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Una red social para dar voz a los pequeños agricultores

Blue Numbers es una plataforma online para productores agrícolas Busca visibilizarlos para que entren en el mercado alimentario

Lola Hierro
Un granjero tamiza semillas en un campo a lo largo del río Rojo en el norte de Vietnam.
Un granjero tamiza semillas en un campo a lo largo del río Rojo en el norte de Vietnam. Quy-Toan Do (Banco Mundial)

Un anillo para gobernarlos a todos... Para encontrarlos,

para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.

(El señor de los anillos)

Es como la joya de la popular saga de novelas y películas El señor de los anillos, pero con dos pequeñas diferencias: que no quiere atar a nadie en las tinieblas y que no es una sortija dorada, sino una red social. Por lo demás, su objetivo es el mismo: unir a una serie de personas y servir de punto de encuentro e interacción para ellos. ¿Ellos, quiénes? Son los pequeños y medianos agricultores de todo el mundo, que a partir de diciembre van a contar con una plataforma gratuita en internet para evaluar y mostrar su producto y contactar con posibles clientes.

Hablamos de los Números Azules o Blue Numbers, una iniciativa del Programa de Agricultura Integrada y Sostenible de las Naciones Unidas y otras agencias que busca mejorar las cadenas de alimentación del mundo y que los agricultores y propietarios de pequeños negocios agrarios accedan a ellas con más facilidad. La manera de hacerlo es otorgando una identificación única para cualquier persona o empresa que contribuya a esta cadena. “Le daremos a cada uno que lo solicite un número de identidad, como un DNI”, ilustra durante una entrevista en Nueva York Arantxa González, directora ejecutiva del International Trade Center, una de las organizaciones que participan en la creación de esta plataforma. “Todos esos granjeros podrán conectarse en un sistema, una súper red social en la que compartirán información como el nombre del agricultor, la ubicación de la granja y los productos o servicios que produce y si puede exportarlos, fotos...”.

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Hoy somos siete mil millones de personas en el mundo, pero para el año 2050 se prevé que esta cifra aumente hasta los nueve mil millones. Para alimentar a toda esa población habrá que incrementar un 70% la producción alimentaria, según la FAO. Pero el planeta sufre la sobreexplotación de sus recursos y cualquier aumento de las materias primas deberá hacerse con cuidado; de ello depende la seguridad alimentaria del ser humano. Habrá que ampliar en un 120% las tierras cultivables en países en desarrollo porque todas las previsiones indican que en los países desarrollados esta se reducirá en 50 millones de hectáreas, indica el mismo organismo. El acceso al agua también es preocupante porque se prevé un incremento de su consumo del 11% para 2050 y su desigual distribución hará que la escasez alcance niveles alarmantes en Oriente Medio, el norte de África y Asia meridional. Las alteraciones en el régimen de lluvias producidos por el cambio climático podría agravar el panorama.

La seguridad alimentaria de la población mundial pasa por mejorar los medios de vida y trabajo de los pequeños agricultores, respetar la biodiversidad y los ecosistemas de todo el mundo y no desperdiciar tantos alimentos. Estas metas están incluidas en uno de los pesos pesados de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS), que marcarán la agenda de desarrollo global hasta 2030: la número 2, que busca acabar con el hambre. “Lo conseguiremos cuando empecemos a tratar de manera seria el mundo rural y seamos capaces de conectar mejor la oferta con la demanda pues el hambre es, en gran medida, una cuestión de desajuste entre ambas”, razona González. No es cosa de producir más, sino de repartirla mejor. “Lo que ocurre es que esa producción no llega a muchos lugares y se desaprovecha en aquellos a donde llega”.

La mayor ventaja es tener la tecnología de nuestra parte, algo que en el año 2000, cuando se acordaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (antecesores de los ODS) no era tan sencillo. Y así se ha utilizado para esta iniciativa. La utilizada para identificar a estos agricultores y granjeros es la conocida como GS1, la misma responsable de los códigos ISBN que sirven para registrar libros. La plataforma comenzará a funcionar en diciembre de 2015 y los primeros países en probarla serán Malasia y Vietnam, donde se ofrecerá a 67.000 agricultores. El método de funcionamiento es el siguiente: los agricultores y granjeros se registran e introducen la información que consideran relevante. También eligen con quién la comparten. A partir de ahí comienzan a interactuar.

Arantxa González, directora ejecutiva del International Trade Center, en Nueva York el pasado septiembre.
Arantxa González, directora ejecutiva del International Trade Center, en Nueva York el pasado septiembre.Javier Sauras

“Pero no solo basta con producir; la materia prima debe ser de calidad y cuanta mejor sea, mayor será el valor añadido del producto”, advierte González. Por esta razón, una de las herramientas de las que dispondrán en la plataforma servirá para que los miembros puedan consultar las certificaciones de calidad de sus productos. Se trata de una comparativa de más de 180 estándares de sostenibilidad y códigos de conducta aplicados al sector agrícola que sirven para certificar que quienes los poseen están cumpliendo una serie de principios éticos que van desde la garantía de calidad, la denominación de origen, las reglas de comercio justo o el respeto por los derechos laborales.

Una vez completado todo el proceso, será posible para esos granjeros obtener mayor visibilidad en la cadena alimentaria y se podrán poner en contacto a todas las partes que participan en la producción de alimentos. En ningún caso el tamaño importa; el único requisito es que la empresa tenga materia prima para comerciar, que no sea solo de subsistencia. González ofrece un ejemplo: "En Brasil conocí hace unas semanas a una chica muy joven que tiene una empresa de transformación de cacao en chocolate de calidad; ella se abastece de muy pequeños productores, no es una cuestión del volumen. Puede ser muy pequeña, pero va a una cadena de valor. Basta con que vendan algo y quieran conectarse a un mercado".

También será posible conocer la trazabilidad de los productos, una información de obligado conocimiento para un consumidor o gran empresa responsable con aquello que compra u ofrece. “Si tú eres una multinacional como Unilever o Nestlé, uno de tus grandes problemas es asegurarte de que conoces a todos tus suministradores y, si hay un problema, saber identificarlo sin cargarte toda la cadena”, precisa González. Cuando la red de Blue Numbers funcione al cien por cien, será posible además que un comprador anónimo de una ciudad europea, por ejemplo, sepa perfectamente de dónde viene la naranja que está adquiriendo. “Uno de los grandes problemas del capitalismo de mercado es el desequilibrio entre consumidor y productor. El consumidor no es consciente del poder que tiene y no lo utiliza”, critica González. “Yo, como consumidora, me informo de qué frutas compro y no compro cualquiera”.

No se acabará con el hambre con un número azul pero, a juicio de González, esta tecnología sí es una buena manera de empezar a tratar uno de los problemas que impiden que esa utopía se convierta en realidad: Se trata de dar una voz a millones de personas que van a ser fundamentales a la hora de crear un puente más eficaz entre la oferta y la demanda. “Entre lo que nosotros llamamos pequeños agricultores existen tasas muy elevadas de pobreza; es una parte de la población de la que tenemos que ocuparnos un poco más”, concluye la directora ejecutiva del ITC.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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