El misterio de Seki Sano

‘¿Qué pasó con Seki Sano?’ no es solamente un libro, sino la puesta en escena de la escritura de un libro; y no sólo sigue el destino de sus personajes, sino que nos permite seguir el proceso mental del hombre que está escribiendo

El director de teatro Seki Sano.Embajada del Japón en México

Entre los libros maravillosos que se publicaron este año en Colombia ―y hubo varios: pienso en El libro del duelo, de Ricardo Silva, y El viejo malestar del Nuevo mundo, de Mauricio García Villegas―, hay uno que ha ocupado mi atención e...

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Entre los libros maravillosos que se publicaron este año en Colombia ―y hubo varios: pienso en El libro del duelo, de Ricardo Silva, y El viejo malestar del Nuevo mundo, de Mauricio García Villegas―, hay uno que ha ocupado mi atención especialmente, tal vez porque seguí desde lejos los avatares de su escritura, tal vez porque entronca de manera muy directa con mis propias obsesiones: las vidas ocultas de los otros, la relación entre política y arte, las maneras como las fuerzas de la historia moldean la vida privada de los individuos, las décadas centrales del siglo XX en Colombia.

El título de este libro, más que un título, es un titular: ¿Qué pasó con Seki Sano? Menos fácil es decir quién es su autor, pues Sandro Romero Rey no es sólo uno de los hombres de teatro más conocidos de Colombia, y uno de los más dignos de nuestra gratitud: no me alcanzaría el espacio de este artículo para dar cuenta de todo lo que ha hecho sobre un escenario (o detrás de él), de los autores que nos ha descubierto, de la testarudez con que se ha dedicado a abrirle las ventanas a nuestra cultura nacional, que puede con frecuencia ser más bien claustrofóbica. No, Romero no es sólo eso: es también novelista, ensayista, lector de los buenos, proselitista con razón de la obra de sus amigos y crítico de cuanta cosa se pueda criticar. (Lean también Profesión: espectador, su compilación de artículos diversos sobre cine, teatro y conciertos. No tiene desperdicio.)

¿Qué pasó con Seki Sano? es un libro indócil, como suelen ser los libros buenos, pues no se deja meter con facilidad en un estante. ¿Es la crónica de una investigación, es una memoria personal, es un ensayo historiográfico? En algunas páginas alcanzamos a adivinar unas libertades con la verdad probable de los hechos que coquetean con la ficción, y el lector atento se pregunta en más de una ocasión si algunas de las escenas del libro no serán producto de la imaginación soberana del autor, pero no creo ―extrañamente― que eso baste para estamparle a la pobre criatura el pesado nombre de novela: y eso a pesar de que haya una conversación por teléfono en que una de las dos partes, el autor, lee un ensayo de 40 páginas sobre la historia del teatro en Rusia mientras la otra, una amiga, viaja en Transmilenio. De hecho, el libro mismo se apresura a rechazar el rótulo, y además con fuerza: en un par de momentos hay una parodia del lenguaje con el que la novela se asoma a los personajes reales del pasado, y uno de los capítulos se titula Esto no es una novela.

Portada del libro '¿Qué pasó con Seki Sano?'.Seix Barral

Entonces, ¿qué es? Hay una respuesta fácil: es todo lo mencionado al mismo tiempo, con lo cual el problema de su género se convierte en un asunto para nuestros libreros, y los lectores podemos dedicarnos a otra cosa. Pues lo importante, desde luego, no es dónde ponemos el libro de Romero, sino que ustedes, los lectores, lo encuentren y lo lean. Porque habla de muchas cosas: de un misterio familiar, de la historia del teatro en Colombia, de la relación siempre difícil entre las artes y la política y de un periodo de nuestro pasado, los años cincuenta, que todavía sigue guardando secretos para nosotros.

El misterio al que me refiero parece anecdótico, pero abre una serie de caminos hacia mil reflexiones importantes. En septiembre de 1955, un director de teatro japonés, el maestro Seki Sano, vino a Colombia contratado por el Gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla. Su misión, en ese país que había inaugurado la televisión un año atrás, era entrenar a los actores y los directores locales para acomodarse a las exigencias del nuevo medio. Seki Sano venía de México, y antes de México había pasado por la Unión Soviética, y en cada país ―incluido el suyo― había dejado migajas grandes o pequeñas de simpatía con el comunismo. Pues bien, el país al que llegaba ahora, la Colombia de Rojas Pinilla, había declarado la ilegalidad del comunismo y estaba persiguiendo de manera fanática a todo lo que pareciera acercarse a esos parajes de la ideología. Tres meses después de su llegada a Bogotá, cuando ya había tenido tiempo de inspirar a una generación entera de actores, Seki Sano recibió la notificación de que su invitación había sido revocada. Las autoridades le dieron dos días para irse del país. Y en algún momento de todo el proceso surgió un rumor: entre los delatores de Seki Sano, entre los responsables de que llegaran a oídos del Gobierno sus simpatías non sanctas, estaba Bernardo Romero Lozano, que no sólo es una de las figuras mayores de la historia de nuestra televisión, sino que era tío de Sandro Romero.

La investigación que emprende Romero tiene un objetivo diáfano: averiguar si es verdad eso que se dice. ¿Es posible que Bernardo Romero Lozano haya delatado a Seki Sano para quitarse de encima a un competidor o a alguien que le hacía sombra? En otras palabras: ¿Hay un sapo en la familia? Ése es el motor que mueve la máquina del libro. Pero en el trayecto se investigan muchas otras cosas, todas de interés: ¿Cómo fue la vida de Seki Sano? ¿Cómo fue su relación con los grandes movimientos teatrales del siglo XX, de Stanislavski a Meyerhold, de Meyerhold a Brecht? ¿Por qué la relación histórica entre la izquierda colombiana y su gente de teatro? Sandro Romero se lanza a estas búsquedas en tiempos de pandemia, y eso también tiene su gracia: una parte del libro reflexiona sobre lo que fuimos durante esos meses aciagos, y sobre todo lo que fueron las gentes cuya vida es una escena, un público, un contacto humano que nada reemplaza.

“Una anécdota te lleva a un personaje, este te transporta a una coincidencia, pronto llegarás a una conjetura y al final de la jornada tendrás una certeza”. Si hay un resumen o una síntesis del método de este libro, ahí está. ¿Qué pasó con Seki Sano? no es solamente un libro, sino la puesta en escena de la escritura de un libro; y no sólo sigue el destino de sus personajes ―Seki Sano, pero también Santiago García, Fausto Cabrera, Bernardo Romero― sino que nos permite seguir el proceso mental del hombre que está escribiendo. Ese proceso es caprichoso, caótico, azaroso y frustrante, lleno de incertidumbres, de puntos muertos, de digresiones por carreteras secundarias, y llega a su fin igual que llegan a hacerse las obras de teatro: por pura terquedad. Pues bien: bendita sea la terquedad de Sandro Romero.

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