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Luis Fernando Velasco: “La derecha no se va a acabar, y tiene propuestas y realizaciones”

El ministro del Interior de Colombia propone un acuerdo nacional de mínimos, pero con un sueño colectivo detrás

Luis Fernando Velasco en Bogotá
Luis Fernando Velasco en Bogotá (Colombia), el 20 de septiembre.Santiago Mesa
Juan Esteban Lewin

El ministro del Interior de Colombia, Luis Fernando Velasco (Popayán, 58 años), tiene sobre sus hombros varios retos mayores: reconstruir la gobernabilidad legislativa de un Gobierno que dinamitó su coalición legislativa hace seis meses, construir una relación menos ríspida con los alcaldes y gobernadores que serán elegidos el 29 de octubre, reducir los recientes problemas de seguridad en todo el país... Atiende a EL PAÍS en una fría y clásica oficina en la sede La Giralda, una casona de fines del siglo XIX en el centro de Bogotá, a pocos pasos del Palacio de Nariño y del Capitolio, minutos antes de ir justamente al Congreso a presentar el proyecto de ley que aterrizará uno de los pocos logros legislativos de sus cinco meses en el cargo: la reforma constitucional que crea la jurisdicción agraria, aprobada con el apoyo de la oposición.

Velasco, un curtido político caucano que representa el puente entre el primer Gobierno de izquierda de la Colombia contemporánea y parte de la clase política tradicional, la de origen liberal, se muestra esperanzado. “Colombia necesita tener un sueño colectivo”, dice, y da un ejemplo: “En La Guajira veo la esquina más rica de América Latina”.

Pregunta. ¿Cómo ve a Colombia en este momento?

Respuesta: Estamos en un punto de quiebre. Si somos capaces de juntarnos para superar nuestros retos y mirar con claridad el futuro, tenemos unas posibilidades monstruosamente grandes. Las explico con dos anécdotas.

Estuve recientemente en La Guajira, en una esquina remota de Uribia. No hay agua, es un semidesierto, por lo que cualquiera podría ver la zona más pobre de Colombia. Yo, en cambio, vi la esquina más rica de América Latina. Ya hay molinos de viento generando energía, la forma de generación más barata, y en el Ministerio de Minas me contaron que esa zona podría generar 25 gigavatios, cuando hoy toda Colombia genera 18. También vi puertos naturales que no necesitan el dragado y están cerca de rutas internacionales de tráfico marítimo, y playas hermosas para el turismo. Me imagino una Riviera Wayuu a menos de 150 millas de Aruba, a donde llegan turistas de todo el mundo.

Otro ejemplo. Hace menos de diez días fui invitado por las comunidades indígenas al resguardo de Huila, en las estribaciones del volcán Nevado del Huila, en Cauca. Allá me entregaron un kilo de abono complementado con hoja de coca. Las comunidades indígenas, con cooperación holandesa y canadiense, han logrado sintetizar un árbol de coca que no tiene alcaloide pero es tan útil que me dicen que por sus hojas pueden pagar el doble de lo que pagan los narcos por las de los árboles usuales. Me dieron una bebida energizante hecha de esa coca, espectacular, y un whisky de coca de verdad bueno.

P. ¿Cuál es su conclusión?

R. Que Colombia que tiene potencialidades por todos lados. Nos hemos detenido mucho en la lucha visceral por el poder, y cuando tenemos el poder no sabemos qué hacer.

P. ¿Y qué está haciendo el Gobierno con el poder?

R. Nos enfocamos en el modelo económico, que ha hecho que se estanque el país. Hace 30 años le quitamos la energía al sector industrial y decidimos que lo importante es conseguir una camisa barata, no importa que se haga en un paraíso laboral donde explotan la gente, o traer el maíz de donde sea. En esa apertura indiscriminada no preparamos nuestro sector productivo y ahora, si se dispara el dólar o los costos de fertilizantes por un conflicto, se nos encarece la vida.

Creímos que podíamos vivir de una renta petrolera que es importante pero no tanto, y no desarrollamos el país. Mucha gente quiere vivir del Estado y no entiende que el Estado debe es crear las condiciones para que la capacidad de los ciudadanos se dispare, para que los emprendedores echen para adelante. No fuimos capaces de hacer una reforma agraria seria; por el contrario, en las últimas décadas vivimos una reacumulación de tierra con violencia. Estamos repensando ese modelo.

P. Suena ambicioso...

R. Vamos avanzando. Algunos importadores se sintieron muy molestos cuando sacamos adelante el arancel de 40% a las confecciones traídas de países donde no hay TLC —somos respetuosos con lo que ha firmado el Estado―. Pero el primer semestre el sector de confecciones se mantuvo en medio de la contracción, y este segundo semestre escucho de los confeccionistas un crecimiento en el empleo y en la demanda. Veo que crece la siembra de maíz, que volvieron a plantar algodón. Queremos relanzar nuestra industria. La paz va íntimamente ligada con el crecimiento del turismo. Estamos moviendo el modelo para volver a producir.

P. ¿Cómo encaja la transición energética?

R. Ese no es un tema de unos loquitos ecologistas que andan con gorrito y comen mariposas: el mundo tiene que hacer transición gradual. Para los carros y la industria hay una cosa que ya no es ciencia ficción: el hidrógeno verde, que se obtiene haciendo electrólisis del agua. Cada día crece más la inversión en energías limpias y ya está casi en nivel de la inversión en energía fósiles, entonces hay una oportunidad. Tenemos energía limpia para hacer ese proceso ambientalmente amigable. Colombia puede convertirse en uno de los primeros productores de hidrógeno verde para el mundo, y ser el equivalente a lo que hoy son los países petroleros. Daríamos un salto inmenso. A eso le estamos apostando y es evidente que se hace mejor si somos capaces de hacer unos acuerdos como nación.

P. Llegamos al tema del acuerdo nacional.

R. Sí. El debate político es necesario, pero incluso las sociedades más polarizadas llegan a acuerdos. Por ejemplo, en España fue gracias a un acuerdo que desactivaron a ETA. En Colombia hemos hecho acuerdos sobre la violencia, pero vivimos con mucha desconfianza entre todos: la oposición le tiene desconfianza del Gobierno, y hay sectores del Gobierno y de la izquierda democrática que no quieren negociar con la derecha, porque creen que solo quieren evitar cualquier cambio. Entonces estamos en un proceso de ganar confianza.

P. ¿Cómo incluir al Congreso?

R. Ahí está parte de esta construcción de confianza, pero necesitamos un acuerdo mucho más amplio que unas reformas legales. Hay que hablar con la gente. Ahora, yo sería más amigo de unos acuerdos de mínimos para arrancar, que de buscar transformar todo el país en un acuerdo.

P. Ya tenemos un acuerdo de país, una Constitución de origen pluralista...

R. Sí, fue un acuerdo muy importante. El que proponemos no es “Venga y votemos todo”. Puede haber acuerdos en puntos de las reformas a la salud, a las pensiones, laboral, y en lo demás lo resolvemos votando, que es una manera como la democracia define sus diferencias.

P. ¿Y cuál sería la metodología para el acuerdo?

R. Yo le presenté presidente unas ideas sobre la metodología; estoy esperando que él me diga cuál es el camino. Pero creo es que no debemos hacer actividades extrainstitucionales. Si necesitamos una ley, la debemos hacer en el Congreso. Eso sí, escuchando a la ciudadanía. Con el plan de desarrollo hicimos un proceso así, masivo, con los diálogos regionales vinculantes. Ahí detectamos liderazgos que sirven para esa escucha.

P. Esa conversación pasará por el creciente problema de seguridad...

R. Colombia hizo algo monumental, el acuerdo de paz con las FARC. Pero nos faltó el centavo para el peso: hicimos el acuerdo con los armados, pero no entre los desarmados. Por eso, cuando ganó Duque, hubo cuatro años de antiimplementación y hoy tenemos un rebrote de violencia. La apuesta es lograr la paz antes de que se nos crezca. Esta vez le hemos pedido a la oposición que esté en las mesas de conversaciones. Están Valencia Cossio, Lafaurie... no queremos hacer nada escondido. Es un proceso del Estado, de nación, no de partido.

P. ¿Esa es una crítica al Gobierno de Santos?

R. Sí, que hizo una cosa espectacular pero le faltó eso. La derecha no se va a acabar, también vive en este país y tiene ideas, propuestas y realizaciones.

P. ¿Cree que para el Gobierno las elecciones serán positivas, a pesar de que el Pacto Histórico tiene pocos candidatos a los cargos principales?

R. Sí. Muchos alcaldes y gobernadores actuales hicieron campaña en otra orilla el año pasado. Los que llegan querrán tener una buena relación con el Gobierno con el que convivirán tres de sus cuatro años. Va a haber una relación muy fluida. Independientemente de quién llegue, nos interesa trabajar juntos.

P. ¿Y cómo se arma un acuerdo nacional cuando no hay partidos sólidos que permitan una conversación organizada?

R. Si bien no hay partidos, hay un espectro ideológico definido y así se puede estructurar. Los tiempos dan para meterle el acelerador al acuerdo nacional a partir de la elección, y coger muchas fuerzas en los próximos meses. No hay que perder un segundo. Colombia necesita tener un sueño colectivo, algo que nos identifique más allá de la selección de fútbol. La idea es construir y oírnos.

P. ¿Y el Gobierno cómo aporta a eso?

R. Parte de la dificultad es que este no es un Gobierno cualquiera, es uno que rompe esquemas por ser de izquierda. Ese es el punto de partida: este Gobierno quiere hacer unos cambios, fue elegido con esa propuesta, así que no se puede plantear un acuerdo para no hacer cambios. Ahora, se pueden discutir cuáles cambios, hasta dónde llevarlos, cómo hacerlos. Pero al país le hace muy bien la llegada de una izquierda democrática al poder.

P. ¿En el sentido de que permite pensar esos cambios?

R. Claro, y permite que quienes siempre han tenido el Gobierno, hagan una reflexión, noten que falla algo. Algo, no todo, porque como dice Mario Benedetti, “cuando lleguemos tendremos que recordar que el mundo que dejamos tenía a París, a Claudia Cardinale y al champán”. Antes también se hicieron cosas interesantes.

P. De hecho usted, o su partido, fue parte varios de los gobiernos recientes.

R. Mi partido. Yo estuve en el Congreso 24 años como liberal, pero casi siempre en oposición. Era del sector rebelde. Cuando el partido dijo que apoyaba a Duque, yo no. Le hice oposición a Uribe cuando buena parte de mi bancada lo apoyaba aunque supuestamente estábamos en oposición. Yo voté por Serpa, no por Pastrana; y no voté por Santos en 2010, sino por Mockus, porque Santos era el candidato de Uribe. Luego, con el proceso de paz, comencé a ayudarlo. Realmente, como congresista solo una vez gané unas elecciones presidenciales: la reelección de Santos.

P. ¿Y la de Samper en 1994, como candidato liberal?

R. Yo todavía no era congresista. ¡Soy viejo, pero no tanto!

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Sobre la firma

Juan Esteban Lewin
Es jefe de Redacción de la edición América Colombia, en Bogotá.

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