Alejandro Gaviria: “Petro está dando peleas del pasado”
El exministro de Educación sostiene que en el Gobierno hay urgencia por sacar las reformas ante el temor a que pronto estalle la coalición en el Congreso
Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 56 años) se toma del pelo mientras piensa sus respuestas. Acude a la cita con tres libretas de apuntes que usó durante los siete meses que fue ministro de Educación de Gustavo Petro. Los revisa antes de iniciar la charla. “Comunidades con grandes necesidades y exorbitantes expectativas”, resumió en una de ellas su lectura del Gobierno en sus inicios.
Han pasado 10 días desde que Petro anunció su salida. Se le ve aliviado por disponer del tiempo libre que no tuvo en el Gabinete, en su cargo previo como rector de la Universidad de Los Andes o en los seis años como ministro de Salud de Juan Manuel Santos (2012-2016). En su primera entrevista a un medio escrito, niega que vaya a ser candidato en las elecciones locales de octubre. “Quería ser ministro, sacar la reforma a la ley de educación. Pero esa historia quedó trunca”, concluye.
Pregunta. ¿Estamos ante una nueva etapa del Gobierno con la crisis de Gabinete, las reformas sociales, el regreso a la calle y el deterioro de la imagen en las encuestas?
Respuesta. Sí, pero sería difícil decir que hay un quiebre, es algo más gradual. Veo la agenda legislativa del año como una gran prueba para el Gobierno. En un semestre que suele dominar el Plan de Desarrollo, el Ejecutivo ha propuesto un montón de regulaciones de la actividad privada como el código minero o el de transporte. Es demasiado ambicioso. Mi instinto liberal me lleva a preocuparme más por la calidad que por la cantidad de los cambios.
P. ¿Lo habló con el presidente?
R. Sí, en el Consejo de Ministros. La semana pasada almorcé con él y le pregunté por qué priorizó la reforma a la salud cuando la pensional encara un fracaso del contrato social: la cobertura de la jubilación es del 25% al 30%, mientras la de salud es del 99%. Le argumenté que las reformas a la salud pueden tumbar presidentes y que Obama se gastó todo su capital político en una pequeña. Creo que se quedó pensando.
P. ¿Por qué se priorizó la salud?
R. Por un análisis político hecho a la ligera. Durante el primer semestre presentaron solo la tributaria para asegurarla y, con la convicción de que la coalición en el Congreso tiene los días contados, madrugaron con la reforma a la salud. Creen que lo que no se haga en este semestre no saldrá.
P. ¿Lo discutió en el Gabinete?
R. Sí. Cuando supe de la prioridad de la salud, supe que venían tensiones. Yo había decidido participar con franqueza, porque he aprendido que la peor traición es la traición a uno mismo. Preparé mi intervención, está en esta libreta.
P. Sus críticas eran conocidas…
R. Cuando hablé por primera vez con Petro en la campaña, le dije que tenía una salvedad importante en la salud. Lo repetí en el video en el que anuncié mi respaldo, cuando aclaré que confunde una estrategia de atención primaria con el sistema de salud. Después, en un almuerzo en la casa de Alfonso Prada con él, noté que no iba a ser fácil. Petro tuvo una posición honesta, porque no prometió ni cedió. Yo tampoco. Eso se repitió este año en el Consejo de Ministros, en una reunión de varias horas del comité estratégico con la ministra de salud, en el encuentro de Villa de Leiva con los argumentos de las cuatro paginitas que se filtraron.
P. ¿Quién las filtró?
R. Carolina [Soto, su esposa] me dijo que en un chat de economistas preguntaban por un documento sin firma sobre la reforma. Preguntaban si era mío. Dije que sí. Un rato después me estaban llamando periodistas a preguntar. Me preocupé, había sido una imprudencia. Fue sin querer queriendo, porque tenía una responsabilidad pública y tuve la duda de mantener las preocupaciones como algo privado. No fue una decisión fácil. Después tuvimos otra reunión, en Hatogrande, de nuevo muy dura.
P. ¿Por la ministra Corcho?
R. No, ella me escuchó y habló poquito. Hablaban más el presidente y Susana Muhamad - y yo, que hablaba más de la cuenta. Pero lo más fuerte fue el viernes antes de la radicación de la reforma, en una reunión a la que el presidente llegó muy bravo.
P. ¿Por el documento crítico firmado por cuatro miembros del Gabinete?
R. Sí. En el encuentro el presidente preguntó si era privado, y supe que si se filtraba me echaban. Petro dijo que era un documento neoliberal. Ocampo y López, que en los 90 sintieron que los economistas neoliberales los sometieron al ostracismo por ser cepalinos, se defendieron. Ahí cometí otra imprudencia: asumí un tono duro, de par académico, y le dije al presidente casi que no sabía de qué estaba hablando. Eso no le gustó y fue un error. Él tenía conmigo una rivalidad intelectual desde la campaña. Creo que me sigue respetando por eso.
P. ¿Entonces usted salió de esa reunión sintiendo que había perdido la puja?
R. No. En la charla dijo “anoche nos chichipatiamos”, entendí “me eché para atrás” porque la noche anterior se había reunido con las EPS. En ese encuentro sentí que ya había hecho lo que tenía que hacer. El lunes me levanté con curiosidad de qué iba a presentar la ministra. Prada me envió el proyecto y lo leí camino a una reunión con el presidente y Fecode, en Palacio. No había cambios. Allá me encontré con Laura Sarabia, que me llevó a su oficina. Llegaron Carolina, Ocampo y Cecilia. Le dije a Carolina “No engañe al país. Usted dijo que iban a construir sobre lo construido, que las EPS tenían un lugar y eso no pasa”.
P. ¿Qué respondió?
R. “Presenten ustedes su reforma”, dijo siete veces. Logramos redactar e incluir tres artículos sobre las EPS que quedaron en el proyecto, desconectados del resto. Eso demoró la ceremonia de radicación. Estábamos redactando artículos de la reforma que estaban esperando afuera los invitados. Se veían por la ventana. Fue surrealista.
Luego solo di una entrevista, en la que dije que no habían ajustado el proyecto, y, verraco, no fui a la marcha en defensa de la reforma. Después, en un evento, critiqué la idea de que la reforma provenga de un mandato popular. No lo es porque hay un Gobierno de coalición. Petro quizás no hubiera ganado sin el apoyo de mucha gente que llamo “los liberales” en un sentido amplio, que nos reunimos en un acuerdo nacional.
P. ¿Existe ese acuerdo nacional?
R. Petro lo sigue viendo y creo que lo quiere revivir. Mi salida fue coyuntural, por la filtración que no hice yo, y no creo que él crea que fui yo. El documento lo conocía mucha gente porque en él trabajaron técnicos de Hacienda, y tuvieron acceso los de Salud. Pero el proceso le disgustó: el documento, las imprudencias… Él sabe que no va a salir la reforma como la presentaron y pensó: “No le voy a dar ese triunfo a este tipo aquí adentro”.
P. ¿Tenía lista la carta de renuncia?
R. No, no creí que me fuera antes de un año.
P. ¿Va a salir una reforma en la línea de lo que presentaron los partidos tradicionales?
R. Sí. Las EPS van a operar con otro nombre. Las llamamos gestoras en la reforma que presentamos en el Gobierno Santos, a la que probablemente se parecerá mucho lo que salga: giro directo del Estado a las IPS, límites a la integración vertical, más atención primaria de salud, pago por resultados en gastos administrativos.
P. ¿Cómo lo explicará el Gobierno?
R. Como la política es una competencia de relatos, creo que dirán “logramos lo que queríamos”.
P. Es difícil si mantienen intermediarios tipo EPS...
R. Yo no quiero propiciar un debate ideológico entre Estado y mercado, sino uno pragmático de dónde están las capacidades de la sociedad y cómo se aprovechan mejor. En cambio, el presidente Petro está dando unas peleas del pasado, pre Constitución del 91, contra las alianzas público-privadas en servicios públicos, en movilidad, en salud. Paradójicamente está empezando a tener fuerza el argumento, que comparto, de que sí se ha avanzado en las últimas décadas. Las clases medias urbanas están diciendo “yo tengo algo que perder”. Eso ha creado una defensa dispersa, pero más férrea de la que el presidente Petro y su grupo de izquierda se imaginaban, de lo que ellos llaman las reformas neoliberales.
P. ¿Incluyendo la educación?
R. El acceso a la educación superior refleja el modelo centro-periferia. Hay que mejorar esa geografía desigual, pero no destruyendo lo que funciona en el centro para arreglar la periferia. En educación construimos una agenda razonable. Eran reformas fáciles: bastaba concertarlas con Hacienda, y el Congreso las iba a aplaudir. Para avanzar en la cobertura no podemos desechar la universidad privada. De nuevo, defiendo un sistema mixto. Petro tiene muy en su corazón la educación superior, fue generoso al confiarme una de sus principales banderas.
P. ¿Cómo es el Gobierno por dentro?
R. Veo cuatro particularidades. Una es que en Presidencia hay muy poca gente. Es un error tener un presidente sin presidencia. La segunda es la tensión entre la tecnocracia, los mandos medios de los ministerios, y el presidente, que es un visionario que ve los temas desde muy arriba. Por eso las discusiones del Consejo de Ministros son muy generales, con intervenciones muy largas del presidente y después una lluvia de ideas. Cecilia y Ocampo me decían que se me notaba la ansiedad. Me ponía a escribir en la libreta, me salía al baño. Tercero, es un Gobierno de coalición, pero no discutimos. Cuarto, en los temas económicos ha sido responsable.
P. ¿Gracias a Ocampo?
R. También hay que darle crédito al presidente, que es consciente de la necesidad de estabilidad macroeconómica. No quiero demeritar a Ocampo, pero Petro aceptó aumentar el precio de la gasolina. Nombró a Olga Lucía Acosta en el Banco de la República y cerró la puerta a la posibilidad de controlar esa junta. El Gobierno tiene una especie de dualidad: hay grandilocuencia en lo que trina y dice, pero lo que hace es más moderado.
P. ¿Y eso cambiará?
R. Ahora lo veo más improbable. Con las movilizaciones de hace dos semanas, las cortes y el Congreso empezando a mostrar los dientes, el presidente se dio cuenta de que políticamente está más débil. No soy catastrofista, no veo un riesgo para una democracia que demuestra que funciona. Al contrario, lo que le digo a los empresarios es que deberíamos asumir con serenidad las tensiones que produce un Gobierno de izquierda. Hay un doble estándar: mientras Duque tuvo un año de aprendizaje, a él lo están criticando desde el día uno.
P. ¿Ahora qué viene para usted? No quiso ser embajador…
R. La diplomacia nunca ha sido mi vocación. Además, después de dar esta pelea no me puedo ir, tengo la responsabilidad de estar acá. Yo soy un político y debo enfrentar los debates, dar la cara.
P. El presidente dijo que perdió su confianza
R. Creo que fue un juicio del momento. Si hubiera estallado una semana después, con el escándalo de Nicolás Petro, hubiera sido más importante mantener un Gabinete. ¿Qué viene? No sé, quiero descansar dos o tres semanas.
P. ¿Va a ser candidato a la alcaldía de Bogotá?
R. No, y además estoy inhabilitado, lo que me tranquiliza.
P. ¿Y va a apoyar a un candidato en Bogotá?
R. De pronto, pero no lo estoy planeando. El domingo hablé con Roy Barreras. Quiere que le haga compañía en su estrategia electoral. No sé.
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