluye la alimentación adecuada de la madre durante el embarazo, se va a traducir en beneficios en la vida adulta”, indica Moreno. “Lo que usted haga con su hija va a tener un impacto en su nieta”, explica por su parte el pediatra Miguel Sáenz de Pipaón para exponer de modo gráfico cómo influye la lactancia materna en la expresión de los genes que intervienen en el desarrollo de algunas enfermedades.
“La nutrición en etapas precoces de la vida tiene un impacto importante, explica Sáenz de Pipaón, “el niño está en desarrollo continuo, el cerebro está haciendo interconexiones neuronales, el tubo digestivo está entrando en contacto con bacterias que determinarán la fortaleza del sistema inmune del nuevo ser humano. Por otra parte, en el hígado se está definiendo la impronta metabólica … Algo que ocurra en estas semanas de vida puede tener consecuencias en la vida de ese adulto muchos años después”.
Uno de los procesos determinantes y que se pone en marcha desde la vida intrauterina es la colonización por gérmenes del nuevo ser humano. “Antes se pensaba que el útero era estéril, ahora sabemos que no. Sin embargo, con el nacimiento el bebé el tubo digestivo se somete a una explosión de gérmenes y de la colonización que se haga de ellos dependerá la fortaleza de su sistema inmunológico”, explica Sáez de Pipaón. No habrá otro momento en la vida de mayor definición para la salud del adulto. “Por ejemplo, si se produjera una respuesta exagerada a los gérmenes tendremos un futuro alérgico o un asmático”.
La nutrición en los primeros mil días de la vida marca la diferencia entre un adulto fuerte y uno débil, desde el punto de vista físico e intelectual. “Se sabe que determinados nutrientes, como las proteínas y los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga determinan el desarrollo del cerebro, y moderan la respuesta inflamatoria”, afirma el experto.
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Los pediatras consultados para este reportaje coinciden en que lo ideal es mantener la lactancia materna como alimentación exclusiva al menos entre cuatro y seis meses, en dependencia de su disponibilidad. ¿Qué tiene de especial la leche materna que no tengan otras leches artificiales? Al parecer, dicen los pediatras consultados, tiene una combinación exacta de nutrientes y niveles más altos de DHA, un ácido graso esencial para el neurodesarrollo, y eso quiere decir niños más inteligentes. Además, posee gérmenes particulares que modulan la respuesta inmune y menos cantidad de proteínas que las leches artificiales, lo cual reduce las tasas de obesidad infantil.
Porque los mil días son definitivos tanto si su bebé ha nacido en un país rico como si lo ha hecho en uno pobre. En esta etapa se cometen errores por defecto (carencias nutricionales) y también por exceso (demasiadas proteínas). El doctor Sáez de Pipaón asegura que existen datos preliminares de investigaciones que permiten afirmar que los niños que pesan poco al nacer tienen mayor riesgo de padecer enfermedades en su vida adulta, pero los que tienen sobrepeso, también son más propensos a padecimientos cardiovasculares. Según el doctor Moreno, cuando hay carencias nutricionales en los primeros mil días de la vida hay un crecimiento menor y no se alcanza la talla esperada, la falta de hierro provoca un menor desarrollo neuronal y existe un mayor riesgo de sufrir infecciones a lo largo de la vida. Sin embargo, los errores de nutrición que se producen en los países desarrollados, que suelen ser habitualmente el exceso de proteínas y sal producen un mayor riesgo de obesidad e hipertensión. “Los errores por exceso, matiza Moreno, son más fáciles de rectificar a lo largo de la vida si se practica deporte o si se evita el tabaco y alcohol, que los problemas causados por carencias nutricionales”.
Lo ideal es alcanzar el equilibrio, la nutrición adecuada en un momento de la vida que, además de definitivo es también en el que los médicos lo tienen más fácil para intervenir. “La mujer embarazada es muy sensible a los consejos de salud, hay muchas probabilidades de que los cumpla a rajatabla y los beneficios para los niños se consiguen formando a la madre”, explica el doctor Moreno.
La ventana de oportunidad para cambiar el destino de una generación dura unos 1.000 días. “Y damos por sentado”, advierte el experto, “que toda generación quiere que la siguiente, o sea, sus hijos, sea mejor. Es una cuestión de supervivencia. El momento de invertir es ahora.
Siete momentos claves de los mil días
1. Desarrollo del cerebro
Durante los primeros mil días de vida el bebé necesita nutrirse plenamente para que su cerebro crezca, un proceso que durará unos seis meses. Se estima que el 85% del cerebro termina de formarse en los primeros mil días de vida. Al nacer el bebé su cerebro suele pesar aproximadamente 300 gramos, a la edad de tres años su peso medio será 1,2 kilogramos. El cerebro de un adulto pesa 1,4 kilogramos aproximadamente.
Todo lo que el niño vea, toque, huela o escuche servirá de combustible para su cerebro. También lo que se mueve, sienta o aprenda. Por eso es importante que en los primeros años el niño tenga estimulación neurosensorial y los nutrientes específicos para conseguir un adecuado nivel de neurodesarrollo.
2. Conexiones neuronales para desarrollar habilidades sociales
Las relaciones, estímulos y experiencias tempranas son definitivas para la arquitectura del cerebro y sus conexiones neuronales. En los primeros tres años de vida un trauma emocional tiene más probabilidades de tener consecuencias a largo plazo. Durante el primer año de vida se aprende (o no) a crear lazos emocionales sólidos. Los circuitos cerebrales involucrados en los vínculos emocionales están prácticamente formados a la edad de dos años. En ese tiempo los niños adquieren habilidades para enfrentar situaciones estresantes de un modo apropiado. Los bebés aprenden de los adultos a gestionar el estrés, se supone que la ventana para crear esas herramientas son los primeros 18 meses de la vida. Un niño híper estresado tendrá problemas para establecer relaciones firmes y fiables con otras personas y tendrá varias incompetencias sociales que pueden causar problemas en el rendimiento escolar y luego, más problemas en la adolescencia.
2. Colonización por gérmenes que determinarán la inmunidad del adulto
En el momento del nacimiento el tubo digestivo del bebé se expone a una explosión de gérmenes. De la colonización que haga de ellos el organismo dependerá su inmunidad y fortaleza para resistir infecciones y otras enfermedades. Una respuesta exagerada a estos agentes produciría niños alérgicos, por ejemplo.
3. Se define el metabolismo del adulto futuro
La nutrición en los primeros mil días tiene un gran impacto en órganos como el hígado que están definiendo la impronta metabólica del nuevo ser humano. Las carencias en esta etapa de “construcción” tendrán un impacto a muy largo plazo.
4. Creación de habilidades físicas para el aprendizaje
Al nacer los bebés no son autosuficientes. No son capaces de hacer nada por si solos. No tienen control sobre sus músculos ni sobre sus movimientos físicos. Su sistema nervioso está en construcción. Solo pueden ver objetos que tengan a unos 20 centímetros de distancia. A los cuatro meses ya pueden mantener la cabeza erguida, a los seis pueden sentarse, a los ocho podrán ponerse en pie con ayuda y en poco tiempo comenzarán a andar. Pronto aprenderán a correr, a saltar, a jugar solos y acompañados. Todas esas acciones requieren coordinación muscular y cerebral.
5. Aprender a hablar
Durante los primeros mil días el bebé necesita que los adultos le hablen constantemente. Oyendo a los otros y viéndolos hablar es cómo aprende que de ese modo se comunican las personas. Al principio aprende a expresarse con ruidos, llantos, gestos, hasta que un buen día empieza a decir sus primeras palabras.
A los 12 meses el bebé puede entender las emociones que se esconden detrás de algunas palabras, aunque solo pueda pronunciar unas pocas. Es capaz de reconocer su nombre. A partir de los seis meses el bebé es capaz de entender cada vez más palabras y puede asociarlas con objetos. A los dos años puede entender cerca de 200 palabras y de usar más de 50. Puede juntar un par de palabras y hacer oraciones simples, también entiende oraciones más complejas y preguntas.
6. Aprender lo correcto y lo que no
En los primeros dos años de su vida el niño aprende las diferencias entre lo que está bien y lo que está mal. El proceso continuará a lo largo de la vida pero ahora se sientan las bases de la empatía, y valores como la solidaridad. También se va adquiriendo autocontrol para esperar, se aprende a compartir y también algunas reglas básicas para relacionarse con los demás. Al cumplir dos años los niños tienen empatía hacia los otros, puede empezar a llorar si otro bebé llora o mostrar compasión ante los gestos de dolor de alguna persona cercana. También sabe expresar alegría y enfado.
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