La memoria de Jorge Eliécer Gaitán se resiste a ser ruina
El exploratorio nacional, un edificio pensado como un complejo cultural aledaño a la casa en Bogotá del líder asesinado en 1948, lleva dos décadas abandonado. Sus herederas anuncian su rescate
En la localidad de Teusaquillo, en Bogotá, hay un edificio abandonado que parece un imán de taxis. La construcción abarca una manzana ―entre las calles 42 y 43 y las carreras 15 y 16― cuyas esquinas, además de estacionamiento y lavadero de facto de carros, han sido orinales casuales y botaderos de basura. Nada hace pensar que la edificación de aspecto ruinoso guarde vestigios de un episodio fundamental de la historia del país. Se trata del exploratorio nacional, contiguo a la casa en la que vivió ...
En la localidad de Teusaquillo, en Bogotá, hay un edificio abandonado que parece un imán de taxis. La construcción abarca una manzana ―entre las calles 42 y 43 y las carreras 15 y 16― cuyas esquinas, además de estacionamiento y lavadero de facto de carros, han sido orinales casuales y botaderos de basura. Nada hace pensar que la edificación de aspecto ruinoso guarde vestigios de un episodio fundamental de la historia del país. Se trata del exploratorio nacional, contiguo a la casa en la que vivió el líder político Jorge Eliécer Gaitán, una de las figuras determinantes de la historia de Colombia y quien tiene su tumba en el centro del predio. Sembrado allí (“porque es semilla y no cadáver”, reza una placa) desde 1988, este 9 de abril se cumplen 75 años de su asesinato.
El magnicidio de Gaitán, a la 1.05 de la tarde del 9 de abril de 1948, en el corazón de Bogotá, marcó el recrudecimiento de La Violencia, un período de confrontaciones políticas que llevó al país a los límites del espanto. Pero el exploratorio, el lugar que pretendía robustecer la memoria del caudillo e impulsar un cambio cultural, lleva dos décadas abandonado.
Desde fuera se ven los muros de ladrillo con manchones que revelan falta de aseo y de cuidado. En algunas de sus paredes hay grietas por las que cabe una mano, y los huecos de las ventanas se ven negros. Dentro es una construcción en obra negra y con rastros visibles de humedad, hija del descuido. María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica y nieta del líder asesinado, opina que este estado del exploratorio es una suerte de representación: “Es un significado no solamente simbólico sino físico de cómo está la memoria histórica en Colombia, que está en ruinas”.
El origen del edificio se remonta a 1978, cuando se convocó un concurso para hacer cumplir la ley 45 de 1948, que ordenaba construir un monumento junto a la casa de Gaitán. En 1979 se anunció que la propuesta ganadora había sido la del reputado arquitecto Rogelio Salmona (1927-2007), cuyas creaciones están regadas por toda Bogotá: las Torres del Parque, la biblioteca Virgilio Barco, el Centro Cultural Gabriel García Márquez, el Archivo General de la Nación... La idea de Salmona pasó por varios ajustes, aportes, borrones y cuentas nuevas, hasta que entre 1984 y 1987 el proyecto final empezó a tomar forma. Su construcción comenzó en 1990.
Las obras se detuvieron en 2003, durante el Gobierno de Álvaro Uribe, cuando el Ejecutivo removió a Gloria Gaitán, la única hija del caudillo, del Instituto Colombiano de la Participación (Colparticipar), la entidad administradora de la casa-museo. Se la acusó de malversar recursos y se le impusieron decenas de demandas que jamás prosperaron. Ese año se puso el último ladrillo en el edificio.
El arquitecto Maurizio Salazar Valenzuela dedicó su tesis de maestría, Lugares dentro de lugares (Universidad Nacional de Colombia, 2010), al centro cultural y trabajó con Salmona en el final de su vida. Desde Madrid explica que la idea de su maestro con el exploratorio fue “arquitecturizar una ideología”. El propio Salmona la exponía en una carta de 2004 que dirigió al entonces alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón: “La imagen de Jorge Eliécer Gaitán la he asociado constantemente con un grito violento, un grito que conmovía a la gente y que me conmovió. Al enfrentar el proyecto, esa imagen se asoció con una plaza pública, con un espacio popular en el que la cultura colectiva adquiere un carácter político”.
El enaltecimiento del espacio público que pretendía el arquitecto, y la idea de que el pueblo es actor y no espectador, se ve, por ejemplo, en que muchas de las graderías no son cómodas para que la gente se siente. El objetivo es levantarlas de allí y llevarlas al escenario, al centro de la plaza pública, donde el pueblo adquiere un carácter y un poder político. Salazar recuerda las palabras de Salmona: “La arquitectura debe ser activa, debe ser apropiada por la gente, aunque no le pertenezca”. Considera que, sin las reflexiones que tuvo al idear el exploratorio, la arquitectura posterior de su maestro no habría sido la que se conoce.
La memoria también ocupa un lugar destacado en el diseño. No son casuales la línea diagonal que atraviesa al edificio y apunta al cerro de Monserrate, las escalinatas que evocan las pirámides de Teotihuacán, o las similitudes con las ruinas de Palenque, ambas en México. Salazar explica que, al conectarse con la herencia indígena y con el entorno de la ciudad, busca remover la memoria colectiva. Y entonces aparece otro concepto fundamental: la idea del exploratorio nace con Gaitán pero, no se queda en él. No en vano tiene a su lado el adjetivo “nacional”: es el exploratorio de Colombia.
Gloria Gaitán, el alma del exploratorio
Salazar considera que el exploratorio es una obra tanto de Gloria Gaitán como de Rogelio Salmona. Ella hizo muchas sugerencias y aportó varias ideas al plan. “Gloria creó el contenido y Salmona fue el único que supo interpretar cómo sería el estuche para depositarlo”, dice. Ese contenido empezó a delinearse cuando ella era estudiante de Economía y habló de incluir la cultura en los modelos económicos, pero no como arte sino como mentalidad. Para ella, el edificio será clave en promover que los ciudadanos sean más participativos y dejen atrás una cultura política que describe como “delegataria”.
Gaitán sigue con minucia los preparativos de la celebración de este 9 de abril, a la que está invitado el presidente Gustavo Petro. La fachada de la casa, que una semana atrás evidenciaba descuido, está recién pintada. Reconoce estar “furiosamente feliz” al ver en marcha las restauraciones que estuvieron detenidas por tantos años. Siente ira por el abandono y alegría por un nuevo comienzo: “Es la primera vez en mi vida que siento estas dos emociones antagónicas”.
El exploratorio ha sido el proyecto de toda la vida de Gloria, que tiene 85 años. Es la forma que encontró para mantener viva la memoria de su padre. “Yo traté de continuar la lucha políticamente, pero todos me decían: ‘Lástima que Gaitán no haya tenido un hijo hombre’. Sabía que ese camino no era para mí, me iban a comparar todo el tiempo con ese hombre iluminado. Entonces decidí continuar la lucha por la vía de cambiar la cultura”.
La hija del líder recuerda que la idea de dar importancia a la cultura la heredó casi de forma inconsciente de su padre. Entonces abre un libro y lee palabras de él, que descubrió con los años: “Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos”. Y luego aterriza esas ideas a la actualidad del país: “Mientras no cambiemos la cultura, no habrá paz total”.
Otro capitolio, otro enfermo de piedra
Durante su carrera política, Jorge Eliécer Gaitán identificó dos “países” dentro de Colombia: el país político, el de los políticos preocupados por votos, firmas, embajadas, promesas; y el país nacional, el del pueblo, preocupado por su salud, su educación, su empleo, su bienestar. Para su hija, cada uno de esos países tiene su propio capitolio: el del país político es el edificio del costado sur de la Plaza de Bolívar. El del país nacional debe ser el exploratorio.
Esa no parece ser la única coincidencia entre ambas construcciones. Al Capitolio Nacional, sede del Congreso de la República, se lo llamó por mucho tiempo “el enfermo de piedra”: pasaron casi 80 años desde que el presidente Tomás Cipriano de Mosquera puso la primera piedra de su construcción, en 1847, hasta que culminaron sus obras, en 1926. El de Teusaquillo, el del país nacional, lleva 20 años quieto. Y el tiempo sigue corriendo.
Pero Gloria Gaitán tiene esperanza de que el enfermo de la calle 43 se alivie. Según dice, el presidente Petro está comprometido con el trabajo y con relevar a la Universidad Nacional de la responsabilidad de la casa-museo. Gracias a eso, la nueva fuente de sus desvelos es encontrar a un arquitecto que sepa interpretar los planos de Salmona y complete el 25% de construcción que le falta al exploratorio.
9 de abril, domingo de resurrección
Gloria Gaitán, que no cree en las casualidades, menos cree que lo sea el hecho de que este 9 de abril se celebre el domingo de resurrección de la fe católica. Además de una intervención en el exploratorio del presidente Petro ―en la que, según María Gaitán, se anunciará la reanudación de las obras―, está programada una misa celebrada por el padre jesuita Javier Giraldo, y la siembra de una rosa blanca, en el surco donde está Gaitán, por nietos y bisnietos de personas muertas en los primeros años del conflicto.
La flor, que representará la paz total, reemplazará la rosa roja que perteneció al jardín del presidente chileno Salvador Allende (1970-1973) y que estuvo sembrada en la tumba de Gaitán hasta que fue arrancada por los administradores del exploratorio. Y para Gloria, que en su lenguaje lleno de símbolos prefiere hablar de héroes y no de víctimas, es el momento de continuar un camino que la violencia detuvo hace 75 años: “Este edificio es el lugar de espera del momento en el que se reanudará la marcha que quedó suspendida el 9 de abril de 1948″.
Colombia, un país que no cuida el pasado
El historiador Herbert Braun, profesor emérito de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), es autor de Mataron a Gaitán, un libro clásico sobre Gaitán y el 9 de abril. En una conversación desde Charlestonville, opina que los restos del líder asesinado los metieron en su propia casa para olvidarse de él, y que la casa-museo es un espacio que, hasta ahora, ha sido “despreciado” por el Gobierno colombiano.
Braun recuerda que mientras hacía las investigaciones para su libro, a finales de los años setenta, el estado de la casa-museo era muy precario. También dice que muchos de los documentos que buscaba los encontró en el agua. “En Colombia no cuidamos el pasado. No cuidamos los documentos, los archivos”. No obstante, hay una idea en la que hace especial énfasis: “No hay dos cosas mejores para tratar de entender la historia del país que Gaitán y el 9 de abril”.
El académico además se refiere al desinterés alrededor de la figura de Gaitán, que él ya empezó a percibir durante las investigaciones de su libro. Si bien considera que no hubo un intento sistemático de “los de arriba” por hacerlo, cree que un porcentaje grande del pueblo colombiano no estuvo en contra de ese desinterés. “Más que todo fue inercia, falta de interés, somnolencia y el hecho de que para muchos colombianos esto era una pesadumbre de la que ellos también quisieron olvidarse”.
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