La gala más metálica del Met
La mítica fiesta de la moda de Nueva York gira en torno a la tecnología
Pedrería, alfombra roja y miles de personas cacareando la jugada en Twitter desde sus casas. Bienvenidos a la gala benéfica de la moda del Museo Metropolitano (el Met, como se le llama de forma habitual) de Nueva York, que se celebró anoche y resulta el mayor acontecimiento del sector en Estados Unidos: cuesta unos 25.000 dólares (21.600 euros) entrar e incluso pagándolos, es Anna Wintour, la anfitriona y editora de la revista Vogue, la que tiene que dar el visto bueno al invitado.
La fiesta marca también la apertura de la exposición de primavera del Met, que este año gira en torno a la tecnología bajo el título Manus x Machina: Fashion in an Age of Technology y está patrocinada por Apple. Así que los invitados tenían que vestirse de acuerdo con el asunto y eso llevó a Taylor Swift a enfundarse en un vestido que parecía metálico y venido del futuro y calzar unas sandalias que los expertos de Vogue no dudaron en calificar de bondage-like.
Sarah Jessica Parker, que es aquella protagonista de la serie Sexo en Nueva York que adoraba los caros zapatos de Manolo Blahnik, una fija de este sarao, evitó los fuegos de artificio de otros años atrás, pero no llamar la atención: acudió al Met con pelo suelto y unos bombachos blancos con levita.
Los periodistas no pueden seguir lo que ocurre dentro de la gala así que toda la enjundia está en el trajín de la alfombra roja (roja solo por el concepto, ya que al menos este año ha resultado ser una combinación de varios colores). A la seis de la tarde llegó Anna Wintour, con un vestido de Chanel, color crema, junto a su hija, con un Alexader McQueen de fondo negro, motivos de colores, y algo de cola. Su hijo varón, Charles Shaffer, acudió con su esposa, Elizabeth Cordy (debe ser lo suyo tener de suegra a Wintour).
Lo que significa la gala del MET –y toda la campaña marquetiniana que lleva pareja- queda reflejado en el documental The first Monday in May (El primer lunes de mayo, en español, que es cuando se celebra este acontecimiento cada año), en el que se puede ver cómo la editora del Vogue estadounidense prohíbe el perejil en los canapés –se queda entre los dientes- y planifica los arreglos florales durante un año entero.
Selena Gomez y la oscarizada actriz Alicia Vikander iban de Louis Vuitton y la actriz Uma Thurman de Tommy Hilfiger. Entre las señoras pululó el actor Ben Stiller, quien precisamente este año estrenó la segunda parte de Zoolander, la comedia que tan bien parodia el mundo de la moda y los top models. Stiller interpreta en ella a un modelo guapo, estúpido y tierno que pone nombres a sus distintas miradas. Y muchas de las que este lunes se contemplaron a lo largo de la alfombra roja también parecían muy ensayadas. Mientras, fuera de la carpa, en la calle, separados por barreras, curiosos y turistas aguantaban horas de pie por ver siquiera un pedazo del espectáculo.
Lady Gaga, Madonna y Beyoncé
Lady Gaga llegó con algo que cuesta denominar vestido, pues carecía de la parte de la falda, en plateado, que cuadraba bien con la temática de la noche porque simulaba una especie de microchips y estaba diseñado por Versace. Los combinaba con medias de rejilla, subida a unas altísimas plataformas.
Otros de los más esperandos en la gala, Kanye West y Kim Kardashian West, aparecieron conjuntadamente de plata, aunque ella con un ceñido vestido y él en pantalones vaqueros, camiseta y cazadora. La vestimenta de Madonna, difícil de resumir, era una mezcla de transparencias, tiras negras y botas altas, obra y gracia de Riccardo Tisci.
Y Beyoncé, que en 2015 se despachó con un vestido que, como suele decirse, mostraba mucho y no servía para ejecitar demasiado la imaginación, optó esta vez por un látex en color rosado que no logró una opinión consensuada en el cacareo de Twitter.
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