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Las dos caras de la moneda tras la disparada en el precio internacional del café y el oro

El ciclo alcista beneficia la inversión y las exportaciones de Colombia, pero recuerda los riesgos de la volatilidad

Colombia coffee
Finca de café en Tena, Cundinamarca, Colombia, el 30 de septiembre de 2024.Juancho Torres (Getty Images)
Camilo Sánchez

El precio del café ha llegado en las últimas semanas a sus topes más altos desde hace más de medio siglo en la Bolsa de Nueva York. La libra del grano superó los 3 dólares el pasado 22 de noviembre. Y, por su parte, el precio de la onza de oro ha experimentado un alza del 40% en el último año. Ello ha llevado a los especialistas en Colombia, un país cuyo crecimiento ha dependido en buena medida de las exportaciones de materias primas, a cuestionarse cuánto durará el ciclo en esta ocasión. Se trata, repiten, de productos sin la misma fuerza económica del petróleo. Pero frente a las evidentes estrecheces económicas, agregan, cualquier viento de cola que dinamice el flujo de divisas internacionales puede traer beneficios.

El viejo debate sobre los riesgos de un modelo económico dependiente de la ruleta de los mercados de bienes genéricos ha reflotado. La controversia ha sido mencionada por el presidente Gustavo Petro desde sus días de campaña. Como remedio ha propuesto, en concreto, una política para revivir la industria. Tras más de medio cuatrienio, los avances de ese plan aún no saltan a la vista. Entre tanto, durante 2022 y parte de 2023, el buen comportamiento del precio del barril de petróleo, bordeando en algún momento los 123 dólares, supuso un respiro para las finanzas de Ecopetrol, la petrolera de mayoría estatal y compañía vital para las arcas públicas.

Las causas y efectos en esta montaña rusa de los precios son diferentes según el producto. Tras el caso del café se hallan asuntos climáticos. En el del oro hay un movimiento de capitales vinculado a la búsqueda de un activo refugio ante la inestabilidad geopolítica mundial. “Tiene que ver con la llegada de Donald Trump”, explica el académico y economista Adrián Garlati. Se refiere a los anuncios del presidente electo de Estados Unidos sobre nuevos aranceles y una inflación que, a su parecer, no está bajando al ritmo esperado. “Cuando hay incertidumbre, los inversores recurren al oro”, recuerda. También los bancos centrales de medio mundo, que acumulan lingotes en sus cajas fuertes como salvaguarda ante los imprevistos.

Colombia ocupa el vigésimo puesto en el escalafón mundial de exportadores de oro, según información del diario financiero La República. Por su parte, la Asociación Colombiana de Minería ubica al país en el decimosexto renglón, de acuerdo con información del periódico El Colombiano. Eso explica el efecto en el país de la tendencia de mejora del precio que, al parecer, viene desde 2022 y se ha acentuado en los últimos 12 meses. El boom internacional del oro supone un aliciente para el crecimiento en el sector de minas y canteras, pero también un llamado de alerta por sus impactos no deseados: “Los efectos sociales del aumento en el precio del oro tiene repercusiones, demostradas en artículos, sobre el trabajo infantil”, precisa el decano de Economía de la Universidad de los Andes, Hernando Zuleta.

A todos los problemas que plantea cualquier mercado que se mueva, en gran medida, bajo la sombra de la ilegalidad, Zuleta añade otros: “Cuando hay aumentos en el precio del oro, sube el trabajo de extracción en los yacimientos. Pero también la deserción escolar y se ve un movimiento de estudiantes hacia la minería informal”. Para el académico, la fiebre del oro a corto plazo puede generar “trampas de pobreza”. Otra historia se desenvuelve por los lados del café. La subida bursátil en su caso ha sido vinculada, en especial, a las afectaciones climáticas sobre las cosechas brasileñas, el gran productor mundial.

“La combinación de sequía prolongada y helada a destiempo en Brasil fue la tormenta perfecta y lo que impulsó el mercado al tercer nivel más alto de la historia del precio en Nueva York”, explica el experto en materias primas Albert Scalla en llamada desde Miami. Añade que la propuesta del Pacto Verde europeo, un paquete de medidas con nuevas restricciones y exigencias medioambientales para los caficultores, ha influido: “Esperamos mucha volatilidad en los próximos meses. Debemos estar pendientes de cuál es el resultado de la cosecha de Vietnam, que se desarrolla por esos días”.

Adrián Garlati celebra los beneficios para los productores cafeteros. Acto seguido recuerda, sin embargo, que los ciclos en agricultura son limitados: “Es una realidad de este año. Yo creo que el que viene todo volverá a la normalidad. La importancia del café en la economía de Colombia, de cualquier forma, está lejos del petróleo, el gas o la minería”. Lo cierto es que la caficultura ha sido uno de los grandes dinamos para el PIB de 2024. Si el renglón agrícola en general se ha encargado, junto a las actividades artísticas, de empujar los resultados globales, el grano ha sido protagonista con un crecimiento trimestral del 33,6% en la última lectura interanual publicada.

La industria cafetera, además, está mejor equipada que la del oro para los efectos sociales de una bonanza. Cuenta con más agricultores asalariados y no hay una caficultura ilegal. Sus problemas de deserción están asociados al relevo generacional entre el campesinado y la migración hacia las ciudades. Para el profesor de la Universidad del Rosario Alejandro Useche, son otros los claroscuros de esta subida en los precios: “En el momento en el que se valorizan, pueden atraer inversiones en activos fijos. Pero por el otro lado, un modelo de exportaciones que estructuralmente se basa en ellas, es riesgoso porque está sujeto a una amplia volatilidad e incertidumbre”.

Una vieja y larga historia que resurge cada cierto tiempo con debates que suelen desembocar en saludos a la bandera. Colombia, señala el académico de la Universidad de Stanford Javier Mejía, no ha sido capaz de hallar una matriz exportadora en actividades de mayor valor agregado. Aún se halla en búsqueda de la fórmula que le permita sostener abierto el grifo de la prosperidad sin depender de las materias primas. Garlati recuerda, por ejemplo, que se ha mencionado el potencial del turismo. O del sector agroindustrial. Y concluye: “Se requieren muchas otras condiciones para que esos nichos estratégicos se asienten, haya inversión y además crezcan. Y ahora, con la búsqueda de una transición energética hacia economías bajas en carbono, la discusión real será definir cuáles son los sectores estratégicos para el país”.


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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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