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¿Emancipación en Arabia Saudí? Manden sus firmas por correo

Un funcionario de la Corte Real se niega a recoger una petición firmada por 15.000 personas contra la tutela masculina en el país

Ángeles Espinosa
Una de las activistas, con la petición a las puertas de la Corte Real.
Una de las activistas, con la petición a las puertas de la Corte Real.

El ambicioso proyecto de reformas presentado este año por la monarquía saudí habla de potenciar las tecnologías de la información y el trabajo de las mujeres. Sin embargo, a la hora de responder a los anhelos de estas, prefiere el correo postal. Así se lo hizo saber el secretario de la Corte Real a Aziza al Yusef y Eman al Nafjan cuando ayer lunes se presentaron en palacio con casi 15.000 firmas pidiendo el fin del sistema de tutela masculina que reduce a las saudíes a eternas menores de edad. En ese país de pozos de petróleo y rascacielos modernísimos, las mujeres necesitan autorización de un varón para cursar estudios superiores, casarse, trabajar, recibir ciertos tratamientos médicos o viajar fuera del país. De por vida.

“No recogemos peticiones; tienen que enviarla por correo postal”, les respondió el funcionario, según relata Al Nafjan en conversación telefónica unas horas después.

Las dos mujeres, inagotables activistas por los derechos de la mujer, se miraron cómplices, pero escasamente sorprendidas. Obviar los problemas y retrasar su resolución se ha convertido en la imagen de marca de un régimen resistente al cambio más allá de lo mínimo imprescindible para que el petróleo siga engrasando la rueda de sus fortunas. No era la primera vez que ambas tropezaban con el muro del desinterés oficial. En 2013, tuvieron que responder a la policía por su movilización a favor de que las mujeres puedan conducir, algo que tienen formalmente prohibido en el reino.

Aunque el asunto de la tutela masculina se ha suscitado antes, esta es la primera campaña a gran escala contra un sistema que subordina a las mujeres a su mehram, guardián o custodio legal. Este es primero el padre y después el marido. En su ausencia, puede ser un tío paterno, un hermano, e incluso un hijo en el caso de las viudas. Sin su autorización no pueden alquilar un piso, ser hospitalizadas o presentar una denuncia en un juzgado. Muchas empresas y universidades también piden el permiso del tutor antes de contratar o inscribir a las mujeres, a pesar de que no se exige legalmente. Esto restringe su libertad y las deja desprotegidas frente a los abusos. Solo en casos excepcionales, el juez les libera de esa dependencia.

Lo que piden las activistas es que a partir de los 18 o los 21 años, las saudíes sean tratadas como ciudadanos adultos. Todo empezó el pasado julio a raíz de un informe de Human Rights Watch. Enseguida se hizo viral en Twitter una etiqueta que pude traducirse como “las mujeres saudíes quieren abolir el sistema de tutela”. Pero la cosa no paró ahí. Los llamamientos al cambio se multiplicaron.

“Han aparecido pulseras de goma de colores con la inscripción ‘Soy mi propia guardiana’ e incluso grafitis en algunas ciudades”, relata Al Nafyan para dar una idea del eco alcanzado.

Más sorprendente aún. El pasado fin de semana, antes de la entrega de la petición, las mujeres inundaron la Corte Real con telegramas de apoyo a la campaña. De acuerdo con sus estimaciones, hasta tres mil mensajes, con un coste de entre 40 y 200 ríales (entre 10 y 50 euros) según la longitud del texto.

“No hemos recibido una respuesta oficial del rey o de los príncipes herederos, pero sabemos que están al tanto”, afirma Al Nafjan en referencia a los medios oficiosos que se han hecho eco de la campaña. En algunos casos ha habido un intento de contrarrestarla con artículos que defienden la reforma más que la supresión de la tutela o con la etiqueta alternativa #La tutela la protege no va en su contra. En otros, se ha revelado que no hay unanimidad entre las elites dirigentes.

Desde fuera, 15.000 firmas (“de hombres y mujeres”, precisa la activista) puede parecer poco en un país de 21 millones de nacionales (el resto hasta 30 son inmigrantes con aún menos derechos). Sin embargo, un pequeño detalle explica la valentía de los firmantes y de las dos mujeres que llevaron la petición al rey. Fueron dos porque una reunión de tres puede considerarse una protesta, de acuerdo con la draconiana ley antiterrorista aprobada en 2013 y que permite enjuiciar no solo a sospechosos de cometer atentados, sino a liberales, reformistas o ateos. Por la misma razón, las mujeres no se han organizado de forma más sistemática, como hicieran durante la movilización para conducir.

“Todo se hace a título individual a través de las redes sociales; no hay un único canal o página web”, explica Al Nafjan para subrayar el carácter descentralizado de la campaña. Incluso la etiqueta bajo la que se cuelgan los apoyos cambia cada día anteponiendo el número correspondiente a las jornadas que lleva la movilización. Ya superan las 80.

¿Van a lograr un cambio? Si las acciones por el derecho a conducir sirven de precedente, parece improbable. Pero eso no desanima a las mujeres. “Tal vez se mueva algo en otra área como sucedió entonces con la autorización para trabajar como vendedoras o la inclusión de mujeres en la Shura [el consejo consultivo]”, apunta Al Nafjan. Las autoridades desean evitar la impresión de que responden a la presión pública por temor a que se extienda a otros ámbitos. Las activistas, sin embargo, consideran que tienen que hacerse oír, incluso si los avances se producen de forma oblicua.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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