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La obra de Rogelio Salmona llama a las puertas de la inmortalidad

El Gobierno presentó ante la UNESCO siete obras del artista que transformó los espacios públicos con ladrillos rojos, contrastes de luces, y un diseño siempre ligado al paisaje y cultura del país

Camila Osorio
María Elvira Madriñán, presidente de la fundación Rogelio Salmona, durante una entrevista con EL PAÍS, en Bogotá, el pasado 4 de abril.
María Elvira Madriñán, presidente de la fundación Rogelio Salmona, durante una entrevista con EL PAÍS, en Bogotá, el pasado 4 de abril.Iván Valencia (EL PAÍS)

En un artículo del 2006 el famoso arquitecto colombiano Rogelio Salmona defendía, parafraseando a Umberto Eco, la idea de que un arquitecto es ante todo un humanista de la sociedad contemporánea. “En un mundo banalizado como el de hoy, tan entregado al dinero y al lucro, hacer arquitectura al servicio del hombre es la manera de seguir siendo esa última figura del humanismo para nuestra sociedad”, escribió. A sus 79 años Salmona ya había construido bibliotecas, museos, jardines infantiles, viviendas de interés popular, edificios universitarios o espacios peatonales para el centro de la capital. La arquitectura, decía, era la posibilidad de crear esplendor y memorias, era un arte “para no perder el hilo de la historia”.

Salmona falleció un año después, pero en los últimos meses un grupo de personas ha estado trabajando para que la UNESCO le reconozca el carácter humanista del que escribía. El Gobierno de Colombia presentó en febrero una solicitud ante la UNESCO para que siete de sus obras arquitectónicas sean consideradas patrimonio de la humanidad. Ya lograron, como primer paso, que la propuesta entrara en lo que se llama la Lista Tentativa: obras que el organismo internacional considerará si la propuesta se elabora con rigurosidad y cumple con todos los requisitos. La propuesta inicial, elaborada por arquitectos de la Universidad Nacional y la Fundación Rogelio Salmona, describe la obra de Salmona como un “manifiesto ético, político, social y poético”.

“La arquitectura es poesía”, decía Salmona. “Algo muy sentido que se traduce mediante una metáfora construida”.

Una de las personas clave frente a la propuesta es la arquitecta María Elvira Madriñán, presidente de la Fundación Rogelio Salmona y esposa del artista durante varios años. “Lo importante de esta selección de siete obras es mostrar que hay unos valores universales que están en cada una de ellas”, cuenta ella.

Las Torres del Parque, en el centro de Bogotá, el 4 de abril del 2022.
Las Torres del Parque, en el centro de Bogotá, el 4 de abril del 2022.Iván Valencia (EL PAÍS)

Madriñán trabaja en un amplio taller con vista a la primera obra presentada, construida en los años sesenta y conocida en Bogotá como las Torres del Parque: tres largas torres en forma semi-circular que albergan casi 300 apartamentos y espacios abiertos en las bases para los transeúntes. Al observarlas desde el taller es posible ver cómo el arquitecto jugaba con una paleta de luz y oscuridad al construirlas: los rojos ladrillos de las tres torres se tornan naranja con la luz dorada del atardecer, y a lo largo de cada una hay pliegues cuadrados que crean un juego de sombras en distintos momentos del día.

“Ese fue un proyecto de consolidación de ciudad, de vida ciudadana”, cuenta Madriñán sobre las que eran inicialmente viviendas económicas (ahora albergan a una clase bohemia más acomodada). A diferencia de las minúsculas viviendas de interés social de ahora, las torres ofrecían apartamentos amplios e iluminados, una propuesta tan estética como social. “Fue un proyecto que enriquecía la vida en el sector y que abría a ese sector. En esa época se hacían proyectos más bien cerrados, proyectos entre rejas”.

Más allá de las Torres

La última vez que Colombia logró que uno de sus lugares fuera considerado por la UNESCO fue en 2018, cuando se declaró el selvático Parque Nacional de Chiribiquete como patrimonio de la humanidad, un esfuerzo que tomó más de 10 años. Y son menos, a nivel mundial, los arquitectos modernos cuyas obras han sido reconocidas (en América Latina están la casa-estudio de Luis Barragán en México, la iglesia de Atlántida de Eladio Dieste en Uruguay, o la ciudad de Brasilia del brasilero Oscar Niemeyer). De las cientos de obras del arquitecto americano Frank Flloyd Wright –el que diseñó el Guggenheim de Nueva York– solo ocho han sido reconocidas como patrimonio de la humanidad y esto también le tomó un esfuerzo de 15 años al gobierno de Estados Unidos. La marcha de Salmona hacia el reconocimiento apenas comienza.

Pero Olga Pizano, arquitecta colombiana que en 1994 fue presidente de la junta directiva del Comité del Patrimonio Cultural de la Humanidad en la UNESCO, considera que hay un cambio que ha permitido valorar más la obra de los arquitectos como Salmona . “Hay más interés en el Comité de Patrimonio por la arquitectura moderna”, cuenta. “Antes eran sobre todo centros históricos o bienes culturales históricos. Creo que lo de Salmona concuerda con un documento que hicieron en la UNESCO donde una de las recomendaciones es una estrategia global para contemplar la inscripción de ejemplos de arquitectura moderna del siglo pasado en adelante”. En Colombia, aunque se han declarado también patrimonio de la humanidad el centro histórico de Cartagena y la ciudad colonial de Mompox, esta es la primera vez que un arquitecto colombiano podría ser reconocido por su obra.

La Biblioteca Virgilio Barco, en el occidente de Bogotá, el 7 de abril de 2022.
La Biblioteca Virgilio Barco, en el occidente de Bogotá, el 7 de abril de 2022.Iván Valencia (EL PAÍS)

Las torres del parque son apenas el abrebocas. Unas calles más al sur está el Archivo General de la Nación (1988-1994), construido en el centro histórico y donde Salmona dijo querer crear un “tímpano del medio ambiente”. Utilizando los elementos adecuados, logró un manejo de la temperatura y la humedad ideal en el edificio para permitir que se preserven los documentos sin necesidad de aire acondicionado. “El proyecto del Archivo para Rogelio fue el proyecto de la memoria, un proyecto para la preservación de la historia, el lugar donde se recoge todo lo que ha sido la vida del país”, cuenta Madriñan señalando un espacio abierto al interior del Archivo en forma circular. “No es un Archivo que él decidió volver cerrado: es un lugar abierto tanto a la geografía como al paisaje”.

Más al oeste de la ciudad están dos proyectos más presentados ante la UNESCO: la biblioteca pública Virgilio Barco (1999-2001) y el Edificio de Posgrados en la Universidad Nacional (1995-2000) – esta última fue la institución donde Salmona empezó sus estudios de arquitectura en 1945 antes de irse a París a estudiar con Le Corbusier. Las dos son estructuras donde también domina el ladrillo pero en el que Salmona hace un juego de corredores y espacios semi-abiertos como si estuviera invitando a los ciudadanos a entrar en su propio cuadro de Escher. “Uno aprende perdiéndose,” decía el arquitecto.

El Edifico de posgrados de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 7 de abril de 2022.
El Edifico de posgrados de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 7 de abril de 2022.Iván Valencia (EL PAÍS)

“Construir la biblioteca fue una gran transformación del lugar, porque esa zona era un basurero de desperdicios de construcción”, recuerda Madriñán. Ahora es una estructura rodeada de espejos de agua y espacios verdes en el que las familias de clase media que viven en los alrededores hacen yoga o picnics los fines de semana.

Dos obras más de las presentadas no están en Bogotá sino en Cartagena: la casa del escritor Gabriel García Márquez, construida a principios de los años noventa en el centro histórico de Cartagena; y la Casa de Huéspedes, que está a las afueras de ese centro histórico. “Establecí una relación de [la casa] con el mar, los colores, los olores, los patios, pero sobre todo con la ciudad amurallada”, escribió Salmona sobre esa última, que tiene caminos hacia los techos para observar al mar y que, hasta ahora, es cerrada al público porque alberga a los presidentes.

“Una de las recomendaciones para que un lugar sea reconocido por la UNESCO es que sea abierto al público”, explica Madriñán. Por un lado, la Fundación Gabo está en proceso de construir el hogar de García Márquez –que muy pocas personas conocen– en una casamuseo, así que este lugar no tendría inconveniente. Pero en el caso de la Casa de Huéspedes, abrirla al público dependerá de la voluntad del presidente de turno. “Yo creo que se podría abrir al menos una vez al mes, para que la gente pueda conocer el proyecto”, propone Madriñán.

Casa de Huéspedes, en la ciudad de Cartagena, Colombia.
Casa de Huéspedes, en la ciudad de Cartagena, Colombia.Enrique Guzmán

Hay una séptima obra que fue presentada y que pocas personas conocen en Colombia: la casa de Río Frío, el hogar que construyó Salmona a las afueras de Bogotá y estaba inspirada en un poema precolombino: “entrar en la casa es entrar en la tierra, subir al techo es subir al cielo”. La casa está semi-enterrada en el terreno y de acuerdo a Madriñán, “lo importante allí es la experiencia del recorrido, la vivencia del paisaje, la transición a través de una serie de patios”. El lugar se inunda con el verde que rodea la casa pero también cuenta con una escalera que invita a subir al techo para contemplar el cielo. “Como un abrazo”, explicó entonces Salmona sobre su camino arquitectónico al cielo. Si es necesario, Madriñán está lista para que este abrazo deje de ser solo su hogar.

“Muchas veces pasan estudiantes por allí que timbran, o más bien se arriesgan a que los agarren los perros a la entrada, pero van a preguntar si pueden verla”, cuenta ella. “Si se logra, si recibe ese reconocimiento universal, esto sería algo que realmente trasciende, y yo no tendría ningún problema con que se abriera a todos”.

Casa de Río Frío de Rogelio Salmona, ubicada a las afueras de Bogotá.
Casa de Río Frío de Rogelio Salmona, ubicada a las afueras de Bogotá.María Elvira Madriñán

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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