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Petro destituye a Henry Sanabria, su jefe de policía homófobo y ultrarreligioso

El hasta ahora director de la institución rechazó el condón por abortivo y culpó a los homosexuales del VIH entre los agentes

Henry Sanabria
El general Henry Sanabria, durante su toma de posesión como director general de policía, el 19 de agosto en Bogotá.DANIEL MUNOZ (AFP)
Juan Diego Quesada

Era cuestión de tiempo que fuera fulminado alguien que ha dirigido la Policía colombiana con una Biblia en la mano. El jefe de esa institución nombrado por Gustavo Petro, un hombre homófobo y ultrarreligioso que decía combatir el crimen en forma de diablo con la ayuda de Dios, ha caído este miércoles. El presidente de Colombia anunció su marcha en su cuenta de Twitter agradeciéndole los servicios prestados. Ha sido la manera elegante que ha elegido Petro para despedir a un funcionario que venía tambaleándose desde hace un mes, cuando rechazó el preservativo por abortivo y culpó a los gais del VIH entre los agentes. Desde ese momento, Sanabria tenía los días contados.

El presidente, sin embargo, se mantuvo firme y no lo destituyó entonces. Quería demostrar así que no se dejaba influir por el entorno a la hora de tomar una decisión como esta. Un mes después resultaba ya imposible mantenerlo en un cargo de primer nivel del Gobierno. El clamor era general. Once congresistas firmaron una carta en la que pedían su destitución. “Colombia tiene un general de la Policía de la época medieval. Es una persona que dirige de manera confesional la institución. Este señor es activista en contra del ejercicio de los derechos civiles de las mujeres, además de su discriminación abierta a la población diversa”, decía recientemente a este periódico la representante Jennifer Pedraza, una de las firmantes.

Detrás de la silla que ocupaba Sanabria en la sala de juntas de la Policía Nacional sobresalía un crucifijo. Sobre la mesa, una estatuilla de la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Y debajo, otra estampa de la Virgen y una cerámica de San José Dormido, popular entre los creyentes desde que el papa Francisco comenzara a profesarle fe. Era un reflejo de su enorme devoción. Desde que fue nombrado por Petro en agosto del año pasado, salieron a la luz sus posiciones en contra del aborto, el matrimonio igualitario, la unión libre y la eutanasia, todos ellos derechos permitidos hoy en día en Colombia y que de hecho generan consenso.

Por eso causó estupor que un Gobierno progresista colocara a alguien así al frente de la Policía, un puesto muy sensible, sobre todo desde la actuación del anterior general en el cargo, Jorge Luis Vargas. En su mandato, la Policía tuvo una actuación muy controvertida durante las protestas de 2021, en las que murieron más de 80 personas. Una serie de vídeos demuestra que los agentes dispararon a quemarropa contra civiles desarmados. Petro, al llegar al poder, quería demostrar otro talante con la fuerza pública y quiso cambiar la doctrina del enemigo interno predominante en los cuarteles y las comisarías, que consiste en ver al enemigo en organizaciones sociales y movimientos de izquierdas. Esa forma de ver las cosas regó de sangre las protestas.

Para cambiar eso, entre otros, fue nombrado Sanabria, de 51 años y con la carrera de abogado. Desde muy pronto quedó claro que su forma arcaica de ver la vida era incompatible con su puesto. Sus declaraciones resultaban tan extrañas que costaba creer que fueran verdaderas. Al mes de ser nombrado compartió en sus estados de WhatsApp unas críticas contra la celebración de Halloween, donde veía una “estrategia satánica para inducir a los niños al ocultismo”. Dijo que redoblaba esfuerzos en esa fecha para proteger a los niños de que fueran secuestrados y asesinados en ritos satánicos. No había ninguna estadística ni ningún caso a mano que demostrara que eso era cierto.

Días después se supo que había pedido a su tropa que no mantuviera relaciones fuera del matrimonio. Sanabria era a la vez jefe de policía, cura y consejero matrimonial. “Siempre coincide que una persona que es infiel en lo poco, es infiel en lo mucho”, dijo en W Radio. Poco después aseguró que la homosexualidad era una decisión personal. Sanabria, aunque decía respetar la Constitución colombiana, soñaba con una policía religiosa al estilo de la de algunos países islamistas.

El 8-M, el día de la mujer, no estuvo más comedido. “Una mujer discreta es un regalo del Señor; una persona educada no tiene precio. Una mujer modesta es el mayor encanto; nada vale tanto como una persona reservada”, escribió en cuenta de Twitter, que utilizaba para difundir mensajes religiosos. Según él, en el Día Internacional de la Mujer hay que destacar la importancia que ellas tienen para los hombres. “El encanto de la mujer alegra a su esposo, y si es sensata, lo hace prosperar”, añadió, citando un versículo de la Biblia.

Sin embargo, la bomba final estaba por llegar. En una entrevista con la revista Semana dio unas respuestas delirantes. Sanabria narraba exorcismos en operaciones de la fuerza pública como parte de su lucha contra “el diablo”. “La existencia del diablo es cierta. Lo he visto, lo he percibido, para muchos es una fábula y otros no creen. Y eso está bien porque, digamos, el diablo lo dice, él se niega a sí mismo”, dijo. La opinión pública se preguntó entonces qué clase de persona estaba al frente de la institución.

Petro, testarudo, no lo fulminó en ese momento. Ha esperado un mes para dejarlo caer y nombrar en su lugar a William Salamanca, un mayor general de la reserva con más de 37 años de experiencia. Lo ha destituido como y cuando él ha querido, pese a que Sanabria no le había dejado otra opción desde el principio. Quiso gobernar la Policía como un ayatolá, pero se encontró con la sociedad del siglo veintiuno.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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