Cuando la NASA despertó, el dragón estaba allí
China lleva tiempo poniendo satélites en órbita, tiene un robot en la Luna y es uno de los grandes poderes espaciales del planeta
Cuando la NASA despertó, el dragón todavía estaba allí, en el espacio exterior tras el rastro de los misterios más profundos del cosmos, la materia oscura, los agujeros negros, la teleportación cuántica, el contenido de la nada. La entrada de China en la ciencia espacial tiene una ambición tan gigante como el propio país que la financia, el gran dragón asiático que —él sí— ha despertado de su sueño ensimismado. La NASA es víctima de un mandato del Congreso de Estados Unidos que le impide de hecho colaborar con China en estos proyectos. Buenas noticias para la Agencia Espacial Europea (ESA), que está libre de esas trabas y colabora de forma decidida con Pekín.
China lleva tiempo poniendo satélites en órbita, tiene un robot en la Luna y es uno de los grandes poderes espaciales del planeta, pero el detector Wukong (Rey Mono) que lanzó la semana pasada es su primera misión dedicada a la ciencia, y por tanto no destinada a su propio beneficio, sino al avance del conocimiento humano. Esto supone un cambio de rumbo notable en la estrategia espacial de la Academia China de las Ciencias.
El Wukong es un guerrero sacado de una novela del siglo XVI, y es el nombre que han elegido los ciudadanos chinos para bautizar al oficialmente llamado Explorador de Partículas de la Materia Oscura (Dampe, en su acrónimo inglés). La sonda está diseñada para detectar partículas de alta energía y rayos gamma que, según esperan los científicos, puedan delatar la presencia de la materia oscura, ese 85% de toda la materia que existe, que hasta ahora sigue en espera de una identidad.
Y el Rey Mono es solo la primera de las cinco misiones de ciencia espacial que tiene en cartera la academia de Pekín. Si las complicaciones presupuestarias no lo impiden, estas sondas espaciales someterán la teleportación cuántica a su prueba de fuego más exigente. Un estado paradójico de dos fotones, llamado entrelazamiento, por el que medir las propiedades de uno afecta inmediatamente al otro, tendrá que resistir a lo largo de 1.000 kilómetros entre el satélite y la Tierra para superar esa prueba. Pero, si lo hace, marcará el camino hacia una red de satélites de comunicación cuántica.
Otra de las misiones previstas pretende meter las narices en el fenómeno más enigmático que ha emergido de las ecuaciones de la relatividad general de Einstein: los agujeros negros. Su lanzamiento está previsto para la segunda mitad de 2016, y es un telescopio avanzado de detección de rayos X, que explorará el espacio en busca de las emisiones de esos enigmáticos devoradores de materia de los que ni la luz puede escapar. La Agencia Europea del Espacio también colabora en estos proyectos, que pueden dar un impulso a la física más fundamental.
Si es cierto que China ha sido criticada a menudo por su aislamiento secular, nada podía hacer mejor para cambiar esa imagen que lanzar al Rey Mono a buscar la materia oscura. Eso no es ciencia china. Es ciencia.
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