Coopere, ministro Dastis
Breve manual para encarrilar la ayuda española al desarrollo
Lo mejor que el sector de la cooperación española puede decir del nuevo ministro de Asuntos Exteriores es aquella frase que se atribuye al humorista Eugenio: “Me gustaría empezar dándole las gracias al Rey de España porque sé de buena tinta que nunca me ha criticado en público”. Viniendo de donde venimos, la mera posibilidad de que Alfonso Dastis no se estrene mentándonos a la madre nos llena de entusiasmo. Eso sí, pronto necesitaremos algo más. Y las decisiones que se tomen lo largo de las próximas semanas -empezando por la elección de sus altos cargos- establecerán en qué medida el nuevo gobierno ha decidido sacar del pozo una política que ha sufrido mucho más allá de lo razonable.
Este blog ha sido testigo en los últimos años de la devastación de la cooperación oficial española, cuyo presupuesto cayó un 72% entre 2009 y 2015, hasta situarse en el 0,13% del PIB. Este nivel —cuatro veces por debajo del promedio de la UE— refleja la marginación política de una herramienta que llegó a formar parte de la Marca España y que tan buenos resultados ha dado a muchos países de nuestro entorno. Si los recursos son el rasero de la voluntad de los gobiernos, nuestra aspiración es alcanzar a largo de la legislatura el promedio europeo.
Pero los presupuestos solo serán útiles si apuntalan la modernización de las políticas. El contexto de nuestra acción exterior ha cambiado mucho y rápido, y la cooperación es hoy más necesaria que nunca: América Latina y África son regiones corresponsables en la agenda común de la equidad y la sostenibilidad, además de mercados atractivos; los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) exigen compromisos firmes al conjunto de la comunidad internacional; y la presión de la crisis de refugiados recuerda la importancia de la estabilidad global. Cada uno de estos asuntos enfrentan al Gobierno de España ante responsabilidades de las que no se va zafar con tanta facilidad, mucho más si un Parlamento eficaz está ahí para recordárselas.
Durante los años del ministro Margallo la cooperación desapareció de la acción exterior de España.
Además del presupuestario, estos son algunos asuntos prioritarios que deberían figurar en la agenda del nuevo ministro:
- Un plan ambicioso y tangible para la aplicación de los compromisos de España en materia de ODS, que van mucho más allá de la cooperación pero en donde esta puede jugar un papel crítico.
- La modernización de la estructura administrativa sobre la que se sostiene la ayuda española. La reforma pendiente de la AECID, en particular, ayudaría a garantizar su impacto, transparencia y rendición de cuentas, además de la necesaria independencia de partidos políticos y cuerpos de funcionarios.
- Una estrategia clara y eficaz para garantizar la influencia de España en los organismos supranacionales que gestionan las políticas de desarrollo, empezando por la propia Unión Europea.
- Una reconsideración de las prioridades de gasto que corrija la dispersión de la ayuda española y optimice nuestra experiencia en ámbitos como las energías renovables, la seguridad alimentaria o la salud global.
- Establecer cortafuegos claros entre las políticas de control migratorio y las de cooperación, cuya contaminación es tan peligrosa como inútil.
- La posibilidad de enmarcar todo lo anterior y mucho más en una nueva ley de cooperación que resulte de la implicación activa de todos los grupos parlamentarios.
Ahora nadie está en funciones. La tarea puede empezar movilizando la participación de todos los actores implicados, desde la oposición a la academia, la sociedad civil y el sector privado. Lamento caer en el tópico de los pactos de Estado, pero si existe uno importante que podría lograrse con cierta facilidad es precisamente este. Los populares ya lo lograron durante el primer gobierno de José María Aznar, así que sabemos que no es imposible. Buena suerte, señor ministro.
[Pueden consultar aquí las propuestas que realizamos desde ISGlobal ante la constitución del nuevo gobierno.]
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